Iglesia
de San Pedro de Nora
Introducción
A
escasos quince kilómetros
de la ciudad de Oviedo, en el concejo de Las Regueras, se encuentra
la iglesia de San Pedro de Nora, un pequeño tesoro
de la arquitectura prerrománica asturiana, que fue declarado
Monumento Nacional en el año 1931.
No
tenemos fuentes documentales contemporáneas a la construcción
del edificio que apoyen su cronología, y las excavaciones
arqueológicas tampoco han podido dar una respuesta a esto.
Sin embargo, en la actualidad hay un consenso bastante amplio en
situar la construcción de este edificio en la primera mitad
del siglo IX, en un momento tardío del denominado periodo
de Alfonso II (791-842). Esto es así debido a sus similitudes
con otras iglesias construidas bajo el reinado de este monarca,
como San Julián de los Prados o Santa María de Bendones,
aunque de esta última tampoco tenemos constancia documental
de la fecha de su construcción. Manuel Gómez Moreno
la sitúa en el periodo de Alfonso III (866-910), aunque reconoce
influencias de edificios anteriores.
Los últimos estudios arqueológicos
parecen confirmar la hipótesis de la primera mitad del siglo
IX, si bien dejan la puerta abierta a que pudiese tratarse también
de una obra de la época de Ramiro I (842-850).
La primera referencia documental en la
que se menciona esta iglesia es en una donación precisamente
de este rey, Ramiro I, localizada en el archivo del Monasterio de
San Vicente en Oviedo. Este documento esta datado en los años
1078 y 1079, y en él se menciona una iglesia de San Pedro
en la orilla del río Nora. Posteriormente se vuelve a mencionar
el edificio en el Libro de los Testamentos del obispo Pelayo de
Oviedo, que se fecha a principios siglo XII.
El exterior del edificio
Las medidas del edificio configuran un
edificio esbelto, proporcionado en el ancho y el largo, pues la
nave central tiene unos once metros de largo y 5 de ancho, mientras
que las laterales tienen aproximadamente la mitad de metros de ancho.
En el exterior, sus muros perimetrales
son de sillarejo, y en las esquinas hay sillares de mayor tamaño.
Los arcos de las ventanas están realizados con ladrillos,
que también envuelven la ventana trifora de la cámara
suprabsidal. En la cabecera del edificio hay parejas de contrafuertes.
Los aleros de las cubiertas se sitúan bajo unos pequeños
modillones de rollo único, que se encuentra también
en las iglesias de San Julián de los Prados y en la de San
Tirso.
En los muros laterales se abren dos puertas
dispuestas en dos alturas. Las últimas excavaciones arqueológicas,
realizadas han evidenciado que junto al cuerpo de la iglesia había
dos capillas, de las que nada se conserva en la actualidad, salvo
estos dos pequeños vanos uno encima del otro, que demuestran
que estos espacios tenían dos alturas, y los restos del arranque
de sus muros en los lienzos. Estas excavaciones han evidenciado
que las habitaciones debieron tener unas dimensiones de 4, 60 metros
de largo y 4 de ancho aproximadamente. El hecho de que tuvieran
dos pisos configura una estructura excepcional en la arquitectura
del prerrománico asturiano, que ha suscitado algunas hipótesis
sobre el primitivo destino que podría tener el edificio,
pero en realidad, sus funciones siguen siendo desconocidas. Se ha
planteado que quizás el segundo piso pudo servir como tribuna
lateral, pues la puerta da acceso directamente a la parte superior
de las naves. Sin embargo, las últimas investigaciones se
inclinan más a pensar que esta estructura formó parte
de un palacio de los reyes asturianos.
Las puertas que darían acceso a
estas dos capillas se encuentran cegadas en la actualidad, y al
edificio se entra a través de un vestíbulo situado
en el lado oeste, cuya construcción no es contemporánea
al resto de la iglesia, y que, en la apariencia en la que se nos
presenta en la actualidad, es el fruto de una restauración
de Luis Menéndez Pidal, que lo reconstruyó teniendo
en cuenta los restos de los cimientos. A este vestíbulo se
accede por medio de una puerta enmarcada con dos pilares cuadrangulares,
apoyados en capiteles moldurados muy similares a los del interior,
que a su vez sostienen un arco de medio punto ligeramente peraltado.
