Real
Colegiata de San Isidoro de León
Introducción
Para muchos
el complejo de la Real Colegiata de San Isidoro de León
es el monumento más valioso del románico español.
No en vano fue un lugar mimado por la prestigiosa monarquía
leonesa en la segunda mitad del siglo XI y la primera del XII.
Tras una
serie de edificaciones prerrománicas de los siglos X y XI
que más tarde trataremos se mandó edificar el famoso
y soberbio Panteón de los Reyes, monumento sepulcral que
actualmente es lo más antiguo que se conserva.
En
sus bóvedas se pintó en el siglo XII un repertorio
de primer orden en el románico europeo `por lo que se la
denomina la "Capilla Sixtina" del románico.
Adosado a éste se erigió uno de los más
soberbios edificios del Románico Pleno Internacional.
Cuando el visitante se sitúa sobre la plaza, se encuentra
en el costado meridional las dos monumentales puertas. La del Perdón
se abre en el muro del hastial del crucero y se decora con un tímpano
bellamente esculpido con las escenas del Descendimiento, el Sepulcro
vacío y la Ascensión. Las mochetas que lo sostienen son magníficas
con dos expresivas cabezas de animales. Por encima aparecen las
figuras hieráticas y solemnes de San Pedro y San Pablo y más arriba
una arquería sobre el tejaroz.
Una vez en el interior, vemos una basílica de
tres naves repleta de exquisita escultura. El interior respira un
difícilmente descriptible ambiente medieval. La penumbra,
la solidez de los pilares, la imaginación de las tallas transportan
al visitante a un mundo olvidado.
Descripción histórica y artística
de la Real Colegiata de San Isidoro de León
La Real Colegiata de San Isidoro es sin duda uno de
los edificios más emblemáticos del arte románico
español. Las pinturas de su panteón están consideradas
la capilla Sixtina del Románico, por su calidad, y por su
excepcional estado de conservación; pero también la
escultura de sus portadas, y la propia arquitectura del edificio
merecen una especial atención.
El interés de esta basílica desborda
el ámbito artístico, ya que se trata de un auténtico
protagonista de su tiempo; un testimonio de primer orden de la vida
espiritual, política y cultural del siglo XII.
El contexto histórico y los orígenes:
las iglesias de San Juan y de San Pelayo
Como
suele sucerder con numeroso edificios históricos medievales,
la actual basílica de San Isidoro de León se levanta
en un lugar donde se alzaban otras anteriores iglesias. La última
de ellas fue edificada por Fernando I para albergar las reliquias
de San Isidoro de Sevilla. Esta antigua iglesia no era de grandes
proporciones y su estilo era plenamente prerrománico - asturiano.
Edificaciones del siglo X
En el templo de San Isidoro se pueden encontrar cinco
empresas constructivas, que en realidad no están bien diferenciadas.
El origen del templo se sitúa en dos instituciones monásticas,
-masculina y femenina-, de finales del siglo IX y del siglo X. En
el año 966 existía ya en el sector noroeste de la
ciudad regia de León un monasterio advocado a San Juan Bautista.
Ese año llegaron a la capital las reliquias del mártir
san Pelayo, encarcelado y atormentado en Córdoba, y se trasladaron
a este monasterio. Cuando Almanzor atacó León por
tercera vez, en el año 994, las reliquias fueron trasladadas
a Oviedo, en previsión de las consecuencias que podía
tener un asalto a esta iglesia.
Las empresas de Alfonso V a comienzos del siglo
XI
Tras la debastación de Almanzor, Alfonso V (999-1028)
reconstruyó la ciudad, y parece que a partir de entonces,
junto a la iglesia de San Pelayo se construyó la de San Juan
Bautista. El monasterio de San Pelayo, panteón real y sede
de la institución del Infantazgo, estaría ocupado
por una comunidad de monjas, y el del Bautista, panteón episcopal,
estaría a cargo de prelados. Alfonso V se encomendó
a la tarea de aglutinar los panteones regios dispersos y disponer
los cuerpos de sus antecesores a la sombra del templo de San Juan
que él edificaba.
