Ermita
de Santa María de Chalamera
La llamada
"Ermita de Santa María de Chalamera" tiene
poco de ermita, salvo su situación en las afueras de la población
de Chalamera, en plena naturaleza. Decimos esto porque se trata
de una muy notable iglesia románica de finales del siglo
XII o comienzos del XIII, siendo una de las joyas del tardorrománico
aragonés.
Se
cree que fue la iglesia de una fundación templaria, aunque
algunos autores han apuntado la posibilidad de que Santa María
fuese la iglesia de un monasterio benedictino.
Más
parece lo primero, pues al contemplar este formidable templo, su
monumentalidad arquitectónica y sobriedad decorativa nos
hablan de su clara impronta cisterciense, estética elegida
por las órdenes militares para sus edificios religiosos.
La impresión
que se siente al visitar la ermita de Santa María de Chalamera
es indescriptible. Es obvio que las líneas arquitectónicas
de la iglesia son de un especial equilibrio. Ello hace que su contemplación
provoque gran sensación de armonía, especialmente
desde que el edificio fue restaurado en los últimos años.
Pero hay más.
Su ubicación, en un altiplano estepario desde el que se divisan
grandes extensiones de terreno y su soledad, alejada de otras edificaciones,
hacen que el espectador sienta que se encuentra en un lugar especial,
donde la obra humana y la de la Naturaleza, se conjugan de forma
perfecta.
Santa María
de Chalamera es, pues, uno de esos lugares que hipnotizan al viajero
y que cuesta abandonar para reemprender la ruta.
El edificio
tiene planta de cruz latina de una sola nave con bóveda de
medio cañón apuntado sobre arcos fajones que caen
sobre pilastras adosadas a los muros.
La cabecera
con tres ábsides. El central es de planta semicircular tanto
al interior y exterior, y se decora con tres ventanales.
Los ábsides
laterales son semicirculares al interior pero planos por fuera.
La
iglesia de Santa María también tiene un acusado transepto
y un cimborrio octogonal en el crucero que se yergue sobre una cúpula
semiesférica alzada sobre trompas.
La portada
se abre en la fachada occidental. Es de extraordinaria monumentalidad,
formada por siete arquivoltas de medio punto muy abocinadas y amplias
que apoyan sobre seis pares de columnas (perdido uno de los fustes)
Los capiteles
tiene sencillas esculturas de animales y cabezas humanas entre hojas.
Desde el punto
de vista escultórico e iconográfico, los capiteles
interiores de la cabecera son los más interesantes pues muestran
escenas de guerreros, sirenas, cuadrúmanos, etc.
Sin embargo,
los canecillos de la iglesia son de perfil anacelado.