Guía
monumental (arte e historia) de Trigueros del Valle, Valladolid
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Trigueros
del Valle |
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Valladolid |
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Campiña
del Pisuerga/Montes Torozos |
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310 |
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757 |
Introducción
a la guía de arte (monumentos y rutas) de Trigueros del Valle,
Valladolid.
A apenas 25 kilómetros al norte
de la ciudad de Valladolid, en plena comarca de la Campiña
del Pisuerga y enclavado en un ameno vallejo rodeado de campos de
trigo que dan por completo la razón a su toponimia, la población
de Trigueros del Valle, con sus hoy apenas tres centenares de habitantes,
constituye una fiel y auténtica estampa de la idea que suele
uno hacerse de pueblo castellano.
Un castillo señorial con los restos de un cinturón
amurallado, una iglesia parroquial románica, una ermita de
orígenes antiquísimos dominando el caserío
desde una suave elevación, un pequeño pero encantador
entramado urbano a base de casas de piedra (algunas de ellas blasonadas),
así como un interesante conjunto de casas-cuevas cantadas
en su obra literaria por el vallisoletano universal Miguel Delibes
componen el bagaje monumental de esta interesante y, por lo general,
bastante desconocida localidad castellana.
Breve aproximación histórica
Los orígenes del enclave de Trigueros son relativamente
imprecisos, constando documentalmente una primera cita del año
1054 en la que sus pagos son donados por los nietos de una condesa
de nombre Ofresa al monasterio de Aguilar de Campoo.
Ya
en 1084, el Conde Ansúrez, figura primordial en la historia
de Valladolid y alrededores, se hace con una serie de bienes en
"Trigeiros", entre ellos el desaparecido monasterio de
San Tirso, donados poco después al abad de la colegiata de
Santa María la Mayor de Valladolid.
Es más que probable que el germen de la actual
población de Trigueros del Valle, con una primitiva fortaleza
defensiva incluida, se situase en lo alto del cerro hoy presidido
por la ermita de Nuestra Señora del Castillo, de la que también
existe alguna referencia documental en el siglo XI y que, aún
hoy en día, conserva en una de sus fachadas un "sospechoso"
arco de herradura.
Ya como solar de behetría, Trigueros fue beneficiado
en 1092 con un fuero extendido por la Condesa Ildonza, apareciendo
mencionado poco después, en el año 1119, un monasterio
dedicado a Santa María que es cedido por los herederos del
Conde Ansúrez al de San Zoilo de Sahagún.
Así pues, el Trigueros medieval se presenta
como un territorio notablemente fragmentado, contando con posesiones
en el entorno el citado cenobio de Sahagún, el monasterio
de Santa María la Real de Aguilar de Campoo o la propia Colegiata
de Santa María de Valladolid.
Con el paso de los años y alejada ya la amenaza
musulmana, el primitivo núcleo de Trigueros, convertido ya
en señorío, fue descendiendo desde su primer emplazamiento
en lo alto de la loma hasta acomodarse en una zona más llana
en pleno valle y con mejor acceso al agua y a tierras de cultivos,
siendo entonces levantada, allá por los años finales
del siglo XII, su nueva iglesia parroquial de San Miguel.
Igualmente, la primitiva fortaleza defensiva que coronaría
la población quedaría obsoleta y abandonada, iniciándose
en el siglo XIV la construcción de un nuevo castillo ya en
este caso de carácter más señorial y que sería
profundamente reformado poco después en el siglo XV.
El castillo
Iniciadas las obras durante el siglo XIV, no sería
hasta mediados de la decimoquinta centuria cuando el castillo de
Trigueros del Valle adquiriese su actual morfología, atribuyéndose
el mandato de su construcción a los Señores de Valdetrigueros
Don Gutierre de Robres y su esposa María de Guevara, cuyos
escudos de armas junto a la fecha de 1453, presiden en un blasón
la entrada principal al castillo.
En 1521 dentro del contexto de la Guerra de las Comunidades,
la población de Trigueros, descontenta con los señores,
pidieron amparo al Rey y tomaron al asalto la fortaleza, sufriendo
ésta considerables daños que serían reparados
y, en previsión de nuevos episodios similares, fue dotado
de un segundo recinto externo fortificado.
Así pues, en la actualidad, el castillo de Trigueros
presenta un cinturón defensivo externo de planta rectangular
de unos 70 x 50 metros rematado en sus cuatro ángulos por
otras tantas torres cilíndricas de muy buena cantería
y coronadas en su parte superior por boceles dobles y pequeñas
aberturas a modo de troneras.
El castillo propiamente dicho, también de plata
rectangular de unos 56 x 60 metros repite el esquema de torres angulares,
aunque en este caso no de planta cilíndrica sino cuadrangulares
y de una altura que apenas sobrepasa la de los lienzos murales.
De estas cuatro torres esquineras, solo una de ellas, concretamente
la del ángulo suroriental, pareció ser concebida para
ser habitable.
La torre del homenaje, parcialmente desmochada, se
yergue en el centro del muro norte, presentando hasta el año
2003 en que fue objeto de obras de consolidación un alarmante
riesgo de desplome.
