Iglesia de Cervera de la Cañada, Comunidad
de Calatayud, Zaragoza
Introducción
En
el extremo occidental de la provincia de Zaragoza, en plena Comarca
de Calatayud y a apenas una quincena de kilómetros al norte
de la populosa ciudad bilbilitana, la localidad de Cervera de la
Cañada, con sus apenas 300 habitantes, se despliega en torno
a una suave elevación al borde mismo de la carretera N-234.
En el punto más alto de la misma y junto a los
restos de una antigua fortaleza se yergue dominante la iglesia parroquial
de Santa Tecla, declarada Bien de Interés Cultural en1943
y que desde 2001 forma parte del grupo de edificios mudéjares
aragoneses declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Levantada aprovechando parte de la antigua fortaleza
cuyos vestigios se hacen perfectamente visibles en la zona de cabecera,
consta gracias a una inscripción conservada en el interior
que las obras acabarían en el año 1426, estando al
mando de las mismas el maestro de nombre Mahoma Ramí.
Clasificable dentro del grupo de iglesias-fortaleza
tan frecuentes tanto en la provincia de Zaragoza como a lo largo
de todo el Bajo Aragón, llama poderosamente la atención
la extrema sencillez exterior del edificio, una austeridad que contrasta
con la riqueza y la profusión decorativa que caracteriza
a su espacio interno, en el cual nos detendremos a continuación.
Estructuralmente consta de una sola nave de tres tramos
que desemboca en una potente cabecera de planta poligonal, elevándose
en el ángulo suroriental una torre campanario y disponiéndose
a cada lado de la nave capillas laterales entre contrafuertes sobre
las cuales discurren las típicas tribunas defensivas que,
hacia el sur, se abren al exterior mediante una galería de
arquillos -en este caso ligeramente apuntados- tan recurrentes en
el mudéjar aragonés.
Rebasado el umbral de la puerta, la citada sencillez
e incluso pobreza aparente de su aspecto exterior, se torna un universo
totalmente contrapuesto al interior, desplegándose ante el
visitante una explosión cromática y ornamental a base
de elementos pictóricos y escultóricos góticos
y mudéjares.
A los pies de la nave e iluminado por un rosetón
de fina tracería se eleva el coro alto, sostenido por dos
arcos ligeramente apuntados y delimitados en su frente por una balaustrada
compuesta por paneles calados a modo de celosías todas ellas
de trazas distintas.
Las bóvedas de la nave se cubren mediante soluciones
de crucería sencilla cuyos nervios parten de pequeñas
mensulitas decoradas a base mascarones y motivos vegetales, quedando
enriquecidas las claves de cada tramo mediante diferentes efectos
pictóricos y remates heráldicos.
Las capillas laterales entre contrafuertes, más
profundas en el lado sur por los condicionantes del terreno, abren
a la nave central mediante arcos ligeramente apuntados, cubriéndose
los espacios a base de bóvedas de crucería similares
a los de la nave principal.
Se ilumina el interior a través de grandes ventanales
apuntados decorados con fina tracería en su parte superior
y con delicados paneles de entramados vegetales a modo de pretiles
en sus arranques; puntos estos en los que se advierte la mayor maestría
del edificio y en los que Mahoma Ramí ensaya, al igual que
hizo en los ventanales absidiales de la Seo de Zaragoza, la combinación
de elementos tardogóticos en contextos arquitectónicos
mudéjares.
La cabecera, considerablemente más baja que
la nave y ligeramente desviada respecto al eje de la misma como
consecuencia del condicionamiento que supuso su construcción
aprovechando los restos del castillo, fue modificada en su ornamentación
interior hacia el año 1670, fecha en la que se instaló
su actual retablo y las pinturas originales fueron sustituidas por
motivos decorativos barrocos de gran efectismo.
Buena parte de la sensación de recargamiento
ornamental que caracteriza al interior de la iglesia de Cervera
viene dado por sus pinturas murales, configuradas a base de paneles
decorados con arcos mixtilíneos que, multiplicándose
y proyectándose en el espacio, dan como resultado complejos
entramados de rombos que recuerdan a la sebqa almohade.
También los plementos de las bóvedas
aparecen decorados con pinturas murales consistentes en la reproducción
pictórica en tonos anaranjados del aparejo de ladrillo, mientras
que las nervaduras y perfiles de los arcos se resaltan a base de
hiladas en blanco y negro como si de azulejos se tratase, apareciendo
puntualmente en las enjutas algún motivo vegetal, animal
o heráldico.
Especial interés presenta la capilla bautismal
habilitada en el último tramo de la nave hacia el sur y bajo
el coro. En ella, además de los efectos cromáticos
de aparejos fingidos, se aprecian las efigies de varios ángeles
portando filacterias en la actualidad bastante desdibujadas.
Ininteresantes composiciones se aprecian también
en la zona del coro alto, distinguiéndose varios motivos
heráldicos, escenas de caza y varias inscripciones con letra
gótica gracias a las cuales ha sido posible conocer tanto
la datación del inmueble como el nombre de su maestro de
obras.
Por último, resulta imprescindible fijarse
en la encantadora techumbre del sotocoro, en cuyas jacenas y plafones
aparecen representadas composiciones geométricas y motivos
heráldicos de clara temática aragonesa.
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)