La hoy llamada Sinagoga de Santa María la Blanca
se sitúa en el extremo occidental del casco histórico
de Toledo, en pleno barrio de la judería y aproximadamente
a mitad de camino entre la célebre iglesia de San Juan de
Los Reyes y la otra gran sinagoga toledana conservada, conocida
como "del Tránsito".
Y
es que de las aproximadamente diez sinagogas, cinco centros de estudios
hebraicos y su renombrada escuela de traductores con que, según
las fuentes, llegó a contar la urbe toledana en su momento
convirtiéndose así en icono de convivencia más
o menos pacífica entre las tres culturas, solo han llegado
a nuestros días dos sinagogas; constituyendo ambas dos de
los mejores ejemplos de arquitectura religiosa hebrea en la Península
Ibérica y modelo inspirador para numerosos centros de culto
judíos posteriores.
Resulta muy llamativa que una sinagoga sea actualmente
reconocida mediante una advocación mariana, circunstancia
que se explica por la conversión en templo cristiano de la
que fue objeto una vez arrebatada a la comunidad judía a
finales del siglo XIV.
Declarada Monumento Nacional en 1930, en la actualidad
carece de culto alguno, es visitable y funciona como museo y sede
de exposiciones temporales.
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la Blanca, Toledo
Historia
Los orígenes de la Sinagoga de Santa María
la Blanca se remontarían, según atestigua una inscripción
conservada en una viga del edificio, al año 1180, que se
correspondería con el 4940 según el calendario judío.
Sobre sus artífices sin embargo existen varias
teorías: por un lado, los que identifican la de Santa María
la Blanca como la Sinagoga Mayor de Toledo apuntan como su mentor
a Abraham Ibn Alfachar, consejero de la corte de Alfonso VIII.
Por otro lado, otros estudiosos la identifican con
la durante siglos conocida como "Sinagoga Nueva", atribuyéndose
su financiación a Yosef Ben Shoshan, príncipe de los
judíos castellanos y almojarife (tesorero) de la corte del
propio rey Alfonso VIII.
Sea como fuere, consta que aproximadamente hacia el
año 1250 la sinagoga sufriría un pavoroso incendio
que la reduciría prácticamente a cenizas, siendo reconstruida
en 1260 gracias a un permiso especial de Alfonso X el Sabio en contra
incluso de una bula papal promulgada por Inocencio IV.
Así, una vez reconstruida, la sinagoga mantendría
su culto hebraico hasta 1391, año en el que una serie de
revueltas contra el pueblo judío iniciadas en Andalucía
y extendidas rápidamente a territorios castellanos, supondrían
la definitiva expropiación de la sinagoga en cumplimiento
de las predicaciones de San Vicente Ferrer, siendo entonces cedida
a la Orden de Calatrava y consagrada al culto cristiano bajo la
conocida advocación actual de Santa María la Blanca.
A mediados del siglo XVI y a instancias del Cardenal
Silíceo, la antigua sinagoga fue convertida en beaterio para
damas de vida desordenada arrepentidas, siendo por esas fechas sometida
a una serie de obras de reconstrucción que, siguiendo planos
del arquitecto Alonso de Covarrubias, afectarían principalmente
a la cabecera.
A continuación, tras algo más de una
centuria abandonada, durante el siglo XVIII pasó a funcionar
como cuartel de infantería, y ya en el XIX, tras la Guerra
de la Independencia, como depósito o almacén de diversos
enseres de la Real Hacienda.
Declarada Monumento Nacional en 1930, tras la Guerra
Civil pasaría de nuevo a manos de la iglesia, siendo objeto
de varias restauraciones cuyo resultado es su actual estado, que
si bien no acoge culto alguno, es perfectamente visitable funcionando
incluso como sala de exposiciones temporales e incluso de diversos
conciertos y recitales.
