Guía
monumental (arte e historia) de la ciudad de Cuenca
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Cuenca |
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Cuenca |
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Serranía
Media |
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55.000 |
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997 |
Introducción
a la guía de arte (monumentos y rutas) de la ciudad de Cuenca.
Cuenca, situada a una altitud de 997 metros,
en su centro urbano. Entre las hoces de los ríos Júcar
y Huécar, ocupa un entorno natural de gran belleza paisajística.
En
esta ciudad se pueden diferenciar claramente dos zonas: la antigua,
situada sobre un cerro rocoso, bordeando las hoces del Júcar,
al norte, y de su afluente el Huécar al sur. Este río
desemboca en la parte baja de la ciudad antigua, un poco antes del
llamado Puente de San Antón.
La ciudad nueva se extiende al oeste y
sur de la antigua y separada por el Huécar, teniendo como
centro la calle Carretería.
El título de Ciudad le fue concedido
por Alfonso X en el año de 1257, siendo por ello una de las
ciudades más antiguas de la Península.
Historia de Cuenca
En cuanto a los orígenes históricos
las primeras referencias se encuentran en los textos árabes,
haciendo referencia a un asentamiento, precedente de lo que sería
la actual Cuenca, en el año 784.
No obstante los primeros vestigios humanos
de la provincia de Cuenca datan del Paleolítico Superior,
alrededor del año 90.000 a.C.
Según los estudios realizados,
las primeras tribus de la zona fueron los beribraces, dedicados
al pastoreo, y los arévacos principalmente agricultores.
Posteriormente llegaron los olcades, grandes guerreros que tomaron
el control de la mayor parte de la provincia, y los lobetanos, éstos más pacíficos, en su mayoría pastores y agricultores
que pusieron su capital en Lobetum.
Ya en época romana la serranía
conquense fue escenario de varias guerras celtíberas. Los
romanos, por su parte crearon tres ciudades importantes como fueron
Segóbriga, Ercávica y Valeria. La zona de la capital
(Cuenca) estuvo muy poco poblada, hallándose unos pocos restos
en la zona cercana al puente del Castellar.
Con las invasiones bárbaras el
esquema poblacional se mantuvo aunque con un claro declive de los
centros urbanos de la época romana.
Con la posterior invasión musulmana
es cuando se hace referencia a un asentamiento, precedente de la
actual ciudad, llamado Qunka, favorecido por los Banu-Di-I-Nun e
integrada en la cora de Santaver. Esta era una de las divisiones
territoriales del Califato de Córdoba, extendiéndose
por las actuales provincias de Cuenca y parte de las de Guadalajara
y Teruel. La población se fortifica y va ganando en importancia
y población. La construcción fue al estilo andalusí,
con una alcazaba, en la zona más alta, una medina con su mezquita
aljama en el lugar en donde hoy se alza la Catedral, y un alcázar.
Todas estas construcciones separadas por fosos labrados en roca
viva y fortificados por murallas. Cómo otro elemento defensivo
se hizo, en la desembocadura del Huécar un gran estanque.
En el periodo musulmán la historia
de Cuenca cuenta con numerosos sucesos. El primer gobernador militar
fue asesinado en el año 768, por un maestro de escuela, como
acto de rebeldía contra las tropas omeyas de Abderramán
I. En el año 772 el gobernador se enfrentó a los bereberes
de Valencia, fue depuesto y enviado como prisionero a Córdoba
en el 786.
Alrededor del 887, Musa, hijo de Sulyman,
con 20.000 hombres conquistó Toledo, después de haberse
hecho con el gobierno, se mantuvo independiente hasta su muerte
en 908. Sus sucesores fueron gobernadores del territorio hasta el
año 936, en el que se les quita el señorío
de Uclés, y se les compensa con la plaza de Madrid.
Con la muerte de Almanzor en el 1002,
vemos como Al-Andalus, se desmembra en reinos de taifas.
Al-Mamún de Toledo formó
el más extenso de estos reinos, anexionándose los
reinos de Valencia y Córdoba. Su hijo Ismail, en calidad
de príncipe conquense le sucedió desde el año
1049.
Sancho Ramírez, a quien se debe la conquista de grandes territorios,
la consolidación del reino de Aragón, el Fuero de
Jaca, fue padre de Pedro I rey de Aragón y Pamplona, y de
Ramiro II, rey de Aragón. Sitió, en 1076 Cuenca, sin
lograr conquistarla.
En el año 1080, se da el Pacto
de Cuenca, al perder Yahya Al-Qadir Toledo y tener que refugiarse
en la misma Cuenca. Por este pacto Alfonso VI recibió Zorita
y otros castillos a cambio de su ayuda militar.
Importante es señalar que por estas
fechas comenzó la acuñación de monedas en la
ciudad. La ceca se mantendría activa en época cristiana,
hasta el punto de que los Reyes Católicos fueron los que
permitieron que siguiese acuñando moneda, después
de cerrar las otras seis cecas de sus reinos.
Siguiendo con el acontecer histórico
llegamos a la derrota de Alfonso VI, en Sagrajas (en las proximidades
de Badajoz), batalla en la que intervinieron los almorávides
y que constituyó un desastre en pérdida de vidas tanto
para las tropas castellanas como para las leonesas, aunque no supuso
una gran pérdida de territorios, al tener que marcharse el
caudillo Yusuf ante la noticia de la muerte de su heredero.
