El segundo
de los viajes guiados de Arteguias del año 2012, realizado
el pasado sábado 31 de marzo, tuvo como destino las tierras
de La Alcarria y del Alto Tajo, en la provincia de Guadalajara.

Se trataba
de una zona que, pese a su relativa cercanía a Madrid,
es una gran desconocida para el gran público ya que, como
se comentó varias veces durante el viaje, en ocasiones
la provincia de Guadalajara ofrece una visión bastante
distorsionada al turista ya que, su principal eje vertebrador
y de comunicaciones: la autovía A-2, no puede decirse que
sea excesivamente atractivo; sin embargo, a poco que el visitante
se aleje unos pocos kilómetros para cualquiera de los dos
lados del citado vial, se encuentra con un territorio de enorme
riqueza paisajística y monumental.

La primera
de las visitas previstas tuvo como escenario la localidad de Torija,
donde su majestuoso castillo, hoy rehabilitado, acoge el Centro
de Interpretación Turística de la Provincia de Guadalajara
(CITUG), en cuyas modernas instalaciones, además de disfrutar
de una interesante proyección audiovisual, pudimos familiarizarnos,
como si de un aperitivo se tratase, con el territorio que íbamos
a recorrer durante la jornada.
Uno de los
puntos culminantes del día fue, sin duda, la visita a la
monumental e histórica Brihuega, donde recorrer su riquísimo
patrimonio artístico iba a ocuparnos prácticamente
el resto de la jornada matutina.

Comenzamos
la visita a la villa briocense por su iglesia de San Felipe, un
precioso edificio a caballo entre el románico y el gótico
que, por su fotogenia, tanto al interior como al exterior, hizo
las delicias de todos los asistentes.

A continuación,
tras un reconfortante café en la animada calle principal
de la villa, iniciamos un agradable paseo por la localidad en
dirección al castillo, junto al cual, literalmente colgada
sobre un altivo cortado desde el que se dominan amplias panorámica
alcarreñas, se asienta la iglesia de Santa María
de la Peña.
Este templo,
contemporáneo y de morfología semejante al anteriormente
visitado de San Felipe, ofrece la particularidad de estar abovedado
en piedra, lo cual le confiere mucho mayor empaque, conservado
además una interesante portada y su ábside semicircular.

Accesible
desde la propia iglesia de Santa María de la Peña,
tuvimos la oportunidad de descender, a través de una moderna
escalera recientemente habilitada, a las grutas en las cuales
la tradición sitúa la aparición mariana que
motivó la construcción de la iglesia.

Desde la iglesia
de La Peña, y después de visitar, gracias a la amabilidad
de su sacristán, los pasos de Semana Santa cobijados en
una de las dependencias del castillo, nos dirigimos a la Plaza
del Coso, donde nos introdujimos en las singularísimas
cuevas árabes que jalonan el subsuelo de la villa y en
las que llaman la atención sus galerías horadadas
a base de arcos y bóvedas de cañón apuntado.
Finalizada
la visita a Brihuega, nos encaminamos a Alcolea del Pinar, donde
tuvo lugar la comida ya que constituye uno de los mejores puntos
de partida para visitar nuestro siguiente objetivo del día:
el Monasterio cisterciense femenino de la Buenafuente del Sistal.
El Monasterio
de la Buenafuente del Sistal se ubica, tal y como instaban los
dictados de la Orden del Cister, en un aisladísimo y prácticamente
incomunicado paraje dentro del Parque Natural del Alto Tajo, siendo
necesario para llegar a él recorrer varias decenas de kilómetros
a través de parajes prácticamente despoblados pero
de una riqueza paisajística inusitada que no pasaron desapercibidos
a los asistentes.

Tras comentar
exteriormente el edificio monacal, y visitar su interior, donde
aún brota la fuente que da nombre al cenobio, aprovechamos
para realizarnos la tradicional foto de familia junto a su interesante
portada norte.

La última
de las visitas programadas de la jornada fue la preciosa villa
de Cifuentes, donde su iglesia parroquial del Salvador y, muy
especialmente, su portada oeste, constituyó una fantástica
guinda para una jornada inmejorable.

Frente a ella,
tras una breve aproximación biográfica a la apasionante
figura de Doña Mayor Guillén de Guzmán, fundadora
del templo, pudimos comentar su particularísima iconografía
en la que diferentes criaturas diablescas, talladas con gran naturalismo
y expresividad, conviven con otras representaciones mucho más
prototípicas de las portadas románicas, una circunstancia
perfectamente justificable al tratarse de una puerta que, pese
a sus hechuras románicas, se enmarca cronológicamente
en la segunda mitad del siglo XIII, momento en el cual, por ejemplo,
ya estaba en marcha la catedral de Burgos.

Finalizada
la jornada con un agradable y necesario refrigerio en la propia
villa cifontina, emprendimos camino de regreso a Madrid.