Iglesia de Sant Climent de Taüll, Lleida
Introducción
Ubicada en el valle del Boí, al norte de la
provincia de Lleida, Sant Climent de Taüll es probablemente
la iglesia más famosa de todo el románico catalán.
En parte, esto es así porque es la más grande de todo
el valle, pero sobre todo, por las pinturas que se encontraban en
su interior, y que constituyen una de las obras maestras del románico
europeo. Sin embargo, el edificio en si mismo constituye una joya
de la arquitectura románica.
El aislamiento al que ha estado sometido el valle del
Boí ha hecho que la iglesia conserve su fisonomía
original sin apenas intervenciones posteriores. Por desgracia, cuando
fue redescubierta a principios del siglo XX, parte de su mobiliario
litúrgico fue expoliado, o directamente vendido con el consentimiento
de las autoridades, como ocurrió con todas las iglesias de
esta zona.
En 1931 se declaró Monumento Histórico-Artístico
y esto dificultó su saqueo. Afortunadamente las pinturas
del ábside y los lienzos interiores, se salvaron de esta
situación y no salieron del país.
En
la actualidad, las pinturas de Taüll constituyen una de las
obras más emblemáticas del Museo Nacional de Arte
de Cataluña (MNAC), ubicado en Barcelona, que atesora, además,
la mayor colección de pintura románica de toda España
y una de las más importantes de toda Europa. En el año
2000, Sant Climent pasó a formar parte del conjunto de iglesias
románicas catalanas declaradas Patrimonio de la Humanidad
por la Unesco, junto a Santa María de Taüll, San Juan
de Boí, Santa Eulalia d'Erill-la-Vall, Sant Feliu de Barruera,
la Natividad de Durro, Santa Maria de Cardet y Santa Maria de Cóll.
Historia del edificio
En el siglo XI el núcleo poblacional de Taüll
pertenecía al obispado de Roda Barbastro. En el 1064 los
condes del Pallars Jussà, Ramón IV y Valença,
de la casa de los Erill, obtuvieron la jurisdicción de todos
los pueblos del valle del Boí y fue en este momento, en la
segunda mitad del siglo XI, cuando se comenzó la construcción
de la iglesia de Sant Climent. El edificio sin embargo se terminó
en el siglo XII. Junto a Sant Climent, se construyeron otras dos
iglesias, Santa Maria de Taüll, que es otro de los tesoros
del valle del Boí, y Sant Martí, de la que tan sólo
se han conservado restos de dos de sus ábsides, además
de la ermita de Sant Quirc.
La iglesia se terminó de construir en las primeras
décadas del siglo XII, y fue consagrada el 10 de diciembre
de 1123 por el obispo San Ramón de Roda (1104-1126), de la
diócesis de Roda-Barbastro. En el Museo Nacional de Arte
de Cataluña se conserva la inscripción fundacional
de la iglesia, que estaba pintada en una de las columnas que separan
las naves del edificio, y que reza así:
ANNO AB INCARNACIONE
DNI: M: C: XX: III: III: IDUS: DBR
VENIT RAIMVNDUS EPC BARBASTRE
NSIS CONSECRAVIT HAC ECLESIA IN HONORE
SANCTI CLEMENTIS MARTIRIS ET PONENS RELIQUIAS
IN ALTARE SANCTI CORNELLI EPISCOPI ET MARTIRIS (*)
El exterior
Sant Climent es un buen ejemplo para explicar el románico
catalán del valle del Boí, pues en el edificio están
presentes muchas de sus características. En planta, es un
edificio de tres naves, separadas por tres pares de columnas, que
finalizan en sus correspondientes ábsides semicirculares,
el central más ancho y más alto.
El edificio se orienta de forma canónica hacia
el Este. Junto al costado sur, muy cerca del ábside, se encuentra
la torre campanario, que es una construcción exenta, aunque
muy pegada al muro de la iglesia, con la que se comunicaba por medio
de una puerta, que en la actualidad está cegada.
Los otros dos accesos del edificio eran las portadas,
situadas, una en el costado Sur, y otra en el lado Occidental, aunque
hoy en día la primera también está cegada,
y tan sólo se puede entrar a la iglesia por medio del acceso
situado en la fachada de Poniente.
Los dos accesos cegados muestran una estructura muy
sencilla, en forma de arco de medio punto. La entrada, situada en
el Oeste, también presenta una gran sobriedad en sus líneas
principales, pues el acceso es tan sólo un gran arco de medio
punto. Originariamente se encontraba precedido de un pórtico
de piedra, del que se han conservado algunos restos en uno de los
ángulos de la fachada.
Como todas las iglesias del valle del Boí, Sant
Climent presenta una ausencia de escultura arquitectónica,
lo que confiere a sus muros una gran sobriedad decorativa. Esto
se suple con creces con el magnífico repertorio pictórico
del interior. En el exterior, toda la decoración se concentra
en la torre campanario y en los ábsides de la cabecera.
