Dimensión
Social, Económica y Espiritual del Camino de Santiago
Introducción
El
Camino de Santiago, desde sus inicios, se constituyó como
una incesante fuente de espiritualidad, de transmisión
de la cultura y las tradiciones, permitiendo la entrada de nuevos
gustos provenientes de otros países como pudieron ser los
artísticos -con su influjo en numerosísimas iglesias,
catedrales y construcciones civiles- o los literarios -con personajes
como los juglares-; sin olvidar que fue la conexión entre
la Península y el continente europeo, situándose
junto a Jerusalén y Roma como lugar sagrado que todo cristiano
aspiraba a visitar.
El
prestigio que los restos del Apóstol Santiago alcanzaron
en el occidente cristiano superaron todo lo hasta ese momento
conocido, instaurándose como un fenómeno a escala
global.
No
hay que olvidar que Santiago el Mayor no sólo fue uno de
los doce apóstoles seleccionados por el Mesías para
ser testigos de su vida pública, milagros y enseñanzas,
además de llevar tras su muerte su Palabra al resto del
mundo. San Jacobo formó parte de un círculo de íntimos
que vivieron con Cristo dos de los momentos más elocuentes
de la vida de Jesús y que son pilares de la teología
cristiana: su revelación como Dios en la Transfiguración
del Monte Tabor y su agonía espiritual durante la Oración
en el Huerto de Getsemaní la madrugada de su prendimiento.
Por
tanto Santiago el Mayor, junto a su hermano Juan y Pedro constituyen
para el cristianismo, tras María y José, el grupo
de seres humanos más amados por Jesús.
Las
peregrinaciones a Tierra Santa, Roma y Santiago el conjunto de
consiguió la conexión del mundo cristiano tras la
caída del Imperio Romano y las incursiones de los bárbaros.
Estos lugares sagrados se establecieron como referentes para los
cristianos y, en el caso español, la consolidación
del Reino de Asturias.
El
culto y veneración a las reliquias de los santos, que muchos
creen una superstición medieval ha sido constante para
el Cristianismo católico y ortodoxo hasta nuestros días
y lo sigue siendo puesto que además de los sacramentos
establecidos por Cristo, existen los sacramentales a través
de los cuales se obtienen bendiciones. Para el catolicismo es
un hecho cierto la intermediación o intercesión
de los santos (especialmente de su madre María) que con
sus ruegos influyen en la Divinidad en favor de la humanidad entera.
Por eso a dichos seres humanos que se encuentran ya en presencia
de Dios se les puede venerar (no adorar) y pedir intercesión
para mejorar la salud u obtener bendiciones de otro tipo.
Del
mismo modo que lo hacen los cristianos actuales, durante los años
jubilares establecidos por el Papa, los peregrinos medievales
que llegaban a Compostela, tras su confesión y celebración
de la Misa, obtenían el jubileo, es decir el perdón
de sus pecados y la indulgencia plenaria.
Santiago
y el refuerzo político del Reino de Asturias
La
figura de Santiago el Mayo fue determinante también en
el plano político pues ayudó a la consolidación
del nuevo reino astur, único reducto cristiano en la Península
Ibérica ya que la mayor parte del territorio, Al-Ándalus,
estaba bajo el dominio islámico. Así pues, Santiago
se erigió como símbolo del mundo cristiano en España.
Primeramente,
la presencia del apóstol en tierras gallegas (recogida,
por cierto, en numerosas tradiciones de los primeros siglos del
cristianismo) insufló de moral a los aguerridos combatientes
asturianos y leoneses. Más tarde, con la llegada de peregrinos
extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir en nuestro
territorio, se mejoraron las posibilidades de conquista y repoblación.
En
resumen, su descubrimiento contribuyó a la formación
del emergente reino astur que observó en este elemento
un punto de partida aglutinador contra los musulmanes presentes
en Al-Ándalus.