Esta derrota cristiana fue aprovechada
por el rey musulmán de Sevilla para adueñarse de la
sufrida Cuenca.
Cuando los almorávides atacaron
Sevilla Al-Mutamid, envió a la princesa Zayda, para pedir
ayuda a Alfonso VI, ofreciéndole a cambio la guarda y custodia
de Cuenca y otras plazas.
Nuevamente se pierde la ciudad en 1108,
tras la batalla de Uclés. Hay que esperar al año 1147,
en el que el llamado Rey Lobo o Ben Lope se proclama rey de Cuenca,
Murcia y Valencia, junto con toda la parte oriental de la Península.
Convirtiéndose en una figura capital en los Segundo Reinos
de Taifas.
El rey Lobo descendía de una familia
de aristócratas muladíes (de origen hispanorromano
y visigodo, convertidos al Islam) de origen mozárabe. Cómo
rey independiente se enfrentó a los almohades hasta su muerte
acaecida en 1172.
Llegamos a la figura cumbre de nuestra
historia con un Alfonso VIII, de 17 años que puso cerco a
la ciudad, pero a los 5 meses, tropas musulmanas llegadas para ayudar
a los sitiados, obligaron a huir al rey castellano.
Se firmó una tregua de siete años,
poniéndonos ya en el verano de 1176, en el que los conquenses,
junto con los Alarcón y Moya cometieron algaradas en Huete
y Uclés, rompiéndose de esta manera el pacto suscrito.
Alfonso VIII recabó ayuda de los
señores de tierras, del rey de Aragón, Alfonso el
Casto, de las órdenes militares de Santiago, Calatrava y
Monteagudo. El resultado fue un nuevo cerco a la ciudad, que terminó
el día de la Epifanía del Señor del año
1177.
El 21 de Septiembre la ciudad se rinde
y el rey y su séquito entran en la ciudad, según tradición,
no documentada, a través del Arco Bezudo y al grito de "Cuenca
libre". Así pasa a ser parte del reino de Castilla.
Tras la conquista, la población
se distribuyó de acuerdo con su religión, los musulmanes
ocuparon la zona del alcázar, actual plaza de Mangana. La
judería se estableció en torno a la calle Zapaterías,
próxima a la Plaza Mayor. La población cristiana se
dividió en parroquias, la parte alta se reservó a
la aristocracia y sus casas señoriales. Tras los progomos
de 1391 la población judía se trasladó al barrio
musulmán del alcázar.
Inmediatamente después de la reconquista
se construyó un Concejo y una Sede Episcopal, comenzando
la campaña de repoblación, con la cual se dio un nuevo
impulso al crecimiento de la ciudad, apareciendo numerosas aldeas.
Todo ello fue favorecido por los privilegios y exenciones dadas
en el llamado Fuero de Cuenca para los nuevos pobladores.
El fuero concedía una categoría
especial a aquellos que poseyeran un caballo de guerra, lo que llevó
a la creación del "Cabildo de caballeros y escuderos
de Cuenca", que con el tiempo se convirtió en el grupo más poderoso, ocupando los puestos de poder. Además se establecía
el uso comunal de los extensos pinares de la Serranía, que
junto con las actividades transhumantes serían la base de
su prosperidad económica.
Antes de la reconquista cristiana era
el prototipo de la ciudad fortaleza medieval. Dentro del casco histórico
estaban la Ciudad Alta, las hoces y la zona extramuros que marca
la separación entre la dicha ciudad alta y la baja. Una fuente
de la época nos dice: "Cuenca es una villa pequeña
pero antigua. Está situada cerca de un estanque artificial
y rodeada de murallas, pero sin arrabales. Los tapices de lana que
allí se hacen son de excelente calidad". En estos tiempos
se puede decir que su perímetro coincidía con el actual
de la ciudad alta y que la vida de sus habitantes se articulaba
entre el castillo y el alcázar.
Su trazado urbano es claramente medieval.
Un largo y empinado eje longitudinal desde la Puerta de Huete (entrada
en la parta más baja de la ciudad), que cuenta con el Puente de
la Trinidad, hasta la subida al castillo. Este recorrido se puede
seguir por la calle Palafox, San Juan y Alfonso VIII, hasta la Plaza
Mayor, continuando hacia arriba, por las calles de San Pedro y el
Trabuco, quedando todo ello rematado por la Puerta de Bezudo con
la coracha hacia el Júcar para el abastecimiento de agua
en los límites altos del castillo.
El conjunto urbano, tanto el musulmán
como el cristiano descendía hasta la hoz del Huécar, más accesible, en el límite de la ciudad. Las tierras
a los pies del farallón rocoso constituían un importante
elemento económico ya que estaban explotadas por huertas
que aprovechaban el agua del Huécar y se complementaba con
la actividad de los molinos del Júcar.
Existían en la muralla tres postigos
que llevaban a las huertas y a los molinos.
Intramuros la vida se movía entre
los distintos barrios que rodeaban la alcazaba y el alcázar:
el barrio del Castillo, la Hoz del Huécar (en donde está
la Puerta de Valencia), Cauce del Huécar (hasta el Puente
de San Antón), el barrio de San Francisco (ahora parque de
San Julián, sitio en el que se supone que acampó el
rey Alfonso en su largo asedio a la ciudad) aquí encontramos
calles como la de la Moneda, Los Tintes, el Hospital Y la Iglesia
de Santiago y junto a la calle Colón un excelente Mirador
en donde el Júcar se junta con el Huécar.
