Ermita
de Pano
Introducción
La
hoy conocida como ermita de San Antón de Pano, antiguo monasterio
de San Juan Bautista, se sitúa en el extremo occidental de
la comarca de La Ribagorza, aproximadamente a unos 12 kilómetros
al norte de la populosa localidad de Graus, a cuyo municipio pertenece.
La ermita se levanta sobre un vertical escarpe rocoso
a escasos metros de la población de Pano, minúscula
aldea que, debido a su aislamiento y sobre todo a la construcción
del embalse de El Grado que anegó buena parte de sus comunicaciones
y tierras útiles, quedó deshabitada durante las décadas
de los 50 y 60; habiendo cobrado algo de aliento en los últimos
tiempos gracias a la encomiable y altruista labor de la Fundación
Pano, gracias a la cual, además de devolver a la vida a tan
recóndito lugar siguiendo criterios ecológicos y sostenibles,
han sido recuperadas tanto la iglesia parroquial como varias viviendas
del pueblo.
Para llegar a la ermita de Pano es necesario tomar,
a las afueras de Graus, un estrecho ramal asfaltado que, en constante
subida y dirección norte, conduce al valle de La Fueva. Justo
al coronar un pequeño collado, unos pocos cientos de metros
después de la población de Panillo y tomando como
referencia un singular y coloridísimo templo budista, parte
a la izquierda una pista forestal sin asfaltar aunque practicable
para cualquier vehículo con las debidas precauciones que
conduce directamente a Pano.
Poco antes de entrar en el caserío, a la altura
del cementerio y bajo una vertical pared rocosa, nace una senda
señalizada que en un constante zigzag ascendente, desemboca
en unos diez o quince minutos a las puertas de la ermita, desde
la cual, además, pueden contemplarse magníficas panorámicas
tanto de la Ribagorza occidental como de las limítrofes tierras
del Sobrarbe.
Breve aproximación histórica
La historia del antiquísimo monasterio de San
Juan Bautista va indisolublemente ligada a la del cercano castillo
de Panillo, así denominado por encontrarse a medio camino
entre esta localidad y Pano.
Este ruinoso castillo, al que algunos especialistas
atribuyen un origen árabe, sería mandado levantar
a principios del siglo XI por el monarca Sancho el Mayor una vez
que había afianzado su poder sobre los condados de Sobrarbe
y Ribagorza.
Enclavado en una estratégica posición
desde la que se dominaban los valles del Cinca y del Ésera,
el Castillo de Panillo formaría parte junto a las cercanas
fortificaciones de Troncedo, Clamosa, Fantova, Muro, Samitier o
Abizanda del cinturón defensivo de protegían los ya
reconquistados valles altoaragoneses del enemigo musulmán,
asentado aún en plazas próximas como Barbastro, Graus
o Monzón.
Hacia el año 1060 Ramiro I, hijo y sucesor de
Sancho el Mayor, fundaría al amparo de la vecina fortaleza
el Monasterio de San Juan Bautista de Pano, desde el cual, se gestaría
el asedio cristiano a Graus, reconquistada definitivamente en 1083
y en cuya batalla perdería la vida el monarca aragonés.
Entrado ya el siglo XII, con la estabilización
de las fronteras más allá del río Ebro tras
la toma de Zaragoza en 1118, el monasterio de San Juan Bautista
de Pano perdería toda su importancia estratégica,
convirtiéndose en filial de la abadía sobrarbense
de San Victorián y pasando a depender del obispado de Roda
de Isábena, posteriormente trasladado a Lérida.
Así pues, la vida de este humilde cenobio ribagorzano
fue notablemente corta, reduciéndose su etapa de esplendor
a la segunda mitad del siglo XI merced a su función como
bastión fronterizo. En un momento indeterminado, el monasterio
quedaría exclaustrado, perdiéndose sus dependencias
auxiliares y conservándose tan solo su iglesia, puesta con
posterioridad bajo su actual advocación de San Antón.