Las obras definitivas de los reyes Fernando y Sancha,
y su hija la infanta Urraca
Mas
adelante la reina Sancha persuadió a su esposo, Fernando
I (1037-1065), para elegir este emplazamiento como lugar donde reposar
eternamente, convirtiéndose así, en patrocinadores
de una nueva iglesia que acogerá los restos del mártir
San Isidoro, traído desde Sevilla pocos años antes
de la consagración del templo, el 23 de diciembre de 1063,
en un claro intento de reforzar la vinculación entre la monarquía
leonesa y el regnum gothorum.
Para ello decidieron derruir las edificaciones de Alfonso
V que según nos cuentan las crónicas eran de modesto
ladrillo y barro y acometer un nuevo templo de tres naves y cabecera
de ábsides planos.
Esta basílica de tiempos de Don Fernando y Doña
Sancha debió estar construida con piedra y mármoles,
siguiendo todavía las pautas de la arquitectura prerrománica
asturiana. La mayoría de los historiadores suponen que esta
nueva iglesia no debía ser muy distinta que, por ejemplo,
San Salvador de Valdediós.
Según todos los indicios, debió ser la
reina viuda Doña Sancha -tras el fallecimiento de su marido-
o su hija la infanta Urraca (1033-1101) quien construiría
a los pies de la basílica prerrománica el admiradísimo
Panteón de los Reyes.
El patronazgo de San Isidoro continuará bajo
el reinado de Alfonso VII (1126-1150), cuando se realizará
una ampliación del templo que nos acerca a la estructura
actual.
El Panteón Real
La estructura arquitectónica y escultórica
del panteón
El Panteón, situado a los pies de la iglesia,
es un espacio cerrado. Durante mucho tiempo se pensó que
la edificación que hoy contemplamos fue realizada alrededor
de 1060 en tiempos de los reyes Fernando y Sancha. En la actualidad
se piensa que hay que retasar la fecha hasta 1080 -de ahí
sus formas plenamente románicas- como iniciativa de las infantas
Elvira y Urraca.
Este ámbito funerario conoció su monumentalización
en el último tercio del siglo XI, de la mano de la infanta
Urraca.
El Panteón se apoya sobre las murallas de la
ciudad. Por el este se comunica con el templo, y en el oeste se
abre una arquería. La parte central consiste en un espacio
cuadrangular, dividido en tres naves de dos tramos, separados por
medio de dos columnas. El espacio se cubre con seis bóvedas
de arista que, en el siglo XII, se decoraron con uno de los conjuntos
pictóricos más importantes del románico español.
Conviene prestar atención a los capiteles, algunos
con hojas de acanto y palmetas, otros con motivos zoomórficos,
y cuatro más, con motivos historiados. Estos últimos
representan el sacrificio de Abraham, la historia de Balaam, la
curación del leproso, y la resurrección de Lázaro.
Los dos primeros se sitúan en uno de los pilares de la entrada,
y los otros dos a ambos lados de la antigua puerta de acceso a la
iglesia, que se tapió en el último tercio del siglo
XI, cuando se comenzó a construir el nuevo templo.
También hay otros capitales de carácter
símbólico como aves y grifos bebiendo de un jarro
o un hombre matando a un león.
La decoración pictórica del siglo
XII
Las pinturas murales que decoran el Panteón
debieron ser ejecutadas en la primera mitad del siglo XII. Se trata
de pinturas realizadas al temple, sobre una base de estuco. El ciclo
pictórico comienza con la escena de la Anunciación,
y termina con la Crucifixión. No sabemos el nombre de este
maestro, y tampoco hay otras obras que se le puedan atribuir.