Retrocediendo en el tiempo y continuando
con la época medieval, tiene importancia la muerte de Alfonso
XI, ya que comenzaron las luchas entre Pedro I, hijo legítimo
del monarca, fruto de su matrimonio con María de Portugal, y Enrique de Trastámara nacido de la larga duración
amorosa del monarca con Leonor de Guzmán (con la que tendría más de diez hijos).
La ciudad fue partidaria de Enrique, apoyándolo
fielmente, por lo que ya proclamado como Enrique II, la visitó,
mostrando su agradecimiento, dicha visita sirvió como punto
de partida para una leyenda que aún hoy perdura que tiene
como escenario las casas colgadas, de las cuales se hablará más adelante.
En cuanto al número de pobladores
en el siglo XV llegaron a los 6000 habitantes, cifra muy alta para
la época, considerándose por eso como una de las principales
ciudades de la corona.
Como dato decir que en 1428 se certificó que ya no residía
ningún judío en la población, por lo que la
sinagoga se transformó en la Iglesia de Santa María
la Nueva.
Era costumbre la celebración de
mercados semanales, estableciéndose en 1466 que éstos
fueran en el llamado campo de San Francisco, en un intento de evitar
las penosas subidas de las carretas cargadas con las mercancías.
También sobre estas fechas se construyó un nuevo Concejo
en la Plaza Mayor.
La ceca, que funcionaba ya en época
musulmana se trasladó a un edificio cerca de la parroquia
de San Andrés, una de las catorce parroquias existentes en
la ciudad.
La configuración de la parte baja
de la ciudad comenzaría en los siglos XIV y XV, apareciendo
barrios nuevos. Continuando, no obstante como centro más importante
los entornos de la Plaza Mayor y de la Plaza del Carmen, lugar donde
se reunía el Concejo.
La crisis económica del siglo XVII
afectará a la ciudad y a la provincia, lo que se reflejará
en la grave disminución de su población que pasa de
unos 12.000 vecinos a poco más de 3000 en 1640.
Se produce un breve repunte en el siglo
XVIII que no salva estas tierras de una decadencia progresiva que
comienza en el siglo XIX y se agrava en el XX. El Obispo Palafox
intenta remontar la crisis con la instalación de una fábrica
de alfombras y paños.
Durante la guerra de la Independencia
es saqueada por los ejércitos franceses y recuperada después
por las tropas, entre otros, de Juan Martín, el Empecinado.
Vuelve a sufrir un asedio militar durante
la tercera Guerra Carlista de 1873.
Fue declarada por la UNESCO, en
1966, Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Murallas y castillo
en el sitio más estratégico y elevado de la
ciudad, en un estrecho istmo, se levantaba el Castillo islámico.
Además de esta fortaleza, la antigua ciudad estaba rodeada
por una muralla y contaba también dentro de este recinto
con un Alcázar, como ya hemos dicho anteriormente.
Queda muy poco de esta ciudad-fortaleza, los restos
deteriorados que podemos ver ahora, son de épocas posteriores,
incluso del reinado de Felipe II. Lo más notable es la Puerta de
Bezudo o puerta del castillo, que daba acceso desde el exterior
a través de un puente sobre un foso. En la actualidad, tras
su transformación cuenta con un arco de medio punto sobre
el que se acoplan tres escudos de época renacentista. Mirando
desde este enclave se ve cómo la muralla descendía
hacia la Hoz del Júcar, por los pocos lienzos de muralla
que se conservan, un torreón dos magnificas estructuras cúbicas,
al lado se situaba el castillo.
Podemos imaginar como sería otra de las puertas
de la ciudadela en la Puerta de San Juan, que vista desde el interior,
aun conserva su arco ojival de sillería.
El castillo data del siglo X, ocupando el lugar más escarpado, motivo por el que resultó casi inexpugnable a
las tropas cristianas, siendo su conquista fruto del asedio de meses.
La función propia del castillo pervive durante
toda la Baja Edad Media, llegando al siglo XVI bastante deteriorado,
como consecuencia de los continuos avatares sufridos en esos cuatro
siglos.
Después de la Guerra de la Independencia, españoles
y franceses volaron y destruyeron gran parte del edificio.
Después, en la segunda mitad del XIX (1862)
fue nacionalizado, realizándose diferentes reformas de la
cárcel, que lo sería hasta 1972, funcionando como
prisión provincial.
Hoy en día es Archivo Histórico Provincial y está
declarado Bien de Interés Cultural desde 1997.
Iglesia de San Pedro
Situada en la parte más alta de
la ciudad y una de las más tempranas construcciones tras la reconquista
cristiana.
Se supone que fue construida con tres naves y torre a los pies.
En el siglo XVI se construyó
una capilla que posiblemente se pueda identificar con la de San
Marcos, patrocinada por Miguel Enríquez, capellán
de la Catedral. Terminada en 1604 se cubre con un magnifico artesonado
ochavo de tradición mudéjar.
En el siglo XVII, la torre amenazaba
ruina, por lo que en 1660, se reedificó, cubriendo el chapitel
con teja por ser de mejor calidad y vida que la pizarra y la hojalata.