Estos ábsides presentan características
decorativas propias del románico lombardo, cuya influencia
se deja sentir en toda la zona. En Cataluña hay varios maestros
italianos, cuyo viaje está documentado. Sin embargo, en Boí
se crea una estética muy particular, pues estos motivos decorativos
se unen con la tradición constructiva local, creando lo que
se conoce como arquitectura lombardo-catalana.
En Sant Climent, en el ábside central se ve
la característica franja de arquillos ciegos pareados, que
cubre todo el perímetro superior en grupos de cuatro, separados
por medio de lesenas. Sobre éstos hay un friso de esquinillas,
similar al que se encuentran en las columnas del interior del edificio.
En los ábsides laterales, esta decoración
se repite, pero los arquillos ciegos se agrupan de tres en tres.
En la parte central del ábside principal hay una ventana
con arco de medio punto y forma de aspillera, y en los lados del
ábside dos pequeños óculos. En cada uno de
los absidiolos laterales hay otra ventana, también abocinada.
Estos vanos constituyen uno de los pocos lugares por
donde puede entrar la luz natural en el interior del edificio.
La torre campanario
Esta influencia del románico lombardo también
está presente en los motivos decorativos de la torre campanario.
Se trata de una construcción muy estilizada,
de planta cuadrada y siete cuerpos de altura, que tenía la
doble función de acoger las campanas de la iglesia, y servir
de torre de vigilancia y de comunicación con otros pueblos
del valle.
Los seis cuerpos superiores están horadados
con ventanas en sus cuatro costados, mientras que la parte inferior
no tiene ninguna ventana, tan sólo la puerta de acceso. El
segundo cuerpo tiene una ventana, el cuarto tiene tres, y el resto
dos vanos, todos rehundidos y con pequeños arcos de medio
punto. Estos arcos apoyan en una pequeña columna, con un
capitel en forma de ménsula. Los diferentes cuerpos se separan
por franjas de arquillos lombardos, y, en los tres cuerpos superiores,
también hay frisos con dientes de sierra.
El interior
En el interior del edificio se puede observar una iglesia
un tanto rústica, pero cuyas formas convergen en perfecta
armonía. Las tres naves se separan por gruesos pilares de
planta cilíndrica, algunos de las cuáles se apoyan
en una basa.
Hemos de suponer que en origen todos los pilares contaban
con ella, y que su desaparición es fruto simplemente de la
orografía del terreno. Aunque carecen de capiteles, todos
rematan en un friso de esquinillas, una de las características
del románico lombardo que está muy presente en las
iglesias del Boí. Sobre éste hay un pequeño
ábaco, en donde apoyan arcos formeros de medio punto, se
levanta un lienzo sin ventanas, que sostiene una cubierta de madera
a dos aguas con vigas sin tirantes, que cubre tanto la nave central
como las laterales.
Esta ausencia de bóvedas explica que no sean
necesarios los contrafuertes exteriores, pues el empuje es mucho
menor. Las cubiertas de madera son otra de las características
del románico del Boí.
En el interior de Sant Climent de Taüll, lo primero
que puede llamar la atención al visitante es la oscuridad
del edificio, que prácticamente no tiene ventanas. A excepción
de los vanos que se abren en los ábsides de la cabecera,
otras tres pequeñas ventanas situadas a los pies y las puertas
de acceso, dos de las cuáles permanecen cerradas en la actualidad,
no había ningún lugar por donde pudiera colarse la
luz natural. Además, en el interior la sobriedad decorativa
se acentúa, debido a que los pilares no tienen capiteles
ni hay ningún tipo de escultura arquitectónica.
Sin embargo no hay que olvidar que la iglesia se encuentra
muy descontextualizada, y que lo que se ve en la actualidad no son
más que los restos de un naufragio, cuyo navío ha
sido hundido por la Historia. Hay que imaginarse esta iglesia con
las pinturas murales que decoraban sus muros, iluminadas con la
luz de las velas. Sólo de esta forma cobra sentido la sobriedad
de sus muros, y la ausencia de luz natural.
Las pinturas
Las pinturas de Sant Climent constituyen unas de las
obras maestras del románico europeo.
Del arranque de las pinturas originales
al mapping actual
Numerosas vicisitudes ha sufrido la cabecera de la
iglesia de Taüll en el último siglo a consecuencia de
la importancia de sus frescos románicos
Arranque de las pinturas originales y traslado al
MNAC
Entre 1919 y 1923 los frescos originales del siglo
XII fueron arrancados (traspasados a lienzos) y trasladados al MNAC
de Barcelona. Desde entonces estas pinturas constituyen uno de los
más apreciados tesoros del museo.
Por tanto, en el ábside sólo quedaron
restos de las capas más profundas.
Reproducción de las pinturas
Las pinturas originales no han vuelto desde entonces
a su propietaria y no parece que vayan a hacerlo en los próximos
años. Sin embargo, Años después se decidió
crear una fiel reproducción de las mismas pueden verse unas
excelentes reproducciones en su lugar, que permiten a los turistas
y visitantes aproximarse al edificio románico tal y como
fue concebido antes del traslado.