Pese a que fue declarada Bien de Interés Cultural
en 1983 y sometida a un oportuno proceso de restauración
y consolidación, quizás por su complicado acceso,
se trata de uno de los monumentos románicos menos conocidos
de La Ribagorza, contando además con el aliciente de que,
al estar desprovista de cualquier tipo de mobiliario litúrgico,
es perfectamente visitable ya que la reja de su puerta suele estar
abierta.
La iglesia
Perdida la práctica totalidad de dependencias
y construcciones monacales auxiliares, algunos de cuyos restos se
intuyen aún en el entorno reducidos a montones de escombros,
el interés se centra en la antigua iglesia monacal de San
Juan Bautista, obra de clara inspiración lombarda y en la
que, buena parte de su encanto, reside en su marcado arcaísmo.
Levantada a base de irregular sillarejo y canónicamente
orientada, presenta una planta basilical de tres naves paralelas
que, sin crucero de por medio, desembocan directamente en tres ábsides
semicirculares, siendo, al igual que la nave, de mayor tamaño
el hemiciclo central.
Al interior, las tras naves -de cuatro tramos cada
una- quedan separadas entre sí por arcos de medio punto doblados
que descansan en pilares cuadrangulares y cruciformes dispuestos
en alternancia.
Muy llamativa resulta la irregularidad en la disposición
de arcos fajones y formeros, circunstancia que encuentra su explicación,
además de en el propio primitivismo de la obra, en la impericia
y el carácter rural y popular de sus constructores.
El cuerpo de naves queda cubierto mediante bóvedas
de cañón reforzadas por los citados arcos fajones,
mientras que para la cabecera triabsidial se optó por abovedamientos
de horno independientes.
Al exterior, son tres las puertas de acceso con que
contó en origen la iglesia monacal, dos en el muro sur y
una en el muro de los pies, ésta última hoy cegada
y en cuyo dovelaje se aprecian ciertos rasgos mozarabistas que se
justificarían, más que por antigüedad, por la
ya aludida impericia de sus artífices.
De los dos vanos de ingreso del muro sur, tan solo
el más occidental de ellos permanece hábil en la actualidad,
ya que el más próximo a la cabecera, al igual que
el septentrional, sería cegado en un momento indeterminado.
En ambos casos, se presentan como sencillos arcos de
medio punto configurados por irregulares dovelas en posición
radial que, en el caso del vano principal, quedan además
perfiladas por un ingenuo trasdós envolvente a base de pequeños
sillares longitudinalmente dispuestos.
Una de las señas de identidad de San Juan de
Pano es la ventana practicada en el muro sur de la fábrica,
cegada durante siglos y que, tras su última restauración,
fue devuelta a su estado original. Presenta, bajo un arco de medio
punto dovelado envolvente, un tosquísimo pero encantador
vano geminado compuesto a partir de desiguales bloques pétreos,
recordando con algunos matices a las existentes en templos del foco
del Serrablo.
Igualmente, a lo largo principalmente de los muros
sur y oeste, se adivinan huellas de pequeñas saeteras de
iluminación con la típicamente lombarda forma cruciforme.
Sin embargo, es en la cabecera donde se muestran de
manera más evidente los rasgos lombardos del antiguo monasterio
de San Juan; presentando bajo las cornisas de cada uno de sus tres
ábsides la prototípica banda de arquillos ciegos que,
en los tambores central y meridional, van acompañados de
un segundo friso horizontal compuesto por pequeños sillares
en esquinilla.
Cada uno de los tres ábsides se abre al exterior
mediante pequeños ventanales de medio punto y pronunciado
derrame, quedando articulado el hemiciclo central en tres paños
separados por dos finas pilastrillas a modo de lesenas que vuelven
a evocar al entonces imperante estilo lombardo.
Por último, son dignas de ser reseñadas
las pinturas murales aparecidas en el interior del templo durante
las últimas labores de restauración, un repertorio
pictórico tan arcaico como ingenuo compuesto sobre todo por
formas geométricas esbozadas sin aparente orden ni concierto
y que, en la actualidad, se encuentran depositadas en el Museo de
Barbastro.
(Autor
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)