En el siglo XVIII, la Iglesia, como
otras, fue totalmente renovada por el arquitecto José Martín
del Aldehuela, quedando solo el artesonado original de la capilla.
La planta es un octógono,
en el que se inscribe una circunferencia y en el perímetro
se adosan pilastras, entre ellas, arcos de medio punto. En
este espacio centralizado, el ábside es poligonal, marcando
un claro eje en cuyo extremo está situada la fachada, compuesta
por la portada y la torre.
Sobre la puerta se dispone un pequeño
coro. Este espacio circular tiene cornisa denticulada muy resaltada,
se cierra con cúpula sobre tambor.
Las ventanas, de forma mixtilínea,
la rocalla que adorna los capiteles y guarniciones de huecos es
típica del estilo arquitectónico de José Martín.
En la portada, destacar el arco
de medio punto de tronco de cono entre pilastras cajeadas y nichos
avenerados a los dos lados y la superposición de la cornisa
que se incurva ligeramente.
La decoración que une el
cuerpo inferior con el superior está enmarcada por pilastras
jónicas.
En la torre se ven tres cuerpos
decrecientes, rematada a finales del siglo XVIII, con un cuerpo
de campanas. Después de la Guerra Civil fue restaurada.
La Catedral
Fue el primer edificio que se comenzó
a construir tras la Reconquista, en el lugar donde se emplazaba
la antigua mezquita principal musulmana. De estilo gótico
temprano está considerada como su más temprano ejemplo en
España; se consagró en 1208 por el Arzobispo Ximenes
de Rada, aunque no fue terminada hasta 1271.
Podemos ver restos de transición
del románico al primer gótico de finales del XII,
otros del siglo XIII y otros del XIV.
Tiene planta de cruz latina con
tres naves y una sola en el transepto, además de las las
características bóvedas sexpartitas propias de este periodo
balbuceante de la arquitectura gótica y una torre linterna cuadrada
sobre el crucero.
Aunque se ha relacionado con el
arte cisterciense borgoñón y, sobre todo desde Lampérez
cono lo anglonormando, hoy se considera un templo muy relacionable
con el Gótico Temprano del norte de Francia, como se pude
apreciar en las catedrales de Laon y Soissons.
La serie de capillas que cubren
las naves laterales fueron edificadas en los siglos XVI y XVII,
destacando la de los Apóstoles, la del Santo Espíritu
y la de los Caballeros, además de las salas nobles, como
la Sacristía y la Sala Capitular. Al claustro se accede por
el singular Arco de Jamete.
No queda ninguna de las cuatro torres
del templo, salvo el arranque de la del Ángel, obra de la
primera fase constructiva.
Debe destacarse también el triforio abierto y el Transparente
obra barroca de Ventura Rodríguez.
El interior está lleno de muestras
del virtuosismo barroco en tallas, rejerías y retablos.
El hundimiento, en 1902 de la Torre
de Giraldo afectó a la fachada del templo. La actual esta
reconstruida en estilo neogótico, la última transformación
ha sido la colocación de las vidrieras por artistas contemporáneos.
Más
información de Catedral
de Cuenca
Palacio Episcopal
De una arquitectura vertical y severa.
El desdoblamiento de estilos nos proporciona el vínculo entre
los elementos estilísticos del s.XVI y del s. XVIII. Dando
una idea de las reformas efectuadas en el recinto.
La imagen de solemnidad de su exterior
queda confirmada por un interior con dos centros perfectamente ordenados:
el Archivo y el Museo Diocesano.
Según la tradición
conquense San Julián ( el Obispo Santo) habitaba en uno de
los salones de la planta baja, recorriendo un patio interior, se
llegaba a los aposentos del Obispo y hasta una entrada particular
que daba paso a la Catedral.
Un estudioso del lugar, Pedro José
Cuevas, relata que fue en 1250, durante el obispado de Mateo Reinal,
cuando se concluyeron las obras del edificio antiguo. Como queda
dicho las reformas continuaron en el siglo XVI, y en el XVIII se
puso una portada neoclásica.
En 1250 el Palacio se instaló
en unas casas, de origen musulmán, de las que aún
quedan inscripciones árabes y una puerta decorada con yeserías.
Dichas casas le fueron donadas por el Cabildo de la Catedral al
dicho Obispo Reinal.
En el siglo XVI se proyectó el
Palacio con un patio central, disponiendo estancias en torno a él.
Este patio se conserva en buen estado, es de planta cuadrada. En
el piso bajo tiene, en cada panda tres arcos góticos, de
sección curva de estilo Reyes Católicos.
En el piso alto, se abre una galería
que duplica los vanos, con arcos carpaneles apoyados sobre columnas
jónicas.
Se puede ver el escudo de Diego Ramírez, en distintas partes
del edificio, sirviendo también como motivo ornamental.
Delante de este patio principal, había
otro, de una sola planta, al que se entraba directamente desde el
exterior. En él, dos puertas platerescas contrastan con la
puerta del siglo XVII, que se puso en el zaguán, con almohadillado
y decoración de bolas y pirámides.
En el siglo XVIII, se remodeló
el patio delantero, realizándose una ampliación de
la crujía que da a la fachada principal y se entesta con
el crucero. Esta fachada es de un fino clasicismo como se puede
apreciar en su ordenación y en la decoración de los
vanos.