Eliminación de las reproducciones y creación
de un mapping
En el año 2013 estas reproducciones modernas
de las pinturas originales volvieron a ser suprimidas, dejando tan
solo los restos de impronta que quedaban.
En su sustitución se ha instalado un modernísimo
y espectacular vídeo mapping que recrea los frescos originales
dentro del ábside mayor y el presbiterio en la secuencia en que
probablemente serían pintadas. La gran aportación
de este mapping digital es que podemos ver proyectado cómo
era el conjunto de pinturas de esta parte de la cabecera, incluso
aquellos espacios que ya habían desaparecido del original.
Características: plástica e iconografía
de las pinturas originales
Todas las pinturas se han fechado en torno al siglo
XII y son obra del denominado Maestro de Taüll, un anónimo
pintor que quizás procedía de Italia, y que debió
de traer de allí los modelos y las herramientas de su trabajo.
Una de las genialidades de este maestro es trasladar a la pintura
al fresco muchas de las características que eran habituales
en las pinturas sobre tabla. En el absidiolo norte hay otras pinturas
que pertenecen a otro maestro, de una factura muy inferior, aunque
sin duda conocía al maestro de Taüll, y recibió
su influencia. Las pinturas de la vecina iglesia de Santa María
también se han atribuido a este mismo pintor, o a su taller.
La obra más reconocida de Taüll, y la mejor
conservada, es el famoso Maiestas Domini que adornaba el ábside
central de la iglesia. Una vez más, muchas de las características
de este fresco se pueden extrapolar a toda la pintura románica.
Se trata de una pintura dividida en dos franjas horizontales. En
la superior se puede ver a Cristo en Majestad rodeado por el Tetramorfos,
y en la parte inferior seis figuras, tres a cada lado de la ventana
central, que representan a la Virgen acompañada de cinco
apóstoles. Se trata de la representación del Cristo
juez.
Se encuentra sentado, hierático, vestido con
una túnica y un manto, y sosteniendo en sus mano izquierda
un libro en donde se lee "EGO SUM LUX MUNDI" (Yo soy la
luz del mundo), mientras bendice con la mano diestra. Su cabeza
está rodeada por un nimbo crucífero, bajo el cuál
se encuentran las letras del alfa y el omega, la primera y las últimas
letras del alfabeto griego, lo que simboliza que Cristo es el principio
y el fin de todas las cosas. El cuerpo de Cristo está rodeado
de la mandorla mística.
En los cuatro ángulos están representados
los cuatro evangelistas, con sus respectivas iconografías,
San Mateo como un ángel y San Juan sosteniendo un águila
en las manos en la parte superior, y, en la inferior, San Marcos
sujetando a un león y San Lucas sujetando la pata de un toro,
rodeados de círculos.
Bajo la mandorla de Cristo y el Tetramorfos hay una
franja con una representación de cinco apóstoles y
sus respectivos nombres, y la Virgen. A la izquierda se encuentran
Tomás, Bartolomé y la Virgen María y, a la
derecha, al otro lado de la ventana central, Juan, Iacobus (Santiago)
y Felipe. Al igual que en la parte superior, en todas estas representaciones
hay un marcado hieratismo, una simetría muy marcada y una
ausencia de la perspectiva, lo que no significa que las figuras
carezcan de profundidad y volumen, algo que el pintor consigue gracias
a un uso muy inteligente del color.
En la parte inferior no se ha conservado ninguna policromía.
Lo más habitual es que esta parte se cubriese con representaciones
un tanto abstractas de telas que simularían cortinajes.
En el arco triunfal se ha conservado una Dextera Domini,
una mano de Dios, en el interior de un triple círculo. Se
trata de una representación de Dios sin representar su figura,
que simboliza la protección divina.
En el otro arco hay un Agnus Dei, un cordero de Dios,
con siete ojos, según lo describe el Apocalipsis de San Juan,
con el nimbo crucífero en su cabeza.
En el mismo arco, una representación de la parábola
del pobre Lázaro con su perro llamando a la casa del rico
Epulón.
En el presbiterio de la iglesia se encuentran algunos
fragmentos pictóricos de considerable importancia, que no
llegaron a trasladarse a Barcelona, pero cuyas formas resultan muy
difíciles de identificar.
Mobiliario litúrgico e imaginería
Con respecto al mobiliario litúrgico de
la iglesia, de época medieval lo más significativo
es un frontal de altar, que actualmente también se conserva
en el MNAC, fechado en torno al siglo XIII, y con escenas de la
vida del santo titular de la iglesia pintadas al temple. Del mismo
siglo es una talla de Cristo realizado en madera, que conserva policromía,
y que se conserva en el interior de la iglesia.
(Autores del texto del artículo
de ARTEGUIAS:
Víctor López Lorente y David de la Garma)