La Sinagoga de Santa María la Blanca
Más allá de los elementos esenciales
que toda sinagoga debía poseer en función de la liturgia,
si por algo se caracterizan los edificios de culto judío
es por su escasa homogeneidad; y es que el pueblo sefardí,
siempre abierto y en convivencia con otras comunidades religiosas,
no renunció a asimilar para sus construcciones elementos
propios de otros cultos; en el caso de Toledo, cristianos y musulmanes.
Así, en la propia urbe toledana, llama la atención
el hecho de que las dos grandes sinagogas conservadas como son la
del Tránsito y la que nos ocupa, muy poco tienen que ver
entre sí desde un punto de vista constructivo ya que, mientras
la primera se presenta como un gran espacio diáfano, la de
Santa María la Blanca reproduce visiblemente la disposición
espacial en naves paralelas de una mezquita musulmana, como varias
habría en la ciudad cuando fue levantada.
De hecho consta que para la erección de la Sinagoga
de Santa María la Blanca, la comunidad judía recurrió
a alarifes y canteros musulmanes, los cuales, no tuvieron problema
alguno en dotarla de notorios mudejarismos tan de moda en el Toledo
del momento.
Al exterior, como es denominador común en la
mayoría de sinagogas judías y en cumplimiento del
precepto oriental de "vivir hacia el interior", la de
Santa María la Blanca destaca por su marcada austeridad,
la cual, difícilmente le permite ser reconocible como tal
desde fuera más allá del moderno azulejo anunciador
junto a la entrada.
Esa extrema sencillez exterior contrasta, una vez rebasado
el pequeño patio exterior, con la suntuosidad y la luminosidad
de su interior, estructurado en cinco naves paralelas cubiertas
con artesonado de madera y separadas entre sí por arcos de
herradura que descansan sobre pilares octogonales rematados cada
uno de ellos por capiteles de estuco decorados.
Son en total 32 los capiteles que rematan los soportes
de las cuatro arquerías que estructuran su interior, todos
ellos diferentes entre sí y decorados mediante entramados
geométricos y vegetales; principalmente tallos, piñas
y volutas que recuerdan en cierto modo a los que existirían
de las iglesias cristianas de la ciudad.
Los muros encalados dotan al espacio interior de una
inigualable luminosidad, rompiéndose la monotonía
mediante molduras decorativas a base de tallos entrelazados, medallones,
palmetas, fórmulas aveneradas e incluso composiciones geométricas
a base de rombos superpuestos que recuerdan a las redes de sebka
almohades.
Llamativo sin embargo resulta el hecho de que, a diferencia
de otras sinagogas contemporáneas, la de Santa María
la Blanca apenas presenta ornamentación epigráfica
alguna.
En un segundo registro en altura y sobre los arcos
interiores que separan las naves se despliegan intrincadas yeserías
que recuerdan a las existentes en el Monasterio de las Huelgas de
Burgos, así como arquerías ciegas pentalobuladas de
raigambre almohade.
La reforma acometida en el siglo XVI por Alonso de
Covarrubias a instancias del Cardenal Silicio afectó principalmente
al sector oriental de la sinagoga, siendo sustituido el muro de
Jerusalén en el que se situaba el arca o nicho ("hejal")
que contenían los rollos de la Torah, por una cabecera de
tres elegantes capillas cubiertas con bóveda de semiesférica
sobre trompas la central, y de cuarto de esfera sobre pechinas las
laterales. Presidiendo el nuevo espacio cabecero, fue dispuesto
un retablo plateresco obra de Nicolás Vergara "el Viejo".
A diferencia de otras sinagogas, en Santa María
la Blanca no hay constancia física ni arqueológica
de la existencia de una galería de mujeres, aunque no sería
descabellado pensar que tal función la ejercería alguna
de las naves laterales individualizadas del resto del espacio interior
mediante cortinajes o celosías provisionales en madera.
Así pues, la de Santa María la
Blanca es una de las sinagogas más representativas de cuantos
edificios de culto hebraico medievales se conservan en España,
habiendo servido su modelo para otras construcciones de similares
características no solo en España, sino incluso fuera
de nuestras fronteras.
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)