Guía de la iglesia de Pineda de la Sierra,
Burgos
Introducción
En plena Comarca de la Sierra de la Demanda, la localidad
de Pineda de la Sierra, con sus apenas cien habitantes censados
(que aumentan considerablemente en épocas vacacionales),
es una de las poblaciones más aisladas de la provincia burgalesa,
situándose aproximadamente a unos 50 kilómetros al
este de la capital no lejos de los confines riojanos y sorianos.
Atravesado por las aguas de un recién nacido
río Arlanzón, el caserío de Pineda se recuesta
a las faldas del Pico San Millán, que con sus 2132 metros
constituye el punto de mayor altitud de la provincia de Burgos.
Su privilegiado emplazamiento en un entorno rico en
pastos fue clave en su desarrollo ya desde el siglo X, época
en la que fue repoblada por el Conde Don Sancho; así como
tras la extensión de su fuero en 1136 por Alfonso VII, constituyendo
todo su término un punto de referencia en las rutas de trashumancia
y de la mesta.
Ya en la Edad Moderna, además de los beneficios
que le proporcionaban los pastos, su riqueza maderera dotó
a Pineda de un segundo momento de esplendor del que son aún
hoy testimonio visible las numerosas casonas nobles y palacetes
rurales conservados en su casco urbano.
La iglesia
El elemento más interesante de Pineda de la
Sierra es sin lugar a dudas su iglesia parroquial románica,
bajo la advocación de San Esteban Protomártir y cuya
construcción, acomodada a una empinada ladera en el centro
del caserío, debió constituir todo un reto de equilibrio
para sus arquitectos y constructores.
Levantada en noble sillería arenisca de un color
rojizo muy típico en estos parajes serranos, presenta una
planta basilical de una sola nave que desemboca, tras un arco triunfal
ligeramente apuntado, en un espacio cabecero conformado por un tramo
recto presbiterial y un ábside semicircular. La torre campanario
se eleva en su costado norte, mientras que al lado sur de despliega
su preciosa galería porticada, verdadero icono del edificio.
El aspecto actual del templo es el resultado de tres
fases constructivas principales: la primera de ellas, hacia la primera
mitad del siglo XII, se correspondería con el ábside
semicircular, el presbiterio y los dos primeros tramos de la nave,
incluida la portada principal.
A finales de la propia duodécima centuria se
procedería a levantar su galería porticada, la cual,
en primera instancia y a juzgar por su descentramiento respecto
a la puerta y por diversos testimonios arqueológicos, es
muy posible que se prolongase también por el costado occidental
del inmueble.
Por
último, ya en el siglo XVI la iglesia sería sometida
a obras de ampliación y de reforma por las cuales, se procedió
a añadir un tercer tramo a la nave, momento en el cual la
primitiva armadura de madera que cubría los dos tramos más
antiguos fue eliminada con el objetivo de quedar toda la cubierta
unificada mediante la solución de crucería bastante
más elevada que hoy apreciamos.
Poco después se levantaría al costado
norte la torre actual que sustituiría a la original, así
como la sacristía.
Cabecera
Así por lo tanto, el elemento presumiblemente
más antiguo de todo el conjunto vendría a ser su cabecera,
configurada por un ábside semicircular dividido al exterior
en cinco paños delimitados entre sí por cuatro columnas
entrega rematadas en capiteles decorados con motivos vegetales y
leones a la altura de la cornisa.
De los cinco paños, los tres centrales presentan
pequeños ventanales conformados por sencillas aspilleras
abrazadas por arcos de medio punto dovelados que descansan sobre
columnillas de fustes monolíticos y capiteles de notable
interés.
Los del ventanal más al sur reducen su decoración
a fórmulas vegetales talladas a bisel. Los capiteles del
ventanal central, justo en el eje, presentan aves enfrentadas entre
hojas de acanto en una de las cestas, y dragones también
afrontados en su contraria.
