Introducción
La Basílica de San Martiño de Mondoñedo
se sitúa en tierras lucenses, a unos 90 kilómetros
al norte de la capital provincial y a escasos cinco del núcleo
costero de Foz, a cuyo municipio pertenece en la actualidad.
Se
trata de una de las construcciones altomedievales más interesantes
de Galicia tanto por su dilatadísima historia por la que
tiende a ser identificada como la catedral más antigua
de España, como por la riqueza arquitectónica, escultórica
y pictórica que atesora entre sus muros, los cuales, se
hicieron acreedores a ser declarados Bien de Interés Cultural
en 1931.
Perdida su función episcopal desde fecha muy
temprana y exclaustrada en la Edad Moderna la comunidad agustiniana
posteriormente instalada en ella, San Martiño de Mondoñedo,
distinguida con el rango de basílica desde 2007, funciona
en la actualidad como templo parroquial de la pequeña población
surgida en torno al templo.
Breve aproximación histórica
Los orígenes de la diócesis mindoniense
se remontan nada menos que al siglo VI de nuestra era cuando,
hacia el año 560, los cristianos bretones, huyendo de su
enemigo anglosajón, desembarcan en la Mariña Lucense
fundado una primera sede episcopal denominada Bretoña,
la cual, tiende a situarse en los cercanos pagos del hoy municipio
de A Pastoriza.
Siglos después, hacia el último tercio
del siglo IX y debido a la invasión musulmana de buena
parte de la Península Ibérica, consta como el obispo
de Dumio (la actual ciudad portuguesa de Braga), huye hasta refugiarse
en los pagos de "Mendunieto", que muy probablemente
se corresponderían con el actual emplazamiento de la basílica.
De esta manera, San Martiño de Mondoñedo,
casi accidentalmente y de manera temporal, se convertiría
en una sede episcopal doble (Bretoña y Dumio), sin embargo,
nuevamente la amenaza sarracena así como diversas incursiones
costeras vikingas, obligan a los mitrados a abandonar el lugar.
Poco después y ya bajo el patrocinio del rey
asturiano Alfonso III entre finales del siglo IX y principios
del X, la sede episcopal queda restaurada bajo el mando del obispo
Sabarico de Dumio, quien iniciaría la construcción
o quizás reconstrucción de la iglesia.
A Sabarico le sucederían al frente de la mitra mindoniense
personajes de la relevancia de San Rosendo (que posteriormente
fundaría el histórico monasterio de Celanova), o
San Gonzalo, principal impulsor de la iglesia que hoy admiramos
y a quien la tradición atribuyó una serie de acciones
milagrosas que aún a día de hoy gozan de gran calado
popular.
Durante la segunda década del siglo XII, concretamente
en 1112 y en tiempos de la Reina Urraca, la sede catedralicia
de San Martiño de Mondoñedo es trasladada, quizás
como medida de prudencia ante el peligro de posibles incursiones
marítimas, unos veinte kilómetros al interior del
litoral, concretamente a un lugar llamado Valibria que, en recuerdo
del primitivo episcopado, adoptaría el nombre de Mondoñedo.
Erigida la nueva catedral en la ya próspera
ciudad de Mondoñedo, la basílica de San Martiño
fue convertida en canónica agustiniana hasta 1543, fecha
en que el papa Clemente VII la cede al obispado hasta su definitiva
exclaustración y conversión en parroquia durante
el siglo XVII.
La Basílica de San Martiño de Mondoñedo
Arquitectura
El actual aspecto de San Martiño de Mondoñedo
es el resultado de varias etapas constructivas realizadas entre
los siglos X y XII, aunque el grueso de la edificación
viene fechándose por los especialistas en torno a los últimos
años del siglo XI, por iniciativa del Obispo Gonzalo y
siendo reaprovechadas para ello numerosas piezas de un templo
preexistente erigido en tiempos de San Rosendo.
La basílica se estructura en tres naves cubiertas
de madera y separadas entre sí por arcos de medio punto
doblados sobre pilares cruciformes que, tras un crucero no marcado
en planta pero sí en alzado, desembocan en una cabecera
triasbidial en la que el hemiciclo central, al igual que su nave
correspondiente, es de mayor altura y anchura que los laterales.
