La Cámara Santa
La Cámara Santa de la Catedral de Oviedo
fue declarada Monumento Nacional y Patrimonio Mundial de la Humanidad
por la UNESCO en 1998. El edificio se sitúa de manera inmediata
a la catedral ovetense, en su lado meridional, anexa a la Torre
de San Miguel y al claustro del templo.
Parece que fue levantada a principios del siglo IX,
bajo el reinado de Alfonso II el Casto (791-841), si bien su construcción
no está mencionada en las crónicas en las que se detalla
la planificación del emplazamiento regio asturiano en el
siglo IX. Se encuentra dividido en dos alturas, en el piso inferior
hay una cripta (Santa Leocadia) y en el superior una capilla (San
Miguel). En origen estos dos espacios eran independientes y con
accesos diferenciados.
Seguramente fue construida como capilla palatina del
edificio regio erigido por Alfonso II en Oviedo, y del que nada
más se ha conservado. Se ha barajado la hipótesis
de que fuese una capilla construida para albergar reliquias; pero
también es posible que fuese un edificio de carácter
martirial, lo que explicaría las sepulturas que se han hallado
en excavaciones arqueológicas realizadas en las inmediaciones,
y que se han datado hacia el siglo X.
En el siglo XII se produjeron importantes reformas
y ampliaciones, especialmente en la nave de Capilla de San Miguel,
acondicionada al modo románico como luego veremos.
La cripta de Santa Leocadia
La cripta está dedicada a santa Leocadia, y
en ella se encuentran el sepulcro de esta mártir, y el de
san Eulogio, que fueron traídos desde Córdoba en tiempos
de Alfonso III el Magno (866-910). Se trata de un recinto de pequeñas
dimensiones, de unos 12 m. de longitud y 6 m. de ancho, que está
cubierto por una gran bóveda de cañón, que
arranca de un pequeño basamento a nivel del suelo.
Este piso inferior debía de situarse al nivel
de la calle, lo que explica la existencia de las dos puertas adinteladas
en los costados norte y sur. En el muro oriental hay una pequeña
ventana que se abre mediante un arco de medio punto sostenido por
dos pequeñas columnas, frente a la cual se sitúa la
mesa de altar. Por delante de éste, todavía pueden
verse en el pavimento del piso las acanaladuras donde se encajaban
los canceles que, a modo de barrera litúrgica, dividía
en dos el espacio.
La capilla de San Miguel
La capilla superior, dedicada a san Miguel. Fue reconstruida
casi por completo en el siglo XII. Está compuesta por una
nave y un ábside, y lo único que se conserva de la
estructura original es el presbiterio y su arco de acceso. Las columnas
adosadas que sostienen este arco tienen unos capiteles reutilizados
de una obra anterior, que muestran una gran influencia del arte
bizantino. La ventana del fondo del ábside presenta una decoración
parecida.
En el interior de la capilla de San Miguel se conservan
la Cruz de los Ángeles, la Cruz de la Victoria y la Caja
de las Ágatas, que conforman uno de los conjuntos de artes
suntuarias más significativos de la alta Edad Media hispana.
Todas son joyas ofrecidas por los reyes asturianos a la antigua
catedral de San Salvador, antecedente inmediato del templo actual,
construido en el siglo XIV, y del que, por desgracia, ha llegado
muy poco hasta nosotros.
La
reforma del siglo XII
En el siglo XII el edificio elevó su altura,
y en el exterior se observa claramente, pues a simple vista se ve
la diferencia entre el sillarejo utilizado en el siglo IX y los
sillares labrados de la parte superior.
En esta reforma románica los contrafuertes del
muro norte fueron transformados en arcos ciegos, y se añadieron
las decoraciones escultóricas de las cornisas exteriores.
En el interior, el aumento de altura conllevo que se
tuviera que derruir la antigua cubierta del piso superior, que era
de madera, y se construyera una bóveda de cañón
con arcos fajones levantados sobre la imposta perimetral que rodea
al edificio.
Las seis dobles columnas que vemos rodeando los muros
de la capilla de San Miguel también fueron añadidas
en el siglo XII. Los capiteles figurados de estas columnas, con
representaciones de los Apóstoles, se han relacionado con
el del Maestro Mateo de Santiago de Compostela o con el del Maestro
de San Vicente de Ávila.
Cuando se realizo está reforma se cegaron las
dos puertas de la cripta de Santa Leocadia, que originalmente estaba
comunicada con el exterior, y sin un acceso a la capilla de San
Miguel. Para poder acceder a la cripta, en esta época se
realizó también el acceso que vemos en la actualidad.
