Guía de la Torre de la iglesia de Santa
María de Ateca
Introducción
De orígenes antiquísimos y citada en
varias ocasiones nada menos que en el Cantar de Mío Cid,
la población de Ateca, segunda en importancia de la Comarca
de Calatayud, se enclava en una estratégica posición
justo en la confluencia del río Manubles con el Jalón.
Ya desde la lejanía son perfectamente apreciables
los agudos y esbeltos perfiles de dos torres que destacan entre
el caserío: la llamada Torre del Reloj y la torre campanario
de la iglesia de Santa María que, por méritos propios,
es uno de los monumentos icónicos del mudéjar aragonés
Patrimonio de la Humanidad.
Efectivamente, la torre campanario es el elemento más
sobresaliente de la parroquia de Santa María, monumental
templo levantado hacia el siglo XIV, ampliado en el XVI y profusamente
reformado en época barroca.
La
torre se situaba originalmente exenta y a los pies del templo primitivo,
sin embargo, a medida de que la iglesia fue siendo ampliada acabó
embebida en el entre el segundo y tercer tramo de la nave, quedando
oculta su pared norte y parte de la oeste.
A simple vista se distinguen dos fases constructivas
claramente diferenciadas: una primera correspondiente al cuerpo
inferior de la torre que vendría a identificarse con la primitiva
construcción medieval; y una segunda fruto de un recrecimiento
del siglo XVII que sustituiría su remate original.
Sobre este cuerpo bajo que nos va a ocupar existen
dos teorías principales. La primera de ellas apunta a un
posible origen islámico y que, según ella, lo que
apreciamos en la actualidad vendrían a ser los vestigios
del alminar de la mezquita mayor de la Ateca musulmana.
Por otro lado, otros expertos como el propio Gonzalo
M. Borrás Gualís se decantan por atribuir a la torre
un origen ya plenamente cristiano, posiblemente levantada durante
la segunda mitad del siglo XIII por alarifes mudéjares fuertemente
inspirados por la manera de hacer árabe.
En cualquier caso, basta un simple vistazo para confirmar
que se trata de una de las torres más personales del mudéjar
aragonés.
Presenta la prototípicamente aragonesa estructura
de alminar almohade conformado por una torre o machón central
abrazado por una escalera abovedada de acceso a los distintos cuerpos
superpuestos y que queda cerrada al exterior por la caja muraria
que, en este caso que nos ocupa de Ateca, pese a su apariencia cuadrangular,
es ligerísimamente trapezoidal.
Su decoración es idéntica por sus tres
lados visibles, siendo casi seguro que se repetiría de igual
manera por su cara norte hoy oculta tras ampliaciones posteriores.
La parte baja es totalmente lisa, abriéndose
tan solo sencillos vanos destinados a la iluminación de la
citada escalera de acceso.
A partir de aproximadamente la mitad para arriba del
cuerpo bajo, esa austeridad se convierte en una magnífica
profusión decorativa a base de variados frisos o bandas horizontales
aderezados además con el singular efecto cromático
que producen las incrustaciones cerámicas vidriadas policromadas.
La primera de las bandas ornamentales se compone de
arcos de herradura ligeramente apuntados que descansan sobre pilastrillas
a las que adosan pequeñas columnas de cerámica vidriada
en tonos miel y verde oscuro. Entre cada arco, justo en las enjutas,
se incrustan platillos o ataifores también de cerámica
vidriada alternándose los mismos colores que en las columnillas.
Sobre esta primera banda ornamental se despliega un
nuevo registro decorativo en el que, dentro de cinco casetones ligeramente
cuadrangulares por cada cara de la torre, se dibujan composiciones
a modo de aspas resultantes del efecto creado por la propia colocación
de los ladrillos.
A continuación se sucede una composición
en espina de pez y varios frisos de ladrillos en esquinilla entre
los que se alternan de nuevo platos cerámicos en tonos verde
y miel.
En la parte más elevada de la torre y separados
entre sí por más ataifores vidriados y sendas bandas
de ladrillos en esquinilla se despliegan otras dos bandas de arcos
apuntados y entrecruzados de clara raigambre hispanomusulmana, distinguiéndose
la superior ya que, en lugar de sobre pilastrillas con columnas
adosadas, los arcos descansan directamente sobre columnas exentas
también vidriadas y en alternancia cromática.
En el lugar donde hoy en día se eleva
el campanario barroco superior, en origen se situaría un
segundo cuerpo mudéjar contemporáneo al inferior y
con función de albergar las campanas. Según la mayoría
de especialistas, este respondería al modelo que, por fortuna,
si se ha conservado por ejemplo en la torre de Belmonte de Gracián.
(Autor del texto del
artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)