Llama poderosamente la atención la manera
aparentemente forzada en que la nave-crucero, abovedada mediante
soluciones de cañón en sus brazos laterales, queda
encastrada en la estructura eclesial, elevándose en el
centro de la misma y sobre cuatro trompas un cimborrio cuadrangular
de aristas redondeadas.
Ya al exterior, queda de manifiesto de una manera
mucho más patente las distintas etapas constructivas del
templo, correspondiéndose con una primera intervención
(siglo XI) los muros laterales, la cúpula y las absidiolas;
y con una segunda correspondiente a la duodécima centuria
tanto la fachada occidental como el tambor absidial central.
Muy llamativa también resulta la decoración
exterior de las cornisas en las absidiolas laterales, apareciendo
una solución a base de arquillos ciegos sobre ménsulas
que, sin ser en absoluto un recurso ajeno a tierras gallegas,
en el caso de San Martiño es inevitable evocar a modelos
lombardos mucho más típicos de tierras catalanas
y aragonesas. Los potentes contrafuertes adosados a la cabecera
y al crucero son obra ya del siglo XVIII.
Digna es también de reseñar la completísima
colección de canecillos que adornan las cornisas de la
basílica, identificándose un amplísimo repertorio
figurado en el que se distinguen perfectamente varios mascarones
humanos y animales, así como personajes en distintas actitudes,
muchas de ellas visible y explícitamente impúdicas.
Dos son las portadas románicas con las que
cuenta San Martiño de Mondoñedo: una habilitada
en el muro norte -hoy cegada- y que por su arcaico aspecto tiende
a ser cronológicamente encuadrada en el siglo XI; y una
segunda abierta en el muro de los pies y cuya concepción
correspondería ya con la ampliación del siglo XII.
La portada de los pies, presentada en un brevísimo
cuerpo en resalte, cuenta en total con cinco arquivoltas de medio
punto trasdosadas por una chambrana externa decorada a base de
palmetas.
Descansan las roscas sobre columnas cilíndricas
en alternancia con pilares rectos, siendo palpable tanto en los
dos fustes marmóreos más internos como en sus correspondientes
capiteles que se trataría de elementos anteriores reaprovechados.
Los otros dos capiteles presentan una cesta vegetal el del lado
sur de la portada, y monos con leones su equivalente al costado
opuesto del vano.
Especialmente interesante resulta también
el tímpano, compuesto por un dintel monolítico pentagonal
en el que aparece labrado un crismón trinitario (uno de
los poquísimos existentes en Galicia); y sobre él,
varios sillares en aparente desorden y en cuyo espacio central
aparece labrado un Agnus Dei o Cordero Místico probablemente
reaprovechado y, por lo tanto, descontextualizado.
Escultura
Además de por su dilatada historia y por sus
peculiaridades arquitectónicas, la basílica de San
Martiño destaca por los interesantísimos capiteles
que un escultor anónimo, conocido tradicionalmente como
Maestro de Mondoñedo, labró tanto en la zona interior
del crucero como en un singular antipendio de altar figurado.
En total, son once los capiteles conservados en el
templo, nueve de los cuales son atribuidos al Maestro de Mondoñedo.
Los otros dos, situados en las caras anteriores de los soportes
que anteceden al crucero, manifiestan claramente una autoría
diferente, presentando decoración vegetal el del lado norte,
y dos felinos sobresaliendo del follaje el del pilar meridional.
Este Maestro de Mondoñedo, pese a no gozar
de unas habilidades estilísticas y técnicas fuera
de lo normal, sí destaca, además de por su primitivismo,
por una marcadísima personalidad a la hora de representar
figuras y escenografías, un estilo propio que varios especialistas
han coincidido en definir como muy próximo a lo naif.
En el pilar oriental del crucero, además de
la reseñada cesta interna y de otras dos decoradas a base
de motivos vegetales como roleos en espiral y esquemáticos
acantos, destaca la escena plasmada en el capitel orientado a
la nave central, en el que un personaje parece acarrear una fiera
domesticada con una cuerda acompañada de otro hombre que
levanta su mano derecha. Esta representación, que algunos
han interpretado como una escena de caza, bien podría ocultar
un simbolismo alegórico más complejo.
