Monasterio
de Santa Cristina de Ribas de Sil
Introducción
El
Monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil es uno de los
grandes encantos monumentales y espirituales de la Ribeira Sacra.
Este cenobio benedictino es mucho menos conocido que otros
tan ilustres como el de San Esteban (Santo Estevo de Ribas de Sil,
reconvertido en parador) pero, sin embargo, desde el punto de vista
artístico y arquitectónico es un monumento de máximo
interés.
Santa Cristina de Ribas de Sil se encuentra en el municipio
de Parada do Sil en un entorno de incomparable belleza, a
pocos metros del río Sil rodeado completamente de un frondoso
bosque de castaños.
Para
llegar hasta este inefable monumento ha de tomarse una carreterita
rural asfaltada desde Parada do Sil en dirección al noroeste,
atravesando la angosta calzada entre las calles de la aldea de Castro
y desde allí, iniciar una pronunciada bajada rodeada de densísimos
bosques de robles y castaños de un par de kilómetros
hasta donde la carretera termina, con un pequeño ensanchamiento
que se emplea como aparcamiento. Aunque no es visible desde este
lugar la orilla del río Sil encajonado en su majestuoso cañón
(salvo desde lo alto de la torre) sólo se encuentra a unos
pocos centenares de metros.
Orígenes
Como tantos otros cenobios de Galicia y especialmente
de la Ribera Sacra, el origen de Santa Cristina de Ribas de Sil
hay que buscarlo en los asentamientos de ascetas ermitaños
que buscaban el aislamiento y la perfección espiritual en
los siglos altomedievales. Como comunidad monástica posterior
se especula también con un origen muy antiguo, si bien, la
primera noticia de este monasterio se tiene en el siglo IX.
En el siglo XII es cuando pasa a convertirse en un
monasterio benedictino, contando con amplias posesiones en la comarca.
Su declive se inicia durante la Baja Edad Media, prueba de ello
es que en el año 1508 pasa a convertirse en priorato del
vecino cenobio de Santo Estevo de Ribas de Sil. En el siglo XIX,
es abandonado tras la Desamortización y empleado como granja
de propiedad privada.
El Monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil
en la actualidad
A pesar de su larga historia, lo que el viajero puede
presenciar hoy es un conjunto de edificios románicos (finales
del siglo XII y comienzos del XIII) y renacentista (s. XVI) principalmente.
La iglesia es plenamente románica, de finales
del siglo XII. Tiene planta de cruz latina, con una sola nave más
crucero muy señalado en planta. La cabecera tiene tres ábsides.
El principal es la prolongación de la nave, mientras que
los absidiolos laterales se abren a los brazos del transepto.
También tiene una torre románica -algo
poco frecuente en el románico gallego- y dos pandas del claustro
renacentista originario del siglo XVI en su lado septentrional.
La
iglesia
Centrándonos en la iglesia del monasterio,
diremos que su gran encanto reside en su armoniosa y elegante arquitectura
caracterizada por la sillería granítica, más
que en aspectos escultóricos.
Interior
Su nave es alta y esbelta, formada por cinco tramos
separados por arcos diafragma apuntados apoyados sobre ménsulas
escalonadas. Dichos arcos se encargan de soportar el techo de madera
(ya que nunca se pensó en abovedar en piedra este espacio).
Estos arcos de refuerzo se hacen corresponder externamente
con contrafuertes rítmicamente dispuestos en el exterior,
como veremos. En los paños entre los contrafuertes hay ventanales.
Todo ello ofrece un resultado muy armónico.
La cabecera es tripartita y se comunica con un amplio
transepto. Los arcos triunfales y torales de esta parte del templo
son de medio punto y ojivales. En ellos se aprecia un cierto carácter
ultrasemicircular (herradura). El crucero está sobreelevado
y se cubre con bóveda de medio cañón. Un ventanal
permite intensificar la iluminación de esta iglesia, que
se muestra bastante oscura en general, como consecuencia del encajonamiento
en el pequeño valle y su vigorosa foresta.
En el interior del ábside central se conserva
una serie de pinturas murales clasicistas.