A finales de este mismo siglo se
cerró el patio central y se decoró el techo de uno
de los salones de la planta noble, del ala sur, con una cúpula,
cuyas pechinas se adornaron con relieves de águilas.
Museo Diocesano
El Museo ocupa las tres primeras plantas
del Palacio Episcopal, que coinciden con las estancias más antiguas
del edificio.
En la sala conocida como "el Cuarto de San Julián"
se conservan restos de yeserías con inscripciones cúficas
y pueden percibirse los ventanales góticos del primer palacio.
En la planta de entrada se encuentra el zaguán, a continuación
la sala correspondiente a la época medieval y las tres salas
siguientes corresponden al Renacimiento.
El museo está formado por diez
salas con más de 200 piezas de gran valor. Los fondos proceden
de las iglesias de la Diócesis y de la Catedral.
Además de dos lienzos del Greco
(pintados para dos pueblos de Cuenca), se puede admirar la colección
de tapices flamencos, las tablas renacentistas y la Sala del Tesoro.
La Sala del Tesoro se halla en el sótano
del palacio, en una cámara acorazada, la llamada sala 5.
Aquí se guardan las piezas más valiosas de la Diócesis,
distribuidas en salas y en vitrinas.
La primera es la sala de las Custodias y en ella también
podemos admirar bellos cálices y Copones del siglo XVI.
Un bello acetre y un Hisopo de plata blanca
del siglo XVIII, del mismo periodo vinajeras y una campanilla dorada;
portaviáticos de plata dorada del s .XVII, procedentes de
la Catedral, un cáliz de plata dorada de Francisco de Becerril,
s.XVI.
Cómo pieza curiosa un Copón
en plata dorada y filigrana, del s. XVI, procedente de la parroquia
de Moya, que es un regalo de la reina Isabel la Católica
a la marquesa de Moya. También hay cálices que se
remontan al siglo XV. Veremos bellísimas custodias de mano
de la más delicada orfebrería y cuidadas filigranas.
Otras piezas importantes son las cruces
procesionales tardorrománicas de Arrancacepas y Ribagorda,
del siglo XIII y realizadas en bronce dorado.
Pero hay una pieza especialmente singular,
el báculo románico de Limoges de San Julián,
santo y obispo de Córdoba entre finales del siglo XII y comienzos
del XIII. Es de bronce dorado con bellos esmaltes de color azul,
rojo y blanco con la figura de San Miguel venciendo al dragón
Satanás.
Por último, de esta maravillosa
Sala 5 del Museo Diocesano de Cuenca orientamos al visitante a admirar
el Díptico Bizantino del siglo XIV conocido como Relicario
de los Déspotas de Epiro y realizado en Meteora. Es una doble tabla
con plata repujada y ricamente decorada con perlas, piedras preciosas
y pinturas al temple.
En la sala 2 están los dos
Grecos y un Díptico.
En la entrada no dejemos de contemplar la escultura del Obispo Flores
Osorio, patrocinador de las obras del edificio.
Iglesia de San Miguel
La Iglesia de San Miguel
se alza sobre una plataforma en la hoz del Júcar, junto a
la antigua muralla y es una de las parroquias más antiguas
de la ciudad, perteneciente en su origen al románico (construida
en el siglo XIII); junto con la Iglesia de San Nicolás cuya
estructura original (planta rectangular, ábside de piedra,
orientación sur de la fachada) presenta características
también románicas.
Dentro del estilo románico
hay que citar también las ruinas de la iglesia de San Martín
Obispo con un ábside de sillería de claras hechuras
románicas.
Volviendo a la iglesia de San Miguel diremos
que en su origen constaba de una sola nave de mampostería,
cubierta de madera, presbiterio rectangular más ábside
semicircular, con la torre a los pies.
El interior tiene una decoración
renacentista. Actualmente se conserva de su original construcción
románica el ábside y parte de su muro meridional.
El ábside está realizado
en mampostería, ahora adosado a una construcción cuadrangular.
Se ven modillones o canecillos de su original construcción
y muestra también la altura que tendría el alero,
ya que se elevó un segundo cuerpo, modificando la altura
del ábside.
Los canecillos son geométricos,
convexos y sin ninguna decoración. Bajo ellos, en el centro
del tambor absidial aparece una ventana cegada, con doble arco de
medio punto trasdosado por otro arco y con jambas de aristas a bisel.
En el s. XV se añadió a la iglesia otra nave en el
lado norte, que también se cerró con un artesonado
mudéjar.
En el XVIII, se hizo una reforma total.
En la portada podemos ver que el cuerpo inferior corresponde a este
siglo. Está almohadillado y se reduce a un arco de medio
punto entre pilastras apenas resaltadas. La parte superior tiene
una hornacina central, entre dobles pilastras jónicas y unas
curiosas imágenes de donantes en las hornacinas de los extremos.
En el interior, el primitivo cerramiento
de las naves, con techumbre de madera, fue sustituido, en la nave
principal por una bóveda de medio cañón con
lunetos y en la nave colateral, se dispuso una nueva bóveda
de arista, asentada sobre dobles pilastras, de potente comisamiento.
Los capiteles son de tipología corintia y fueron adornados
con cabezas de ángeles.