Más interesantes aún son los capiteles
del pilar meridional del crucero, apareciendo en su cara norte
una cesta animada con un cuadrúpedo rampante, un águila
en posición frontal y sus alas desplegadas, una sirena
y una mujer de cuyos pechos parecen alimentarse dos sapos en posible
alusión al pecado de la lujuria.
En su cesta opuesta aparece representada a lo largo
de todo su espacio hábil el pasaje del banquete del rico
Epulón y el pobre Lázaro; una composición
que se asemeja bastante a la de su capitel contiguo orientado
a la cabecera, en el que identificamos el banquete de Herodes
con la danzarina Salomé en uno de los lados cortos y la
ejecución de San Juan Bautista en el otro.
Adosado al muro sur de la iglesia y justo enfrente
del capitel de Lázaro se sitúa otro capitel aislado
en el que unas bestias parecen devorar la cabeza de un hombre
y una mujer, una escena que diversos estudiosos han identificado
como el pecado de Adán y Eva, pero otros tienden a relacionarlo
más con una alegoría del pecado de pensamiento
Por último, flanqueando el arco de ingreso
al presbiterio a cada uno de sus lados, encontramos otros dos
capiteles figurados que representan un grifo y un ser monstruoso
el de la izquierda, y unas figuras unicéfalas portando
espadas el de la dercha.
Al mismo Maestro que labró el grueso de los
capiteles de la iglesia se atribuye la autoría del magnífico
antipendio de San Martiño de Mondoñedo, una pieza
casi única en el románico español y que vendría
a ser el antecedente medieval en material pétreo de los
retablos figurados popularizados en siglos posteriores.
Se trata de una gran pieza rectangular de aproximadamente
1,60 x 1,10 metros en el que aparece presidiendo la escena y dentro
de un clípeo sostenido por ángeles la efigie de
Cristo entronizado. A su lado y también inscrito en un
disco, el Agnus Dei o Cordero místico con la cruz de la
Resurrección.
En la parte inferior son identificables otros dos
ángeles, dos figuras que parecen vestir capas pluviales
y que agachan su cabeza en ademán de reverencia o sumisión,
un águila de características muy similares al de
uno de los capiteles del crucero, y una última figura que
también parece portar vestimenta eclesiástica.
La interpretación iconográfica de tan
singular pieza ha dado para multitud de interpretaciones y lecturas,
como la de una posible ceremonia de ordenación sacerdotal
o consagración episcopal, una composición alegórica
de tipo apocalíptico, un sacrificio, un mensaje salvífico,
etcétera.
Pinturas murales
Como digno colofón a una de las construcciones
más completas e interesantes del altomedievo gallego, conserva
también San Martiño de Mondoñedo una notable
colección de pinturas murales originales, parte de las
cuales, fueron descubiertas y puestas en valor durante la restauración
ejecutada entre 2007 y 2008.
Concretamente se encuentran en el costado sur del
transepto, desplegándose a lo largo de la bóveda
y en sucesivos registros las escenas del Árbol de Jesé,
la Asunción de María, y la Salvación de los
justos. Mucho más desdibujados, en el lado sur de la bóveda
se identifican además de filigranas vegetales y motivos
epigráficos, un orante prácticamente desaparecido
así como grupo de personajes agrupados de tres en tres.
En cuanto al muro propiamente dicho se refiere y
semiocultas por pinturas más modernas, se aprecian los
temas de los Magos a caballo y de nuevo, como en uno de los capiteles
reseñados, el banquete de Epulón y la Resurrección
de Lázaro.
Mientras que las pinturas de las bóvedas tienen a fecharse
de manera unánime en el siglo XII, las del muro han suscitado
algo más de controversia, siendo datadas por parte de algunos
estudiosos como contemporáneas a las anteriores, y como
obra ya del primer gótico lineal por parte de otros.
Para finalizar, conviene hacer mención a varias
piezas de gran antigüedad y valor histórico depositadas
en un modesto museo allí habilitado. En él, además
de varios fragmentos textiles, destacan por encima del resto un
anillo y un báculo atribuidos al Obispo Gonzalo.
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)