Iglesia
de San Salvador de Priesca
Introducción
La
iglesia de San Salvador se encuentra situada a escasos kilómetros
del término municipal de Villaviciosa, en la localidad de
Priesca. Se trata de uno de los ejemplos más interesantes
de la última etapa constructiva de la monarquía asturiana.
En el año 1913 fue declarada Monumento Nacional y, como consecuencia
de ello, entre 1914 y 1924 sufrió una desafortunada restauración
en la que se destruyó la lápida de consagración
del edificio. Ésta se encontraba en el interior del templo,
sobre una pilastra en el lado sur, frente al ábside central.
Según el Boletín de la Real Academia de la Historia
(julio de 1912), en ella se podía leer que el templo fue
consagrado al Salvador el día 24 de octubre del año
921, bajo el reinado de Ordoño II (914-924), por lo tanto,
en un momento en el que los reyes asturianos ya se habían
trasladado a León.
La iglesia es uno de los últimos
edificios prerrománicos asturianos, junto con Santiago de
Gobiendes (Colunga), al menos de aquellos cuya fecha podemos determinar.
A pesar de que es posterior, se suele incluir en el periodo constructivo
de Alfonso III (866-910) debido a las relaciones formales y estilísticas
con otras iglesias prerrománicas asturianas.
El esquema de la planta corresponde perfectamente
al modelo tradicional de las iglesias asturianas. Se ha mencionado
mucho las semejanzas que presenta con la iglesia de San Salvador
de Valdedios, que se encuentra a escasos 20 kilómetros, en
el término municipal de Villaviciosa. Este edificio fue consagrado
en el año 893 bajo el reinado de Alfonso III y, por tanto,
no hay mucha diferencia cronológica. Sin embargo, en este
edificio se retoman características que veíamos ya
en las primeras iglesias del prerrománico asturiano, como
en San Julián de los Prados, situada en la ciudad de Oviedo
y construida bajo el reinado del primero de los reyes asturianos,
Alfonso II (791-842); o San Miguel de Liño, de la misma época
además de, por supuesto, San Salvador de Valdedios.
San Salvador de Priesca es uno de esos
edificios cuya arquitectura resulta muy sugerente. En ella pueden
observarse las nuevas corrientes artísticas propias ya del
siglo X, como los arcos de herradura de la cámara que se
sitúa sobre el ábside o los restos de pintura con
formas geométricas. Sin embargo, todo esto se mezcla en una
estructura tradicional que encaja a la perfección dentro
de la tradición constructiva del prerrománico asturiano.
El interior del edificio
Se trata de un edificio de unos 17 metros
de longitud, de planta basilical con tres naves, siendo la central
más alta y más ancha que las laterales. Éstas
se encuentran separadas por tres arcos de medio punto ligeramente
peraltados aparejados en ladrillo, que apoyan en cuatro pilares
de sección cuadrada. Los pilares y los arcos se encuentran
enfoscados, y tienen capiteles moldurados, que son los más
característicos en la arquitectura asturiana.
El aula se cubre con una cubierta de madera
a dos aguas. Ninguna de las cubiertas de madera que hay en la iglesia
son las originales, a excepción de la que cubre la pequeña
cámara que hay sobre el ábside, y a la que no es posible
acceder desde el interior. En el año 1936 la iglesia sufrió
un incendio que no la dejo demasiado maltrecha, pero que acabo por
completo con sus cubiertas, que hasta ese momento habían
sobrevivido a los avatares de la historia. Las que se pueden ver
en la actualidad son el fruto de una restauración emprendida
por Luis Menéndez Pidal en la década de los años
40 y 50.
Las tres naves desembocan en otras tantas
capillas que se configuran de manera rectangular, creando un muro
de testero recto en el exterior. La mayor se abre a la nave por
medio de un gran arco de medio punto, que conserva algunos restos
de pintura. Los tres ábsides se cubren con bóvedas
de cañón, y, en el del medio se observa una arquería
ciega que recorre los muros norte y sur sobre un banco corrido de
piedra, y que en el lado este se convierte en tres grandes arcos
de medio punto, también ciegos pero de mayor tamaño
que los laterales.
En el lado de poniente hay una pequeña
tribuna de madera que comunica con la nave central, y a la que se
accede desde una escalera situada en la sacristía.
En la mayor parte del edificio se conserva
el pavimento original, que es el característico de la arquitectura
altomedieval hispana, y que está configurado a base de hormigón.
En la nave mayor se abren, por encima
de los arcos de medio punto que la separan de las laterales, cuatro
ventanas en el lado sur y cinco en el lado septentrional, una de
ellas bífora y de mayor tamaño, con dos arcos de medio
punto ligeramente peraltado que apoyan sobre un parteluz. En el
muro de poniente se abre un vano que contribuye a la iluminación
del edificio. En los ábsides hay también una pequeña
abertura en cada uno de ellos, y en la que se encuentra en la capilla
septentrional todavía se puede ver la celosía original.
El exterior del edificio
Los muros de San Salvador de Priesca se
encuentran realizados en sillarejo y mampostería que forman
hiladas irregulares. Éstos se sitúan sobre un pequeño
zócalo corrido que recorre todo su perímetro, y que
es de sillería, al igual que las esquinas del edificio.