Orfebrería del prerrománico asturiano
de la Cámara Santa
La Cruz de los Ángeles
La Cruz de los Ángeles fue ofrecida por Alfonso
II el Casto, y es la más antigua de las tres joyas prerrománicas
conservadas en la Cámara Santa. Se trata de una extraordinaria
pieza de orfebrería, labrada en el año 808. Es una
cruz griega, recubierta de pequeños hilos de oro en forma
de malla, y conformada por un alma de madera de cerezo, cuyos brazos
se ensamblan en el centro y se ensanchan hacia el exterior. El anverso
de la cruz está decorado con 48 piedras preciosas engastadas
en pequeños cabujones, y su reverso está cubierto
por una chapa de oro lisa. En el centro del reverso hay un gran
camafeo de ágata, y en los extremos de los brazos de la cruz,
cuatro piedras preciosas.
La Crónica Silense, de inicios del siglo XII,
nos cuenta que fueron dos ángeles orfebres que se presentaron
como peregrinos ante Alfonso II los autores materiales de la cruz.
La explicación de esta leyenda hay que buscarla en la belleza
y el esplendor de la obra, que no tiene ningún paralelo con
ninguna otra de la España medieval cristiana, lo que atestigua
la perfección técnica y artística que había
alcanzado el cultivo de las artes suntuarias bajo el periodo de
la monarquía alfonsí. Seguramente los orfebres fueron
llamados por el monarca, quien aportó de su propio tesoro
un camafeo, las gemas y las piedras preciosas que la adornan y el
oro que recubre su superficie.
En el reverso de la cruz, hay una inscripción,
que nos indica la fecha de su realización, así como
el nombre del donante:
"SVSCEPTVM PLACIDE MANEAT HOC IN HONORE DI OFFERT
ADEFONSVS HVMILIS SERVVS XPIQVISQVIS AVFERRE PRAESVNSERIT MIHI FVLMINE
DIVINO INTEREAT IPSE NISI LIBENS VBI VOLVNTAS DEDERIT MEA HOC OPVS
PERFECTVM EST IN ERA DCCCXLVI HOC SIGNO TVETVR PIVS HOC SIGNO VINCITVR
INIMICVS"
["Permanezca en honor de Dios esto, realizado
con complacencia. Alfonso, humilde siervo de Dios, lo ofrenda. Cualquiera
que presumiere llevarme fuera de donde mi buena voluntad la dedicó,
perezca espontáneamente con el rayo divino. Esta obra se
concluyó en la era 846 (año 808 d. C). Con este signo
es protegido el piadoso. Con este signo es vencido el enemigo".]
La Cruz de la Victoria
Es la obra más refinada y sublime de las piezas
de orfebrería que nos han legado los reyes asturianos. Fue
mandada realizar por el rey Alfonso III el Magno para donarla a
la catedral de San Salvador de Oviedo, en el año 908, justo
un siglo después de la Cruz de los Ángeles. En el
Liber Testamentorum del siglo XII, donde se recoge el testamento
de Alfonso III, se indica que la Cruz de la Victoria era la joya
más preciada de todas las que poseía.
Se trata de una cruz latina, de 92 cm. de alto y 72
cm. de ancho, con el alma de madera de roble y los cuatro brazos
recubiertos de placas de oro. El anverso está recubierto
de piedras preciosas y chapas de oro engastado, y en el centro hay
un pequeño relicario que se encontraba cubierto por una pieza
de cristal de roca, hoy desaparecido y sustituido por una piedra
amatista. En el reverso, en cada extremo de los brazos de la cruz
se incrustan cuatro piedras precisas.
También en este caso hay una pequeña
inscripción que rodea los brazos del reverso de la cruz,
formada por pequeñas letras soldadas, y que dice así:
SVSCEPTVM PLACIDE MANEAT HOC IN HONORE DI QVOD OFFERVNT
FAMVLI XPI ADEFONSVS PRINCES ET SCEMENE REGINA QVISQVIS AVFERRE
HOC DONARIA NOSTRA PRESVMSERIT FVLMINE DIVINO INTEREAT IPSE HOC
OPVS PERFECTVM ET CONCESSVM EST SANTO SALVATORI OVETENSE SEDIS HOC
SIGNO TVETVR PIVS HOC SIGNO VINCITVR INIMICVS ET OPERATVM ES IN
CASTELLO GAVZON AGNO REGNI NSI XLII DISCVRRENTE ERA DCCCCXLVI
["Permanezca esto complacientemente en honor de
Dios, que ofrecen los servidores de Cristo Alfonso príncipe
y Jimena reina. Quienquiera que arrebatara este don nuestro, perezca
por el rayo divino. Esta obra se terminó y concedió
a San Salvador ovetense. Este signo protege al piadoso. Este signo
vence al enemigo. Y se fabricó en el castillo de Gauzón
el año 42 de nuestro reinado, transcurriendo la Era 946 (año
908 d. C.)".]