Ruinas de la iglesia de San Pantaleón
Se sitúa en el número
10 de la calle de San Pedro, en pleno casco antiguo. Declarado monumento
histórico-artístico en 1992. Hoy en día es
un espacio sin techumbre, con una sola columna y una sola puerta
enrejada.
Edificada en la segunda mitad del s. XIII,
por la Orden de San Juan de Jerusalén (los antiguos templarios).
Solamente conserva una de sus tres puertas originales (en sus orígenes
poseía una triple cabecera plana). Relegada en espacio, parte
de ella fue demolida en el siglo XVI por las reformas en la calle
del Obispo Guerra Campos y la ampliación del claustro de
la Catedral.
Durante las terceras Guerras Carlistas se levantaron en este sitio
barricadas, lo que no fue bueno para su conservación.
La musealización del 2011 permitió
revalorizarla y fue cuando se descubrieron mas de 100 tumbas, muchas
de ellas superpuestas, que componían una necrópolis,
después de siglos de enterramientos. Estos se ubican en lo
que fuera el perímetro de la Iglesia, lo que era una práctica
muy común en la Edad Media, con el tiempo fue descartada
por suponer una peligro para la salud pública.
En el centro, al entrar veremos una escultura
del poeta conquense Federico Muelas.
En las épocas de buen tiempo se
ubica allí una terraza, criticada por muchos, al no ser el
mejor medio para conservar el patrimonio.
En esta iglesia se conserva un bajo relieve,
en el que se ve un jinete (algunos dicen que San Jorge, pero la
mayoría se inclina por el Arcángel San Miguel) alanceando
a un dragón, tema típico templario. La eterna lucha
entre el bien y el mal. El sitio hay que buscarlo, como pista está
en un capitel.
Artísticamente la portada está
compuesta por un arco ojival de grandes dovelas de sillares, conformadas
por diversas molduras que se apoyan sobre capiteles con decoración
vegetal e iconográfica, que parecen guardar relación
con la simbología templaria.
Las columnas se apoyan en altas y cilíndricas basas.
El ábside plano está realizado
en mampostería y conserva en su parte más elevada una ventana,
esta adovelada ventana saetera abocinada en el interior, tiene arco
de medio punto.
Desde la calle, la saetera derrama al
exterior trasdosada por otro arco de medio punto sobre jambas de
silleria a bisel en sus aristas.
La iglesia está próxima
a la Plaza Mayor y es una de las primeras construcciones después
de la Reconquista.
Museo Arqueológico
Haciendo una breve reseña diremos que el museo
se enclava en la llamada "Casa del curato de San Martín",
en la calle Obispo Valero.
Tiene tres secciones: Arqueología, Etnología
y Bellas Artes. Sólo puede visitarse la sección de
Arqueología.
Es un edificio del siglo XIV, de tres plantas, conserva
restos de su primitiva construcción gótica.
Se exponen piezas halladas en los yacimientos de la
provincia, con textos, imágenes y maquetas. La planta baja
está dedicada a la Prehistoria, la primera planta a objetos
de las épocas: tardorromana, medieval y moderna.
Además consta de tres salas dedicadas a las
ciudades romanas de Segóbriga, Ercávica y Valeria.
Torre de Mangana
La Torre de Mangana es un símbolo emblemático
de la ciudad. Se supone que pudo ser una de las torres del antiguo
alcázar musulmán.
Las primeras pruebas gráficas de su existencia
se tienen por medio de Anton Wyngaerde, pintor que en 1565, realizó
un dibujo de la Torre dentro de un paisaje. Se ve que la edificación
estaba rematada por una cruz y una veleta de hierro, sobre chapitel
recubierto de hojalata.
En los siglos posteriores se acometieron distintas
intervenciones para subsanar daños, la caída de un
rayo a finales del XVIII y los destrozos provocados por la invasión
francesa a principios del XIX.
En 1926, la Torre cambió totalmente su fisonomía,
por la reforma llevada a cabo por Fernando Alcántara. Se
eliminó el chapitel y su lugar fue ocupado por un grupo de
campanas de planta cuadrada, que se cubrieron con una pequeña
cúpula. Además las paredes se recubrieron de color
con motivos islámicos. En la parte superior, las almenas
escalonadas que remataban las torres y que fueron una adición
posterior al original, nos recuerdan a la mezquita cordobesa.
Podemos hablar de que actualmente la Torre presenta
un estilo neomudéjar.
La reforma de 1970, de Víctor Caballero,
supuso el encastillamiento de la torre, aumentó su perímetro
y le dio un carácter fortificado, se le dotó de un
matacán y se remató sin tejado. Siendo esta la imagen
que vemos en nuestros días.
En 1999, se realizaron obras en la plaza que
alberga la Torre, éstas sacaron a la luz restos de varios
siglos de historia. En esta zona se situó el Alcázar
árabe y fue posteriormente lugar de asentamiento del barrio
judío. Sobre la antigua sinagoga (como ya hemos comentado)
se construyó una iglesia.
Con el tiempo la nobleza y el clero fueron abandonando
la zona, hasta que a comienzos del s. XX, la iglesia acabó
derrumbándose.
Hoy podemos ver junto a la Torre un monumento a la Constitución
(un cubo suspendido en el aire) obra de Gustavo Torner.