Mayor interés presentan los capiteles de la
ventana más al norte, en la que, además de una cesta
con aves pareadas, aparece una curiosa composición figurativa
en la que dos ángeles, ocupando cada una de las caras visibles
del capitel, parecen dirigirse en clara actitud de movimiento hasta
el ángulo de la pieza, donde aparece otro personaje vestido
con una túnica y las piernas cruzadas. Algunos especialistas
han apuntado la posibilidad de que se trate de una escena de la
Anunciación.
Por último, completa la decoración absidial
una interesante colección de canecillos figurados en los
que además de motivos vegetales, seres fantásticos,
bustos y aves; aparece un variado bestiario real en el que identificamos
un jabalí, un león, un oso, una liebre e incluso unos
simios.
La portada
Contemporánea a la cabecera es la portada principal
de acceso al templo que, al permanecer casi desde su origen cobijada
por la galería porticada, se conserva en relativo buen estado.
Sobre un elevado podium accesible por varios escalones que ayudan
a salvar la pendiente del terreno, despliega un total de cinco arquivoltas
de medio punto molduradas que descansan sobre otras tantas columnas
acodilladas a cada lado del vano.
En los capiteles encontramos un variado programa escultórico
en el que, empezando por la cesta de la izquierda, reconocemos una
composición a tres caras en las que dos mujeres parecen velar
un cuerpo depositado en un sarcófago junto a una personalidad
eclesiástica ataviada como tal que bendice. Esta escena,
de muy difícil identificación, ha sido relacionada
por algunos estudiosos con un pasaje de la vida de San Nicolás,
aunque otros han apuntado que pudiera tratarse de alguna tradición
local.
Continuando la lectura de los capiteles de izquierda
a derecha según el punto de vista del espectador, encontramos
grifos pareados, dos sirenas representadas de perfil con sus cabezas
giradas, una cesta vegetal y, por último, una sirena de doble
cola junto a un centauro sagitario que se dirige a ella apuntando
con su arco.
Al otro lado del vano, la primera escena que no tardamos
en identificar es una Adoración de los Magos. Después,
tras una sucesión de tres cestas decoradas con motivos vegetales
muy bien trabajados, el último capitel, también con
tres caras, presenta otras tantas escenas: San Pedro junto a San
Pablo, una nueva hoja de acanto y Sansón desquijarando al
león.
La galería porticada
La galería porticada, auténtico santo
y seña de la iglesia de Pineda de la Sierra, fue levantada
en una segunda fase constructiva ya a finales del siglo XII, resultando
realmente llamativo el descuadre existente entre la puerta de acceso
al pórtico y la portada principal.
Esta circunstancia, además de explicarse por
la propia razón de pertenecer a etapas constructivas diferentes,
se refuerza por el hecho de que, muy probablemente, en un primer
momento la galería continuaba por el hastial occidental del
edificio, sin embargo, al ampliarse un tramo la longitud de la nave
en el siglo XVI, hubo de ser completamente remodelada.
En la actualidad, la pieza presenta una gran homogeneidad
estilística cuya factura ha sido puesta en relación
con otros templos serranos como Vizcaínos y Jaramillo de
la Fuente; procediendo todos ellos del tronco común del maestro
del claustro alto de Silos.
Sobre un prominente banco corrido en el que de nuevo
entra en juego la dificultad orográfica de una construcción
levantada en plena ladera; consta la galería de once arcos
de medio punto sobre columnas pareadas culminadas en capiteles de
doble cesta. De los once arcos, seis de ellos quedan al oeste de
la puerta de acceso mientras que los cinco restantes se abren al
este de la misma.
En cuanto a la decoración de los capiteles,
predomina en todo el conjunto la decoración vegetal a base
de diferentes modelos de hojas de acanto, palmetas, hojas de remate
avolutado incluso alguna con frutos colgantes. Los únicos
guiños a la decoración figurativa de la galería
los hayamos en las parejas de capiteles tercera y quinta, donde
entre la propia decoración vegetal, aparecen representados
unos personajes con la cabeza cubierta y largas túnicas de
complicada identificación.
Así pues, tanto la iglesia románica por
méritos propios, como por supuesto el entorno serrano en
que se levanta, hacen de Pineda de la Sierra un lugar ineludible
de visita para cualquier aficionado al románico.
(Autor
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)