De todas las escenas representadas, vamos a destacar
el Cristo en Majestad y el ciclo pictórico destinado a los
meses del año. No obstante, merece la pena detenerse a contemplar
tranquilamente el virtuosismo y los detalles de todas las representaciones,
la mayoría de las cuáles se acompañan de inscripciones
que ayudan a descifrar la escena representada.
La escena de Cristo en Majestad, rodeado del Tetramorfos
se sitúa en la bóveda del espacio central. Cristo
aparece enmarcado por la almendra mística, bendiciendo con
la mano derecha, y con la izquierda sostiene un libro, en donde
se lee EGO SUM LUX MUNDI. Cristo aparece sentado, con los pies apoyados
sobre la tierra. Sobre el fondo azulado con estrellas, se destacan,
a ambos lados de la cabeza, las letras alfa y omega.
El mensario se encuentra en el intradós del
arco formero que se sitúa a la derecha de la Maiestas Domini.
Se trata de una representación de doce medallones, con los
doce meses del año, y las labores propias de cada mes. El
artista conoce los modelos iconográficos característicos
del arte romano, ya que representa el mes de enero con la iconografía
de Jano, con dos caras, despidiendo el año anterior y recibiendo
el venidero.
La iglesia románica
Poco después
de la monumentalización del Panteón de los Reyes,
se mando reconstruir la iglesia ya al estilo románico pleno
que imperaba en aquella época y traído por los aires
internacionales del Camino de Santiago.
Esta basílica
se construyó con tres naves, crucero saliente y cabecera
de tres ábsides que perdió el central a finales de
la Edad Media para convertirlo en gótico.
Sucesión histórica
Parece que el proyecto inicial no preveía ni
los abovedamientos actuales ni la gran altura de la nave central.
En el siglo XII se acometió una obra, por parte del maestro
Pedro Deustamben, dirigida a dotarla de dichos abovedamientos (medio
cañón para la nave central y de aristas para las laterales).
Lo más importante es que se quiso elevar los muros de la
nave central sobre las laterales para abrir ventanales de iluminación
al exterior (claristorio) sin el uso de la tribuna que se empleó
-por ejemplo- en la catedral de Santiago.
A partir de aquí surgen dos hipótesis
defendidas por distintos estudiosos. Para algunos, esta cons-trucción
no llegó a caerse pero si generó grietas en la bóveda
y desplazamientos de los muros late-rales respecto a la vertical.
Para otros arquitectos contemporáneos modernos
y siguiendo estudios de los paramentos, esta audaz y peligrosa modificación
del alzado sí generó la ruina de las dos últimas
bóvedas de los pies , afectando incluso a la Puerta del Cordero,
motivo por el que se tuvo que reforzar el conjunto y hasta colocar
columnas de apoyo delante de algunos ventanales laterales (¡!)
Tras estos posibles procesos y avatares constructivos,
la iglesia que vemos en la actualidad quedó conformada, desde
los pies hasta el crucero, con tres naves articuladas en seis tramos,
separados por pilares iguales dos a dos. En el muro que marca la
diferencia de altura entre la nave central y las laterales hay ventanas
enmarcadas por dos líneas de impostas. Los arcos del transepto
que se abren a la nave central son polilobulados, con un número
de ocholóbulos, algo inexistente en la arquitectura de al
Andalus y que ha dado lugar a interesantes hipótesis simbólicas.
El crucero y el presbiterio obedecen a un momento posterior.
Las dos naves laterales se cubren con bóvedas de aristas,
mientras que la central, se cierra con una bóveda de cañón.
Se conservan en el interior los hemiciclos abovedados
con bóvedas de cuarto de esfera de los ábsides laterales.
Como ya apuntamos anteriormente, en el siglo XVI se eliminó
el ábside principal románico para sustituirlo por
otra de gran tamaño de estilo tardogótico con crucería
estrellada.
Hay que fijarse muy bien a los pies de la iglesia puesto
que existen dos interesantes puertas.