El vestíbulo es de pequeñas dimensiones, y da acceso
a la iglesia, por medio de una puerta adintelada reforzada por un
arco de descarga, con dovelas de ladrillos.
El interior del edificio
Se trata de un edificio de planta basilical
con tres naves diferenciadas en altura. Éstas se encuentran
separadas entre sí por medio de cinco pilares cuadrangulares
realizados en sillarejo con basas molduradas, que dividen cada una
de las mismas en cuatro tramos. El edificio no presenta un trabajo
de escultura destacable, pues los capiteles de estas pilastras se
encuentran moldurados, conformando una línea de imposta,
en donde se apoyan cuatro arcos de medio punto ligeramente peraltados.
Este esquema es muy similar al de la iglesia
de San Julián de los Prados en Oviedo, pero no debemos de
olvidar que gran parte de lo que vemos hoy en día obedece
a una restauración emprendida en la segunda década
del siglo XX que no fue demasiado fiel a las formas originales,
por lo que hay que ser muy cautos a la hora de buscar este tipo
de semejanzas.
La nave central, de mayor altura y anchura
que las laterales, se cubre con una armadura de madera a dos aguas.
Cómo es habitual en las iglesias del prerrománico
asturiano, la iluminación del interior del edificio se realiza
por medio de tres vanos que se abren en el muro que marca la diferencia
de altura. La luz también penetra al interior de la iglesia
por medio de un gran ventanal, que se abre en el muro oeste, sobre
el vestíbulo, y por las tres pequeñas ventanas que
hay cada uno de los ábsides.
Las tres naves desembocan en otros tantos
ábsides cuadrangulares, que se cubren con una bóveda
de cañón recubierta mediante ladrillos. Las tres capillas
que generan los ábsides se comunican entre sí por
medio de una puerta revestida de ladrillo que debió de abrirse
seguramente en un momento posterior. En cada uno de los ábsides
se abre una ventana adintelada con jambas monolíticas, que
se recubren con unas celosías modernas.
Todo el interior del edificio tuvo que
estar recubierto con pinturas, de la que se han conservado algunos
restos, realizados sobre estuco. Se trata sin embargo de unos vestigios
tan pequeños, que es imposible interpretar la temática
de las mismas.
La cámara sobre el ábside
En San Pedro de Nora, y en otros muchos
edificios del prerrománico asturiano, se encuentra una pequeña
cámara sobre el ábside central -a veces también
sobre los laterales- que se encuentra aislada del resto del edificio,
y a la que tan sólo se puede acceder con dificultad y utilizando
una escalera de mano.
A excepción de la iglesia visigoda
de San Pedro de la Nave (El Campillo, Zamora), este espacio tan
sólo se encuentra en algunas de las iglesias del prerrománico
asturiano. Lo encontramos en las iglesias de San Julián de
los Prados, San Tirso, Santa María de Bendones, todas ellas
del periodo de Alfonso II (791-842), San Salvador de Valdediós,
San Adriano de Tuñón, de la época de Ramiro
I (842-850) y en San Salvador de Priesca, que pertenece a la última
etapa constructiva del prerrománico asturiano. En todos estos
ejemplos a la cámara solamente se puede acceder desde el
exterior, aunque hay tres excepciones: San Pedro de la Nave, que
se encuentra tan sólo comunicada con el interior de la iglesia,
Santullano, que presenta accesos desde el interior y el exterior,
y San Salvador de Valdediós, cuyas cámaras situadas
sobre los ábsides laterales no presentan ningún tipo
de comunicación.
En San Pedro de Nora la cámara
se sitúa encima del ábside central, y su acceso sólo
es posible atravesando la estrecha ventana que se abre al exterior
encima del ábside.