Plano
religioso
En
el aspecto más espiritual, el Camino de Santiago compitió
rápidamente en popularidad con las peregrinaciones a Jerusalén
y Roma, forjándose como un destino tanto para reyes y nobles
como para campesinos, artesanos o religiosos. De esta forma no
hacía falta ser caballero y luchar en las Cruzadas para
expiar las culpas. Podían visitar Santiago de Compostela,
lugar de donde también los musulmanes fueron expulsados.
El
Camino de Santiago no fue una única vía sino que
a lo largo de Europa se fue tejiendo todo un amplio mapa de vías
de comunicación con santuario intermedios donde también
se veneraban reliquias de santos y mártires (un buen ejemplo
es la Abadía de Santa Fe de Conques en Francia).
Los
peregrinos
Los
primeros datos que sobre peregrinaciones constan, alrededor del
siglo X (aunque se popularizaron durante el XI y el XII) aseguran
que las personas que realizaban el camino no lo hacían
solos sino en expediciones o comitivas.
En
efecto, los peregrinos eran conscientes de las indudables exigencias
y peligros que conllevaban atravesar cientos o miles de kilómetros
por territorios desconocidos y repletos de acechanzas. Era necesaria,
por tanto, la protección y la compañía de
otros muchos compañeros de viaje.
Por
ello partían de grandes ciudades en fechas señaladas
grandes comitivas de hombres y mujeres tras celebraciones de Misas
y la entrega por parte del clero de salvoconductos que explicaban
el motivo del viaje de cada peregrino para que en reinos extraños
no fueran confundidos con guerreros o forajidos.
Para
ello era igualmente importante la noble actitud de aquellos que
lo recorrían, siendo necesaria la caridad entre peregrinos
implantándose como obligación de los que más
tenían ayudar a alimentar y proteger a los que menos poseían.
También
era característica la indumentaria del peregrino donde
podía observarse el sombrero de ala ancha, el zurrón,
la calabaza cantimplora y la concha.
Los
peregrinos, españoles o extranjeros, traían con
ellos sus tradiciones y gustos, poniendo en contacto a éstos
con las nuevas tendencias y modas ultrapirenaicas.
Las comunicaciones
En un principio las vías de peregrinación
a Santiago eran las que desde hacía siglos se venían
usando en Europa -muchas de ellas viejas calzadas romanas- pero
pronto surgió la necesidad de mejorar los caminos y los
accesos en general.
Algunos monarcas y eclesiásticos se ocuparon
de mejorar los caminos y sobre todo de la construcción
de puentes de piedra. Los ríos caudalosos han constituido
hasta hace relativamente poco tiempo verdaderas fronteras, barreras
naturales de muy difícil superación. Era normal
que si la corriente de agua no era demasiado caudalosa se intentara
el vadeo. En el caso de río no muy ancho se hacían
puentes con troncos de madera colocados de tal forma que el peso
de uno sobre otros permitiera una estructura volada que permitía
el paso de forma precaria. En otros casos se construían
plataformas sobre el lecho del río mediante un atado con
cuerdas de barcas, pero solían ser inestables y efímeros,
porque con las crecidas quedaban destruidos.
Así que fue fundamental la construcción
de puentes de piedra, así como el desbrozado de ciertos
caminos para hacerlos transitables. En la España medieval
destacaron dos religiosos que se especializaron como auténticos
ingenieros: Santo Domingo de la Calzada y su discípulo
San Juan de Ortega.
Labor asistencial
Además de la creación de posadas, mesones,
puentes y calzadas, el Camino de Santiago hubiera fracasado sin
la construcción de hospitales. En efecto, numerosas órdenes
religiosas y militares como benedictinos, antonianos y hospitalarios
de la San Juan de Jerusalén crearon hospitales donde recibían
a los peregrinos y les concedían toda la hospitalidad que
eran capaces de ofrecer.
Muchos peregrinos enfermaban por mala alimentación,
agotamiento o altercados con bandidos. De modos que los monjes
y frailes de diversas congregaciones así como los caballeros
hospitalarios crearon toda una red de iglesias con casas de acogida
(hospitales) donde los peregrinos podían comer y beber,
asearse, cambiarse de ropa, descansar en un lugar cálido
y seco. Muchos de ellos, una vez restablecida su salud, podían
continuar con su peregrinación.
