Guía
monumental (arte
e historia) y turística
de Arcos de la Frontera, Cádiz
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Arcos
de la Frontera |
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Cádiz |
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Sierra
de Cádiz |
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28.110 |
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185 |
Introducción
a la guía de arte (monumentos y rutas) de Arcos de la Frontera,
Cádiz
Historia
y descripción de Arcos de la Frontera, Cádiz
Un despeñadero
cuya cima está coronada por un conjunto de casitas de inmaculado
blanco, un castillo y varias torres. Esa es la primera imagen de
este pueblo gaditano que esconde un hermoso laberinto de callejas
encaladas salpicadas por orgullosos templos.
Acaso
la más clásica descripción de Arcos de la
Frontera fue realizada por Azorín en su obra "Los
pueblos". Allí, el autor de numerosos ensayos sobre
España afirma que este pueblo se encuentra sobre "una
meseta plana"; sobre ella "casitas blancas y vetustos
caserones negruzcos" y a sus pies "un río callado,
lento, de aguas terrosas, que lame la piedra amarillenta, que la
va socavando poco a poco, insidiosamente".
Es, no obstante, una más
de las muchas descripciones que se han realizado sobre este pueblo
que, desde siempre, ha atraído a buen número de artistas
de todas las disciplinas.
Pues, sin duda, es una de
las poblaciones más hermosas de Andalucía
cuyo idílico emplazamiento no pasó desapercibido para
los muchos pueblos que recorrieron estas tierras en tiempo antiguos.
El lugar es ideal para levantar un bastión defensivo, en
el cual, la primera y más importante defensa, es el escarpado
cerro sobre el cual se asienta el casco urbano y que, en uno de
sus lados, está prácticamente cortado en una perfecta
vertical que deja al descubierto la piedra amarillenta del subsuelo.
La civilización musulmana
supo disfrutar de este lugar. De hecho, fueron los árabes
los responsables de la actual configuración urbana de Arcos
de la Frontera y de una de sus principales características:
los patios. Muchas de las viviendas aún conservan la estructura
propia de las casas populares agarenas, levantadas alrededor de
un pequeño patio central en el cual se abre un pozo cuyas
aguas nutren de vital líquido a un sinfín de flores
y plantas que convierten el lugar en un pequeño vergel.
Inmejorable ejemplo de "pueblo
blanco", Arcos de la Frontera es un pequeño laberinto
de callejas entrelazadas que se adaptan a la difícil orografía
del cerro. Aquí, suben; allá, bajan, obligando al
caminante a pequeños esfuerzos que, no obstante, siempre
se ven recompensados con las vistas de las estrechas callejuelas
y, en los lugares más abiertos, las perspectivas sobre la
campiña circundante. Y decimos caminante porque aquí
es obligado dejar el vehículo y recorrer el lugar a pie.
Uno de los principales motivos
es la estrechez de las calles que, en ocasiones, ha obligado a construir
en las ventanas de las viviendas unas curiosas "orejeras".
Estos huecos permiten la visión por los laterales de la ventana
y facilitan la labor al curioso que pretende ver qué pasa
a su alrededor asomándose entre las rejas que apenas sobresalen
de las fachadas.
Imágenes
de gran formato de Arcos de la Frontera
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Calle
típica de Arcos de la Frontera |
Otro
rincón pintoresco de Arcos de la Frontera, Cádiz |
Iglesia de San Pedro |
Patio
interior de una vivienda típica |
Monumentos
de Arcos de la Frontera
Además de los encantos
de la arquitectura popular del casco antiguo, hay que destacar su
castillo y las iglesias de San Pedro y Santa María.
Secular
enfrentamiento entre la Basílica de Santa María y
San Pedro
Pero
Arcos no sólo tiene calles. El centro vital de la población
es la Plaza del Cabildo, el punto más alto de la ciudad.
La plaza es un compendio de interesantes monumentos: la basílica
mayor de Santa María, el ayuntamiento, el castillo, el Parador
Nacional... y, por supuesto, el amplio mirador que se asoma sobre
la campiña andaluza.
La basílica de Santa
María reclama toda la atención del visitante. Levantada
sobre la antigua mezquita árabe, su fachada recoge elementos
tardogóticos, renacentistas y neoclasicistas. Es muy curiosa
la ubicación de la torre-campanario, ocupando el centro de
la fachada. Esta también se adorna con una hermosa balconada.
En el interior, se distribuyen tres naves rematadas por bóvedas
de crucería, destacando el retablo del altar mayor, el órgano
(declarado Monumento Nacional) y el coro, tallado en cedro, ébano
y caoba.
A un lado de la basílica,
se encuentra la casa consistorial y, tras ella, el antiguo alcázar
de origen árabe que, en la actualidad, pertenece a los marqueses
de Tamarón. Su efigie, muy reconstruida, conjuga varios estilos
arquitectónicos. Es muy curioso que algunas de sus mazmorras,
abiertas en la muralla, albergan, en la actualidad, establecimientos
de restauración. Al este del castillo, se levanta el palacio
de los Condes de Aguila, del siglo XV, en el cual destaca su portada,
buen ejemplo de transición del románico al gótico,
enmarcada por gruesas cadenas.
No
demasiado lejos, se encuentra la iglesia de San Pedro, obra
gótica del siglo XIV con añadidos barrocos del XVIII
(la fachada y la torre). Sus partidarios se atrevieron a disputar
la primacía del templo frente a la basílica de Santa
María, obligando a dictaminar al Tribunal de la Rota que,
en 1764, concedió a esta última el título de
"Iglesia Mayor, más Antigua, Insigne y Principal de
Arcos".
La discusión por
la antigüedad de cada templo llegó incluso a las oraciones
de los feligreses que, en el caso de los partidarios de San Pedro,
sustituyeron a la Virgen en el Padrenuestro, iniciando el rezo de
la siguiente manera: "San Pedro, Madre de Dios, ruega por nosotros...".
En el interior de San Pedro, merece la pena admirar el altar del
siglo XV, la capilla del Bautismo, del XVI, y la capilla dedicada
a Santa Bárbara. En el exterior, sobresalen el curioso ábside
poligonal y la torre barroca, uno de los elementos más reconocibles
del perfil urbano de Arcos.
No se debe abandonar Arcos
de la Frontera sin disfrutar de sus calles, salpicadas por hermosas
portadas de las numerosas casas nobles que aquí se levantaron.
Y sin acercarse hasta el torno del convento de las monjas mercedarias
para adquirir su excelente repostería.