Una sexta torre no tan elevada en este caso se alza
también en el centro del lienzo oeste, sirviendo de acceso
principal al castillo y cuya entrada queda presidida por los mencionados
blasones nobiliarios de sus señores Don Gutierre de Robres
y Doña María de Guevara, enterrados ambos en una capilla
funeraria de la iglesia de San Miguel Arcángel de la propia
población.
En origen, este acceso principal a la fortificación
contaba como principal recurso defensivo el hecho de que, para rebasarla
y acceder al patio de armas, había que superar nada menos
que tres portones de madera, de modo que desde su parte superior
y a través de diferentes troneras, podía hostigarse
al hipotético asaltante mediante piedras, flechas o incluso
vertiendo aceite hirviendo.
En el centro del patio de armas se dispone el aljibe,
siendo en origen accesibles desde el mismo las diferentes estancias
del castillo; tanto residenciales (habitaciones, salas noble) como
de servicio (almacenes, caballerizas, etcétera). Llama la
atención en el castillo de Trigueros la existencia de varias
estancias subterráneas abovedadas.
En definitiva, el castillo de Trigueros del Valle responde
al típico modelo de fortificación señorial
castellana bajomedieval. Pese a las reformas de emergencia acometidas
en el año 2003, su actual estado de conservación es
bastante precario, siendo merecedor por su relevancia histórica
y artística de una pronta restauración.
Iglesia de San Miguel
No lejos del castillo, en el centro del casco urbano
y acomodada en una suave ladera se levanta la iglesia de San Miguel,
templo que, pese a sus añadidos posteriores, puede vanagloriarse
de ser una de las construcciones más interesantes y mejor
conservadas llegadas a nuestros días del románico
rural vallisoletano.
Edificada en buena sillería caliza, constaba
en origen de una sola nave de cinco tramos cubiertos con bóveda
de cañón apuntado reforzada por arcos fajones también
de perfil apuntado que apean alternativamente en pilastras lisas
y ménsulas. A continuación, tras el arco triunfal,
el ábside semicircular se resuelve con bóveda de cascarón.
A esta planimetría primitiva, tan característica
del románico rural castellano, le serían añadidos
en fechas posteriores sendas capillas de bóvedas estrelladas
a modo de crucero en el siglo XVI; y una segunda nave septentrional
en el XVIII, para lo cual, fue necesario romper los paramentos originales
del hastial norte de la nave.
Uno de los primeros detalles que llama la atención
en San Miguel de Trigueros del Valle es el hecho de que la nave
se cubra con bóvedas pétreas, circunstancia harto
excepcional en el románico de la zona (donde predominan las
cubiertas de madera) y que podría explicarse por el poder
económico que le confería ser dependiente directa
de la Colegiata de Santa María la Mayor de Valladolid.
Algunos especialistas apuntan incluso la posibilidad
de que las bóvedas primitivas sufriesen un desplome poco
tiempo después de su cerramiento, y que las que vemos actualmente
fuesen obra de bien entrado el siglo XIII.
En definitiva, podemos concluir que los elementos más
llamativos y de mayor relevancia artística de la iglesia
de San Miguel son su ábside y la portada principal abierta
al lado sur.
El ábside, canónicamente orientado, se
levanta sobre un marcado zócalo con el fin de igualar el
terreno ligeramente en pendiente sobre el que se asienta. Queda
articulado en cinco paños definidos por cuatro medias columnas
rematadas en capiteles a la altura de las cornisas, abriéndose
ventanales en los tres paños centrales.
Los capiteles de las medias columnas son vegetales
a excepción de una de las cestas, en la que puede distinguirse
una sirena de doble cola acompañada de una figura humana.
En cuanto a los canecillos, la mayoría son geométricos
o vegetales, apareciendo puntualmente alguna figuración antropomórfica
y, de nuevo, la recurrente sirena pez de doble cola.
La portada, orientada al sur y considerablemente abocinada,
consta nada menos que de siete arquivoltas de medio punto abrazadas
por una chambrana exterior ajedrezada.
Dichas arquivoltas se presentan minuciosamente decoradas
a base de trenzados perlados, hojas alancetadas, puntas de clavo,
lazos geométricos con prismas en relieve, boceles y fórmulas
ajedrezadas que se repiten en los cimacios.
Descansan las arquivoltas a cada uno de los lados del
vano sobre tres columnas que quedan acodilladas entre pilastras,
todo ello elevado sobre un prominente plinto de nuevo destinado
a igualar las irregularidades del terreno.
En cuanto a los capiteles, reconocemos a la derecha
del vano animales afrontados que se unen en una sola cabeza, un
personaje con una túnica y un tercero más sencillo;
mientras que las cestas de la izquierda disponen un entrelazo, hojas
de remate avolutado y, de nuevo, una sirena de doble cola que hemos
visto ya en otros lugares de esta misma iglesia.
Por lo general, la escultura de la iglesia de San Miguel
de Trigueros del Valle denota la mano de un taller popular posiblemente
influido por los repertorios palentinos y, sobre todo, burgaleses.
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)