La mayor parte de los capiteles del interior muestra
cestas con hojas de plantas aunque hay algunos figurados:
Exterior
La nave del transepto sobresale bastante de la nave
y en sus dos hastiales también se abren ventanales románicos.
La cabecera muestra un gran ábside principal
seccionado por cuatro columnas y en las tres calles principales
se abren ventanales de arquivoltas planas sobre columnillas.
Uno de los ventanales del ábside central contiene
en sus capiteles dos escenas figuradas. Se trata de sendas parejas
de animales simétricamente dispuestos: aves y cuadrúpedos.
Los ábsides laterales, además de tener
un tamaño muy inferior, tienen una articulación también
más simple, con tambor liso y una estrecha aspillera central.
Hay que fijarse bien en los voluminosos canes que soportan
el alero pues hay algunos bien interesantes. Entre ellos, destacamos
uno con personaje con un cántaro en la boca, un hombre ensañando
su falo, una mujer en pleno parto, además de las consabidas
cabezas de animales, incluyendo algún que otro felino.
El muro lateral sur, a pesar de la falta de perspectiva
visual debida a la frondosa vegetación y la rampa de la ladera,
se muestra perfectamente armónico, gracias a la alternancia
de contrafuertes que dejan en cada espacio interno un bello ventanal.
En uno de ellos vemos otro capitel historiado pero
de insegura interpretación. Aparecen dos personajes. Uno
de ellos parece señalar con su mano algo cercano a un libro,
mientras que el otro levanta un objeto de difícil identificación.
Elemento muy notable es la fachada del oeste, constituida
por una portada de tres arquivoltas semicirculares -insinúan
arcos de herradura- de perfil de bocel y tradosadas por ajedrezado.
Tiene tres parejas de columnas cuyos capiteles son vegetales mayoritariamente,
aunque una pareja muestra rudas cabezas humanas. El tímpano
semicircular que tiene actualmente es completamente liso, aunque
probablemente dispusiera de alguna escena bíblica pintada
en su superficie.
Encima se ensambló un gran rosetón para
iluminar el templo. Las tracerías forman una cruz lobulada
en el centro rodeada de ocho huecos también de perfil angrelados.
Al norte queda una sencilla torre románica almenada
con troneras de arcos semicirculares.
El
claustro y la torre
Anexa a la fachada hay una preciosa portadita románica
que daba acceso al claustro. Dispone de arquivoltas semicirculares
ornadas con zigzags y palmetas además de un intradós
angrelado en cuyos huecos aparecen los cuatro símbolos de
los Evangelistas: ángel, toro, león y águila.
En las mochetas, dos personajes humanos -quizás ángeles
o profetas- portan libros en sus manos. A pesar de cierto desgaste
en las tallas, se aprecia una evidente relación estilística
con el Taller del Maestro Mateo.
Del claustro quedan dos pandas en pie. Son del siglo
XVI, y se articulan mediante arcos de medio punto sobre columnas
de fustes ochavados (más bien diríamos pilares prismáticos
con las esquinas achaflanadas). Su austeridad y equilibrio permiten
no desentonar con la arquitectura románica del templo.
Un tramo de la panda norte de este claustro está
ocupado por la base de la torre citada. Además de lo poco
corriente de estas estructuras en románico gallego, lo más
original es que no se trata de un cuerpo cerrado al exterior sino
abierto en tres de sus lados mediante arcos apuntados sobre columnas,
lo que lo asemeja aun ciborio o quizás a un arcosolio de
enterramiento.
Uno de los capiteles es muy interesante pues en él
se esculpieron don arpías de estilo mateano, cuyas colas
serpentiformes terminan en un lazo que rodea sus cuellos. De nuevo,
se aprecia la relación estilística e iconográfica
entre el taller del Maestro Mateo y otros hispanos de la segunda
mitad del siglo XII como Silos, Carrión de los Condes, San
Vicente de Ávila, etc.
También hay que observar la puerta que comunica
estas pandas claustrales con la iglesia mediante una sencilla puerta
de arquivoltas planas a la que se llega por una gran escalera de
seis peldaños semicirculares.
En esta zona del conjunto monástico podemos
apreciar una serie de laudas sepulcrales de abades medievales que
fueron reaprovechadas como material constructivo durante las reformas
del siglo XVI.