Las interpretaciones sobre el origen y
la función de este espacio han sido muy diversas, sin que
la actualidad exista un consenso. Salvo San Pedro de la Nave, no
parece haber más ejemplos en la arquitectura visigoda, aunque
como no han llegado muchos ejemplos, es muy difícil hacer
una afirmación taxativa. Tampoco encontramos este espacio
en edificios contemporáneos fuera del ámbito asturiano.
Desde un punto de vista práctico, se ha dicho que quizás
fue construida como cámara del tesoro, pero lo cierto es
que se encuentra demasiado a la vista como para ser así.
También se ha dicho que pudo
ser una especie de prisión, un lugar de meditación
de los monjes, un almacén de grano o quizás algún
tipo de espacio simbólico donde conservar las reliquias.
No hay duda de que estos espacios tienen una función estética,
pues contribuyen a regularizar los diferentes volúmenes,
por lo que quizás, fue éste su destino. Desde el punto
de vista estructural estas cámaras compensan la altura, y
contribuyen a distribuir mejor los diferentes empujes de los muros,
por lo que tampoco hay que descartar esta solución. Desde
luego, la función estética y estructural no está
reñida con cualquiera de los usos utilitarios que se han
planteado. En cualquier caso, es necesario enfrentarse a su interpretación
con una amplitud de miras, siempre teniendo en cuenta que no ha
llegado hasta nosotros ninguna fuente documental contemporánea
que apoye o desmienta ninguna de las hipótesis mencionadas.
La restauración del siglo XX
y las campañas arqueológicas
Tal y como ha llegado a nosotros, San
Pedro de Nora presenta muchas similitudes con San Julián
de los Prados, pero hay que tener en cuenta que ha sufrido varias
campañas de restauración a lo largo del siglo XX,
y que algunas han sido muy agresivas.
Los documentos gráficos que se conservan de principios del
siglo XX nos muestran el edificio había sido muy alterado
en su conjunto. En uno de sus laterales tenía adosado un
cementerio, rodeado mediante un pequeño muro, y en el cuerpo
de la iglesia se habían hecho diversos añadidos, como
una espadaña de gran tamaño, así como algunos
edificios que ocultaban el edificio original, del que tan sólo
se conservaba el cuerpo de la iglesia y los tres ábsides.
En el año 1935 Alejandro Ferrant,
asesorado por Manuel Gómez Moreno, emprendió una primera
campaña de reformas. Sin embargo, poco después, en
el año 1936, la iglesia sufrió un aparatoso incendio
que la dejó herida de muerte, destruyendo todas sus cubiertas
y debilitando los muros.
A partir del año 1952 hasta 1964
el arquitecto Luis Menéndez Pidal inició la primera
de una serie de campañas de restauración, que en gran
medida configuraron el aspecto actual del edificio. Este arquitecto
realizó diversos trabajos, fundamentalmente en las cubiertas
y en los muros. En el año 1958 levanto el vestíbulo
que en la actualidad permite el acceso al templo, sobre los cimientos
del anterior que, en cualquier caso, era posterior a la construcción
inicial.
Sus mayores críticas derivan de
la construcción de una torre campanario entre los años
1963 y 1964, que fue construida de nueva planta. No se conservan
restos de cimientos de una estructura similar en la primitiva iglesia,
y su edificación fue realizada en un emplazamiento elegido
al azar sin ningún tipo de evidencia arqueológica
ni fundamento tipológico.
Posteriormente, en los años 1991,
1992, 1995 y 1997 se han sucedido campañas arqueológicas,
centradas fundamentalmente en los aspectos externos del edificio
y en el estudio, análisis e interpretación de las
capillas laterales.
A pesar de todo, el edificio sigue presentando
muchas dudas, y está pendiente de un estudio historiográfico
riguroso, que, sin duda, contribuya a despejar algunas de las cuestiones
que aquí se han planteado.
(Autor
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
Víctor López Lorente