Por su posición estratégica la Torre prestó,
con seguridad importantes servicios, defensivos como el lanzamiento
de piedras y flechas y como punto para otear el horizonte previendo
posibles amenazas.
Por su ubicación fue testigo también
de las vidas de musulmanes y judíos en la época cristiana.
El Puente de San Pablo
El primer puente se construyó para poner
en comunicación el abismo existente entre la trasera de la
Catedral y el Convento de San Pablo, casa de los padres paúles.
Fue un puente de piedra con cinco ojos apoyados en
cuatro pilares.
La idea de su construcción partió del
canónigo de la Catedral, iniciándose las obras en
1534. Su construcción se dilató en el tiempo y no
fue hasta 1599 cuando se finalizó. En este periodo intervinieron
grandes maestros de obras de la época, pero ninguno de ellos
acertó con la fortificación de los pilares, que iban
hundiéndose progresivamente.
El puente quedó configurado con cinco arcos
grandes de piedra y sus pilares ascendían desde el valle
del rio Huécar, presentando un aspecto de fortaleza. En
1786 se resquebrajó en su primer tramo y quedó afectado
el segundo arco (el más próximo a la ciudad).
En 1800 se cierra por orden del Ayuntamiento por resultar
inseguro.
A finales del XIX se desploma otro arco, lo que lleva
a la decisión de volarlo entero, quedando aislado el Convento
de San Pablo del casco antiguo de la ciudad.
Se afronta la obra de un nuevo puente metálico
y de madera, que se inaugura en 1903.
Al cruzar el puente se pueden ver en las placas circulares
que lo adornan, el nombre del obispo que afrontó la labor
de su construcción.
El puente metálico que vemos hoy es rectilíneo,
de 60 metros de flecha, apoyado en pilares de arranque de sillería
del puente anterior y, en el centro un puntal de hierro.
Mide más de 100 metros de longitud,
por 144 pies de altura, apoyando sus extremos en seis estribos,
uno en la colina de la ciudad y el otro en el cerro de enfrente.
Los cinco arcos tienen pilares de 40 metros de altura que suben
desde el cauce del profundo rio Huécar. Una gran obra de
ingeniería.
Convento de San Pablo
El antiguo Convento de San Pablo está
situado en la margen izquierda del Huecar, fuera del antiguo casco
urbano, comunicándose con éste y con las Casas Colgadas
a través del puente de San Pablo .
El Convento de la Orden de los Dominicos, conocidos
como los paúles, aparece encaramado en una proa o promontorio
conocido como hocino, sobre la Hoz del Huecar. Fue construido
en 1523 y responde al estilo propio de los principios del siglo
XVI en España, es decir, estructura gótica y decoración
renacentista. En esta época de transición de un estilo
al otro, parece que resultó más sencillo realizar la estructura
en el estilo más conocido y adaptarse a las nuevas corrientes artísticas
del Renacimiento, en la decoración.
El Convento está compuesto de la Iglesia,
edificada en la proa, el claustro a su derecha y otra serie de edificaciones
que fueron adosadas al cuerpo central, con posterioridad, añadiéndose
con el paso del tiempo y las necesidades de la Ordenes que se fueron
albergando en el lugar.
Fue mandado construir por el canónigo
Juan del Pozo, que fue enterrado en medio del crucero de la Iglesia
Convento, con superficie de bajo relieve de piedra blanca. El sepulcro
fue retirado tiempo después y se puso adosado al muro de
la derecha de la Iglesia.
Dicho canónigo encargó las obras
a Juan y Pedro de Albiz.
A mediados de la década de los 90, del siglo XX, fue restaurado
y convertido en el Parador de Turismo que ahora alberga y sorprende
a los viajeros con admirables vistas hacia la Hoz del Huecar y el
casco antiguo de la ciudad.
Casas Colgadas
El estudio realizado por el profesor Pedro Miguel
Ibáñez Martínez, sobre esta forma singular
de arquitectura, nos refiere a los primeros tiempos de estas casas
colgadas, asociándolas a la figura del bachiller Gonzalo
González de Cañamares, canónigo de la Catedral,
que vivía en ellas, en torno al año 1468 y que las
vinculó al patronazgo de la capilla que creó en la
Seo conquense. Esto hizo que se conservara el edificio durante siglos
bajo un mismo propietario y ha propiciado el conocer a los sucesivos
poseedores y habitantes de las dichas casas.
También el profesor habla en su libro,
de la adaptación de las viviendas para recoger la colección
de obras adquiridas por el pintor Fernando Zoel y que han dado lugar
al actual Museo de Arte Abstracto de la ciudad.
Realizadas en mampostería, con sillares
en las esquinas y asentadas en ménsulas, se asoman al rio
desde sus balcones voladizos de madera, sobre el acantilado.
Las casas son joyas de la arquitectura gótica
popular, en una época en la que había que aprovechar
el espacio, al aumentar la población por el Fuero conquense
y ser al mismo tiempo ciudad-fortaleza de frontera, lo más seguro
era permanecer dentro del recinto amurallado. Esto hace suponer
que las cumbres de las hoces estaban llenas de este tipo de viviendas
que no han resistido el paso del tiempo.
Casa Consistorial Ayuntamiento
Es uno de los edificios más representativos
del Barroco en Cuenca.
De planta rectangular, con dos cuerpos a ambos lados, muy diferenciados,
de tal modo que en la documentación oficial se habla de Casas
Consistoriales y sus dos viviendas.