Sobre el ábside central se encuentra
una pequeña cámara, a la que sólo es posible
acceder desde el exterior, por medio de una ventana con dos pequeños
arcos de herradura apoyados sobre un parteluz. Este pequeño
recinto es característico de la arquitectura prerrománica
asturiana. Los investigadores no se ponen de acuerdo sobre su origen
ni su función, aunque es cierto que no han llegado hasta
nosotros ejemplos suficientes de la arquitectura visigoda como para
afirmar que es un elemento presente en esas iglesias, por lo que
su origen habría que situarlo en Asturias. Sin duda, cumple
con una función estructural y estética, pero además
es posible que se le diese otros usos, quizás como un lugar
para guardar reliquias, o un almacén de grano.
Las excavaciones arqueológicas
han evidenciado que el edificio contaba con dos pequeñas
habitaciones, o quizás dos pórticos, en los lados
norte y sur, de los que nada ha llegado hasta nosotros. En cambio,
sí que se conservan diversos añadidos que el edificio
ha sufrido a lo largo de su historia. Así, en el lado de
la epístola se añadió en los siglos XVII o
XVIII un pequeño habitáculo que en la actualidad funciona
como sacristía; y un pequeño pórtico junto
al ábside lateral, que fue construido en el siglo XIX y que,
en su lado oriental, se apoya sobre los restos del muro de la primitiva
habitación del siglo X. Fue en esta época cuando se
derribaron las dos cámaras laterales con las que contaba
el edificio originalmente. En el lado oeste se añadió,
también en la Edad Moderna, un pequeño vestíbulo
de entrada, por el cual se accede al edificio en la actualidad,
y que se encuentra comunicado con la nave central, y con dos pequeñas
habitaciones a ambos lados, que a su vez se comunican con las dos
naves laterales. No conocemos la función de estas dos cámaras,
pero en cualquier caso, originalmente no se encontraban comunicadas
con el interior del edificio. En la habitación del lado sur
se encuentra la escalera que permite el acceso a la tribuna; mientras
que en la del lado septentrional se conserva la pila de bautismo
original. La espadaña que remata al edificio, situada también
en el lado de poniente, también es un añadido de los
siglos XVII o XVIII.
La escultura
San Salvador de Priesca presenta algunos
ejemplos muy interesantes de escultura. Aquí, de nuevo, volvemos
a encontrar relaciones con la iglesia de San Julián de los
Prados. Los capiteles de los pilares que separan las tres naves
presentan tan sólo una forma moldurada, pero en las pilastras
que apoyan el gran arco de triunfo que da paso a la capilla mayor
se encuentran formas escultóricas vegetales algo rudas, pero
de gran belleza. En ellos se puede ver una decoración con
hojas en forma de punta de lanza con nervios en forma de espina
de pez.
En la arquería ciega que recorre
el ábside central también encontramos capiteles con
una forma troncopiramidal invertida, labrados con dos filas de hojas
de acanto con un nervio central y motivos geométricos, que
se sustentan sobre pequeñas columnas adosadas al muro, de
fuste liso y con plinto cuadrangular. Hay que llamar la atención
sobre la similitud que presentan con los procedentes de la iglesia
de San Miguel de Liño (Oviedo), que hoy se encuentran en
el Museo Arqueológico Nacional y en el Museo Arqueológico
de Asturias.
En el ábside del lado del evangelio
se conserva la única celosía original de todas las
que cubrieron las ventanas de la iglesia. La forma de ésta
es de tres arcos de medio punto en su parte inferior, un rosetón
central de ocho lóbulos y, por encima, otros tres arcos de
medio punto. De nuevo, esta celosía presenta semejanzas formales
con la que se encuentra en el ábside septentrional de San
Julián de los Prados.
En la sala que se abre al norte junto
al vestíbulo de entrada se encuentra la pila de bautismo
original de la iglesia, que se compone de una estructura muy sencilla
y sin decoración figurada.
En la restauración que efectuó Luis Menéndez
Pidal entre los años 40 y 50 del siglo pasado, se perdió
también una iconostasis que separaba el presbiterio de la
nave. Sabemos que se encontraba formada por dos pilares con placas
decoradas. En los plintos de las pilastras todavía se observan
las huellas de su estructura.
La pintura mural
En el interior del edificio pueden verse
algunos restos de pintura mural, muy deteriorada, y que de nuevo
presentan relaciones con las conservadas en San Julián de
los Prados que, en realidad, nos vendrían a hablar más
bien de una copia mecánica de modelos preestablecidos. El
incendio que sufrió el edificio en el año 1936 contribuyó
de manera decisiva a la destrucción de estas pinturas. Se
localizan en los ábsides, los muros que cierran las naves
laterales, y el muro superior que separa la nave central de las
otras dos. Originalmente toda la iglesia tuvo que estar decorada
con pinturas murales.
En la nave central, en la parte superior
del lado de la epístola hay un zócalo alargado, sobre
el cuál se sitúa la representación de un palacio
con un patio representado en perspectiva. En el centro de se puede
ver un árbol, rematado por un jarrón de donde sale
otro motivo vegetal. En otro campo aparece un personaje masculino
representado de manera muy tosca, que se encuentra sentado sobre
un trono y mirando hacia su izquierda.
En la nave sur hay representados hasta
seis edificios que conforman un palacio con un patio interior rodeado
de columnas.
El resto de las pinturas representan
motivos geométricos. En el lado norte conservamos restos
de pintura en la bóveda en el ábside, que consiste
en una decoración geométrica de casetones que combinan
formas hexagonales y rectangulares. En las roscas de los arcos ciegos
del ábside central, en el muro este, hay una pintura de círculos
y óvalos, similar de nuevo a las que se han conservado en
el ábside central de San Julián de los Prados. En
los ábsides laterales hay representados arcos ciegos fingidos,
y sus bóvedas representan los mismos motivos que los que
vemos en la capilla mayor.
(Autor
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
Víctor López Lorente