La más meridional lleva un perfecto crismón
trinitario con abundantes rastros de policromía, como otras
tantas iglesias del Románico Pleno el el Camino de Santiago,
especialmente en Aragón y Navarra.
Al lado tenemos otra puerta de comunicación
con el Panteón, con tres arcos de herradura, el interior,
además, polilobulado, de inspiración mozárabe.
También aquí es interesante detener la
mirada en los capiteles. La mayoría son muy estilizados y
con formas arcaizantes. Muchos de ellos presentan modelos de Loarre,
Fromista y, sobre todo, Jaca.
Sus formas son muy diversas, algunos son clásicos
con acantos, roleos, palmetas y motivos vegetales, mientras que
otros son historiados, y representan escenas bíblicas, o
motivos que encajan dentro del bestiario románico.
Dentro del repertorio de estos animales, abundan fundamentalmente
los reales como las aves y los leones, frecuentemente interactuando
con seres humanos.
Las portadas historiadas
San Isidoro tenía tres portadas, de las cuales
solo nos han llegado dos, las situadas en el lado de la Epístola.
En el claustro y en el museo de León se localizan algunos
restos del tímpano de la portada septentrional del crucero,
que no se ha conservado, aunque se han realizado algunas hipótesis
respecto a su forma e iconografía.
Las dos grandes portadas del muro sur son conocidas
como la puerta del Cordero y la del Perdón. Su escultura
se encuentra en relación directa con el edificio; que a su
vez se encuentra ligado a la monarquía de una forma especial,
dado que se trata es un Panteón Real. Evidentemente, esto
influye en su iconografía, que se elegirá en función
de lo anterior. Las portadas historiadas son una de las aportaciones
más interesantes de San Isidoro de León al desarrollo
del románico.
La puerta del Cordero
La portada del Cordero se abre al cuarto tramo de las
naves, en el muro sur del edificio. Parece que se acabó hacia
1100, aunque la parte superior fue rehecha en la Edad Moderna.
A ambos lados del tímpano, en las enjutas, se
sitúan las figuras en relieve de Isidoro y Pelayo. Por encima
de estas figuras se pueden ver algunos relieves, entre los que sobresale
un conjunto de signos del zodiaco.
La portada, en forma de arco de medio punto, tiene
dos arquivoltas, con sus correspondientes capiteles y columnas.
En el tímpano de esta portada hay una representación
de El sacrificio de Isaac y, encima, El cordero místico,
que enlazan con la historia de la redención.
A la derecha de la Sacrificio de Isaac aparece de nuevo
Isaac desatándose las sandalias, a continuación un
sirviente montado en burro y, por último, Sara, la mujer
de Abraham, sentada a las puertas de su casa. A la izquierda, tras
el ángel que ofrece el cordero para ser sacrificado en lugar
de Isaac, se puede ver a una mujer y a su lado un personaje montado
a caballo con un arco: Isame, el hijo que tuvo con Agar, la concubina
de Abraham.
La puerta del Perdón
Todo parece indicar que la Puerta del Perdón
se realizó un poco más tarde que la portada del Cordero.
Como la anterior, consta de dos arquivoltas de medio punto, ligeramente
peraltadas, que nacen en una pequeña cornisa con decoración
de lazo. Es una puerta más sencilla, y toda la decoración
se concentra en el tímpano, que muestra escenas de la muerte
y resurrección de Cristo: el Descendimiento, las Marías
ante el sepulcro y la Ascensión.
Flanqueando el conjunto, en las enjutas, se encuentran
las figuras de san Pedro y san Pablo, patronos de Cluny y pilares
de la iglesia de Roma, que ya ha impuesto su rito en la Península.
Otras dependencias
La torre del Gallo
Fue construida en tres fases, que se corresponden con
las diferentes empresas constructivas del edificio. Los dos primeros
tramos se fechan en el siglo XI, y fueron concebidos como un recinto
defensivo. Los dos siguientes, son ya del siglo XII, y actúan
a modo de torre para las campanas.