La fachada está articulada en tres plantas,
las cuales van decreciendo según van ganando en altura. Tienen
pilastras de diferente orden.
La primera planta está constituida por
una arquería abierta, que permite el acceso de la calle principal
a la Plaza. En los arcos están dispuestas unas pilastras
cajeadas de orden toscano, entre los dichos arcos, a los que el
pie forzado del zaguán ha obligado a trazar en sección
apuntada, para hacerlos más esbeltos y dar más luz al arco central.
En la parte noble se mantiene la misma división
tripartita, con pilastras jónicas, en la que está
situada la Sala del Ayuntamiento y sus oficinas.
En esta planta se ven tres vanos, con un balcón
corrido, decorados con baquetones, pilastras cajeadas y frontones
curvos y rotos.
En la tercera planta se duplican los vanos, con lo que se crea más ritmo y una mayor proporción en los elementos arquitectónicos.
De menores dimensiones, el piso alto incorpora un ático al
diseño del paramento de la fachada, para compensar su desequilibrio
respecto del piso noble.
Este amplio ático, oculta, desde la Plaza
Mayor, la vista del tejado. En el centro hay un remate a modo de
peineta, que se remata, a su vez, con la figura de un león.
La fachada posterior del edificio da a la calle
Alfonso VIII, está compuesta con más claridad y tiene
un estilo más clásico.
El edificio se articula a tres calles, con balcones
en la planta noble y ventanas a eje superior.
Esta sede del Ayuntamiento estuvo enclavada en
la Plaza Mayor desde finales del s. XVI, denominada en la época
como plaza de la Picota.
Hay noticias de que en tiempos anteriores los
Concejos se celebraban en un lugar próximo a la Puerta de
San Juan, hablándose también como posible enclave
la plazuela del Concejo Viejo y del barrio del Concejo.
Al edificio escogido en el XVI, se unió
la casa del Regidor Pedro Chico de Guzmán (situada a la entrada
de la Plaza Mayor), ya en el siglo XVII, se compró otra nueva
casa perteneciente a la Iglesia.
En el XVIII, se dispone de otro solar en el lado
oeste de la plaza, enfrente del antiguo Consistorio. Por todo esto
se habla de Casas Consistoriales y también por esto la Plaza
Mayor tiene aún hoy en día forma triangular.
Iglesia de San Felipe Neri
El oratorio de San Felipe Neri fue construido en 1739.
El arquitecto fue el mismo que en otras obras de este periodo, José
Martín de Aldehuela y el proyecto estuvo costeado por el
arcediano de Moya, don Alvaro de Carvajal y Lancáster. Se
considera el primer edificio barroco de la arquitectura conquense.
Es una iglesia de una sola nave, con planta de cruz
latina y bóvedas de cañón. Presenta un exterior
austero, pero en su interior destaca la vistosa decoración
Rococó en las capillas laterales, cornisas y capiteles.
Se trata de una gran nave, pero corta al estar dividida
en dos estrechos tramos, lo que hace que el eje longitudinal apenas
parezca marcado.
Tiene una cripta, tres pequeñas capillas entre
los contrafuertes y sobre ellas hay unas tribunas que antes estuvieron
cerradas por celosías.
El crucero es amplio, lo que da la sensación
de espacio centralizado en la cabecera. El presbiterio es rectangular
y los pies se cierran poligonalmente. La Iglesia está cubierta
por bóveda de cañón con lunetos y el crucero
con bóveda vaída rematada por linterna.
En el lado oeste del crucero está la capilla
de las Angustias, de planta elíptica, con muros corridos
por pilastras corintias.
El muro poligonal de los pies está orientado
al sur, lo que resulta extraño, esto y el cambio de alzado
en el presbiterio puede llevar a pensar que se hizo un cambio de
orientación en el edificio.
Se supone que los cambios los hizo para hacer más vistosa
la entrada a su capilla, convirtiendo el edificio barroco en otro
de más orientación Rococó, que también se manifiesta
en la delicada ornamentación sobre los paramentos teñidos
de coloración pastel, además de la asimetría
del conjunto (entrada ya en las características propias del
dicho estilo rococó).
La cripta se sitúa a los pies de la Iglesia.
La poca plasticidad de las pilastras compuestas, que enmarcan un
arco de medio punto nos indican, que se trata de una obra de finales
del Barroco.
Las enjutas se adornan con angelitos. En el cuerpo
superior hay una ventana, enmarcada por pilastras que quedan voladas
y por un entablamento levemente incurvado. Los dos cuerpos se alzan
con finas molduras.
Santuario de Nuestra Señora de las Angustias
Conocida como Ermita de las Angustias, forma parte
de la tradición popular de la ciudad. Se sitúa sobre
el Júcar, cercana a la Iglesia de San Miguel.
Construida sobre una ermita del siglo XIV se edificó
la Iglesia actual del siglo XVII, siendo ampliada en la segunda
mitad del XVIII por el mismo arquitecto José Martín.
A finales del XVII se terminó y en 1711 instalaron
la talla de la Virgen de las Angustias. Para facilitar el acceso
a los devotos, el dicho arquitecto elaboró un caro trabajo
de explanación, inaugurándose por fin, en el año
1756.
(Autora
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
Paloma Castillo Torres)