La caja de las ágatas
Es, junto a la Cruz de los Ángeles, la Cruz
de la Victoria y la Arqueta de San Genadio (conservada en la catedral
de Astorga), una de las joyas más sublimes de la orfebrería
prerrománica asturiana. Se trata de una arqueta rectangular,
con la tapa en forma truncada. En el centro de la tapa se encuentra
una placa que se ha fechado en el siglo VIII y que proviene de otra
obra anterior, quizás de algún cinturón o de
un broche-relicario. Sus dimensiones son 42, 5 cm. de largo, 27
cm. de ancho y 16, 5 cm. de alto. Está realizada en madera
de ciprés, y recubierta de oro con piedras redondeadas, a
excepción de la base, que tiene una placa de plata. El hecho
de que el alma de la caja sea de esta madera ha llamado la atención
de los diferentes autores, debido a que el ciprés es un árbol
mediterráneo, inexistente en la Asturias del siglo X. Se
trata de una madera relacionada con el arca de Noé, y con
el templo de Salomón, lo que puede llevar a establecer una
simbología.
Parece que fue realizada para guardar reliquias, aunque
los especialistas también han barajado la posibilidad de
que se construyese para albergar algún códice, quizás
una Biblia.
La caja de las ágatas fue ofrecida por Fruela,
hijo de Alfonso III y su esposa, Numilo, en el año 910 a
la desaparecida catedral de san Salvador de Oviedo, tal y como reza
la inscripción que rodea el solero:
SVSCEPTVM PLACIDE MANEAT HOC IN HO [NO] RE DIQVOD OFFERVN
[T] FAMVLI XPI FROILA ET NVNILO COGNONENTO SCEMENA HOC OPVS PERFECTVM
ET CONCES SVM EST SCG SALVATORI OVETENSIS QVISQVIS AVFERRE HOC DONARIA
NSA PRESVMSERI FVLMINE DIVINO INTEREAT IPSE. OPERAVM EST ERA DCCCCX
VIII
["Permanezca esto complacientemente realizado
en honor de Dios, que ofrecen los servidores de Cristo Fruela y
Nunilo por sobrenombre Jimena. Esta obra se realizó y concedió
a San Salvador ovetense, quienquiera que pretendiera arrebatar este
don nuestro perezca por el rayo divino. Se fabricó en la
Era 948 (año 910 d. C.).]"
En la tapa y los cuatro costados de la caja hay 99
huecos en donde se incrustan las piedras, y en el centro de la placa
de la tapa, hay un tetramorfos zoomórfico que rodea un relieve
que se asemeja a la Cruz de la Victoria.
Los avatares históricos del siglo XX
Con mayor o menor fortuna, las dos cruces y la Caja
de las Ágatas se conservaron hasta el siglo XX. Pero a lo
largo de esta centuria, dos fueron los desastres que estuvieron
a punto de acabar con estas maravillosas obras de arte. Durante
la Revolución de Asturias, en el año 1934 la Cámara
Santa fue dinamitada y todas las joyas sufrieron graves desperfectos;
siendo restauradas en el año 1942. La Caja de las Ágatas
salió volando por una de las ventanas y cayó al claustro
de la catedral, que estaba cubierto de hierba, por lo que milagrosamente,
apenas sufrió desperfectos. No corrieron la misma suerte
la Cruz de los Ángeles y la Cruz de la Victoria que quedaron
casi completamente devastadas. El edificio fue restaurado por Menéndez
Pidal y el escultor Carlos Hevia, bajo los estudios realizados por
Manuel Gómez Moreno y Álejandro Ferrant.
Pero el más grave de los desastres sucedió
la noche del 9 al 10 de agosto de 1977, cuando las joyas de la Cámara
Santa sufrieron uno de los robos más destructivos que haya
padecido jamás un tesoro altomedieval. Esa noche, un vulgar
ladrón se escondió en la catedral, y descendió
por medio de una cuerda a la Cámara Santa. Allí se
apropió de todas las joyas, que fueron destrozadas, arrancándoles
sus piedras preciosas y sus chapas de oro, con la intención
de venderlo al peso. Las cruces perdieron prácticamente todo
el alma de madera y la Caja de las Ágatas, aunque sufrió
menos, también quedó destrozada. El ladrón
fue apresado en Portugal un mes después. Parte del material
había permanecido escondido en una escombrera en Gijón,
y otra parte se encontraba en su poder. Las obras fueron restauradas
en la propia ciudad de Oviedo por la Comisión para la restauración
de las Joyas Históricas de la Cámara Santa de la Catedral,
que finalizó su intervención en el año 1989,
aunque muchas de las piedras preciosas y las joyas se perdieron
para siempre.
(Autor
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
Víctor López Lorente