Se remata con una veleta en forma de gallo, que da
nombre a la torre, cuyo original se conserva en el Claustro, y que
al parecer era un aguamanil procedente del golfo pérsico,
datado en el siglo VI, que llegaría a León por medio
de al Andalus, seguramente como obsequio para el rey.
El claustro
El claustro se construyó en el siglo XVI, y
en el siglo XVIII se le añadió un segundo piso. Se
ubica en el costado norte. De época medieval tan sólo
conserva la panda que se encuentra pegada a la iglesia, que actuaba
a modo de pórtico, y que se compone de una arquería
de medio punto que se prolongaba hasta la muralla.
El Museo de San Isidoro
Tampoco
es despreciable el Mmuseo de San Isidoro que conserva algunas piezas
de arte mueble de primera magnitud.
Éste se ubica en la tribuna real, situada encima
del Panteón, a los pies de la iglesia. Aunque no hay ninguna
evidencia documental, tradicionalmente se ha defendido que este
espacio era un lugar exclusivo para la reina doña Sancha,
aunque en el siglo XII sufrió varias modificaciones. Muchas
de las piezas que componen el Tesoro de San Isidoro se han conservado,
pero se encuentran fuera de esta institución, como el Crucifijo
de Fernando y Sancha, conservado en el Museo Arqueológico
Nacional.
A continuación, se muestra una reseña
de las piezas más importantes atesoradas en el Museo:
Una de las obras más sobresalientes es el Cáliz
de Doña Urraca. Se expone en la parte baja de la torre, en
un lugar separado del resto de la colección, lo que obliga
al visitante a contemplar su singular belleza. Se trata de un objeto
suntuario de época romana, compuesto por dos cuencos de ágata,
que fueron enriquecidos con oro, plata sobredorada, esmaltes y piedras
preciosas en el siglo XI por doña Urraca. Una inscripción
en la parte inferior reza IN NOMINE D[OMINI] VRRACCA FREDINA[N]DI
(En nombre del Señor Urraca la de Fernando).
La conocida como arqueta de los marfiles es un recipiente
de madera, con cubierta en forma de artesa, destinada a guardar
las reliquias de San Juan y San Pelayo. Fue construida en el 1059
bajo el patrocinio de los reyes Fernando y Sancha. La pieza contaba
con una inscripción que fue destruida cuando las tropas napoleónicas
saquearon el templo. Las placas de marfil que adornan los costados
muestran a los doce apóstoles, cada uno bajo un arco de herradura
y de medio punto. En la parte superior de la tapa se encuentra un
relieve del Cordero místico; y en el tablero frontal de la
misma hay una representación del arcángel Miguel matando
al dragón.
La arqueta de san Isidoro, destinada a las reliquias
del patrón de la basílica, también es de madera,
con chapas de plata, figuras en relieve, y se encuentra forrada
con telas en su interior. Se trata de un recipiente rectangular,
con las cuatro esquinas en resalte, y los frentes divididos en tres
compartimentos con relieves, cuya iconografía gira en torno
a la Creación.
La caja de los esmaltes es un recipiente de madera
de roble. Tiene una base rectangular, y una tapa en forma de tejado
a dos aguas, con un resalte central en sus dos frentes alargados.
Se decora con diecisiete planchas de esmaltes de Limoges, con los
Apóstoles, la Crucifixión y el Tetramorfos. Una de
las puertas que tiene en un costado indica que el objeto fue usado
como relicario.
Otras piezas de considerable valor son el conocido
como Portapaz del Pantocrátor, y el pendón de Baeza.
La visita al museo se completa con los objetos
expuestos en las capillas del claustro, donde se puede ver, entre
otros, la veleta original de la torre, una campana de bronce, fechada
en el siglo XI, y restos de la portada norte de la iglesia.
Enlace relacionado:
Museo
de León
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
Víctor López Lorente)