El
trayecto. Auge económico del recorrido
Gracias
al recorrido y el prestigio cada vez mayor de la peregrinación,
las localidades por las que cruzaba pudieron beneficiarse de ello
tanto en el aspecto del comercio como del hospedaje y la alimentación,
proliferando puestos y tabernas que abastecían al peregrino.
Además, según apunta el excelente medievalista Julio
Valdeón, los ingresos no vendría sólo del
hospedaje sino que el requerimiento de nuevos alojamientos y la
construcción de edificaciones religiosas necesitaban de
un considerable número de trabajadores, como albañiles,
canteros, carpinteros o vidrieros lo que constituyó, sin
duda alguna, un poderoso factor de dinamización económica.
Otro
de los pilares de la economía, la artesanía, se
vio igualmente impulsada por la mayor presencia de peregrinos
que, gracias a su demanda de productos, aumentaba considerablemente
el nivel de negocio que podían tener en una población
cualquiera en ese tiempo. Podemos pensar que los sectores más
importantes eran el alimenticio y el textil, siempre relacionado
con los símbolos que diferenciaban a los peregrinos.
La creación
de estos nuevos espacios junto con la mejora de los caminos, permitieron
un excelente comercio que, aprovechando las ventajas que permitía
la mejora de las vías de comunicación, aumentó
el recorrido y la cantidad de productos incluso del proveniente
del otro lado de los Pirineos así como la articulación
del mercado dentro de la Península. En estas localidades
comenzaron a ser habituales los mercados semanales, mensuales
y anuales, citas que albergaban a comerciantes deseosos de proveer
de lo necesario a aquellos que recorrían el Camino. Nadie
mejor que Valdeón ha descrito la situación:
Las condiciones
para el desarrollo del comercio a lo largo de la ruta jacobea
fueron, ciertamente, favorables. Por de pronto contaba a su favor
la existencia de las antiguas calzadas romanas, convertidas en
vías naturales de penetración del comercio ambulante
a partir del siglo IX. Pero quizá lo más positivo
fue la gestación de un marco legal favorable para la práctica
mercantil, expresado en el denominado "derecho de francos".
Es significativo, a este respecto, un decreto del año 1095,
otorgado por el conde Ramón de Galicia, en el que se ordenaba
no prender ni despojar a ningún mercader ni habitante de
Santiago. Los mercaderes de la ciudad del apóstol gozaban,
prácticamente desde esas fechas, de autonomía jurisdiccional.
Tampoco podemos olvidar la importancia que tuvo la implantación
en las tierras de la cristiandad occidental, y por lo tanto en
las comarcas por donde pasaba el camino de Santiago, de la "paz
de Dios".
Demografía
Muchas localidades nacieron por y para el Camino
de Santiago, bien porque se construyera algun puente sobre un
río de difícil paso o porque alguna orden religiosa
fundara un hospital para peregrinos, como sucedió en Puente
la Reina (Navarra) y Santo Domingo de la Calzada (La Rioja).
Estos lugares -por el beneficio que aportaban- aglutinaban
pronto un alto número de peregrinos. En algunos casos,
la existencia de un puente y/o un hospital lograba desviar la
ruta que anteriormente se empleaba. Ello provocó que pronto
surgieran caseríos en estos lugares, embriónes de
futuras urbes.
Otras poblaciones de mediana importancia por donde
cruzaba el Camino alcanzaron llegaron a constituirse en cabeza
de su reino como es el caso de la ciudad de Burgos.
En general, una de mejores sociales y económicas
que aportó el Camino de Santiago a los reinos cristianos
peninsulares fue el aporte de personas de diferentes lugares de
Europa. Se sabe que muchos peregrinos, tanto en el camino de ida
como en el de vuelta de Compostela, decidían quedarse en
nuestras tierras. En la mayoría de las ciudades de relevancia
jacobea existieron los barrios de francos, es decir constituido
por extranjeros que se afincaban en la ciudad (por aquél
entonces se solía llamar franco a cualquier persona procedente
de otros lugares ultrapirenaicos).