Durante el fin de
semana del 20 y 21 de octubre, último antes del cambio
horario tras el cual las horas de luz se ven considerablemente
reducidas, tuvo lugar el Viaje Guiado ARTEGUIAS "Ruta del
Císter por tres comunidades distintas".
Este viaje, que ampliado a dos días respecto
a la primera cumplía ya su segunda edición, recorrió
bajo el hilo conductor de la arquitectura de los monasterios cistercienses
el triángulo imaginario que conforman el sur de la provincia
de Soria, el oeste de Zaragoza y el norte de Guadalajara; un territorio
bastante olvidado debido a sus deficientes comunicaciones pero
que atesora un rico e interesante patrimonio monumental.
Así, tal y como estaba previsto, nuestro autobús
partió desde la Avenida de América e Madrid para,
tras la preceptiva parada técnica a mitad de camino y las
consabidas explicaciones introductorias durante el trayecto, llegar
a nuestro primer destino de la jornada: el Monasterio de Santa
María de Huerta.
Enclavado en el extremo sur de la provincia de Soria,
el Monasterio de Huerta es uno de los cenobios cistercienses llegados
en mejor estado a nuestros días, conservándose su
paradigmática iglesia monacal y la mayoría de estancias
claustrales, destacando por encima del resto el espectacular refectorio.
Finalizada la visita y tras hacer acopio de productos
elaborados por la propia comunidad monacal en la tienda del monasterio,
regresamos al autobús para continuar nuestro itinerario,
introduciéndonos a los pocos kilómetros en territorio
aragonés hasta acercarnos a la ciudad de Daroca.
Tras una breve explicación de su fotogénica
puerta de la muralla conocida como "Puerta Baja" y su
contigua Fuente de los Veinte Caños, accedimos al recinto
urbano de Daroca para disfrutar de una agradable comida en un
céntrico mesón.
A continuación descendimos hacia la calle
principal de la localidad hasta la oficina de turismo, donde tuvimos
oportunidad de visualizar una breve proyección introductoria
sobre la historia de la ciudad darocense antes de iniciar nuestro
itinerario a pie acompañados por la guía oficial
Asun.
Iniciamos nuestro recorrido por la Basílica
de Santa María de los Sagrados Corporales, construcción
de origen románico de la que aún quedan restos visibles,
pero que debe toda su fama a albergar en su interior los milagrosos
Sagrados Corporales que han hecho de Daroca un importante destino
de peregrinación.
Desde ahí, a través de pintorescas
callejas, ascendimos hasta la iglesia de San Juan de la Cuesta,
templo que, al igual que el más famoso de San Tirso de
Sahagún (León), constituye en sí mismo el
más claro ejemplo del nacimiento del estilo mudéjar,
ya que fue comenzado siguiendo la más pura estética
románica en material pétreo, y rematado en ladrillo
acorde a las tendencias constructivas y decorativas hispanomusulmanas.
A escasos metros de San Juan, desembocamos en la
plazuela presidida por la iglesia románica de San Miguel,
en cuyo interior se conserva un interesantísimo retablo
pictórico gótico; y a continuación, de nuevo
a través de callejuelas de enrome sabor, descendimos hasta
la última de las iglesias medievales darocenses, en este
caso dedicada a Santo Domingo y en la que, de nuevo, pudimos observar
como conviven en un mismo templo el estilo románico y el
mudéjar.
Para rematar la visita al conjunto monumental de
Daroca ascendimos a un encantador mirador junto a la muralla,
desde el cual, pudimos contemplar en conjunto la belleza de la
ciudad. Tras ello, nos reunimos en la Puerta Baja para, tras un
tiempo de libre disposición, regresar al autobús
y dirigirnos a nuestro hotel, situado en Calatayud.
La mañana de domingo nos citamos en la puerta
del hotel para continuar nuestro recorrido visitando el famosísimo
Monasterio de Piedra, destino turístico de primer orden
debido a la exhuberancia y la espectacularidad de su parque natural
cuajado de lagos y cascadas, pero en el que, para el gran público,
suele pasar desapercibido el fantástico monasterio que
da nombre al paraje.
Así, nuestra visita se centró en conocer
a fondo el Monasterio de Santa María de Piedra, cenobio
cisterciense cuya visita complementó a la perfección
la del día anterior a Santa María de Huerta, ya
que se da el caso de que las estancias peor conservadas del monasterio
soriano, son las que en mejor estado han llegado en Santa María
de Piedra, como es el caso de la sala capitular y el callejón
de conversos, pieza esta casi única en cuanto a monasterios
del Císter español se refiere.
Finalizada la visita al conjunto monumental, no podíamos
dejar pasar la oportunidad de dedicar unos minutos a asomarnos
al parque natural adyacente, tras lo cual, regresamos al autobús
para proseguir nuestro camino.
Pocos kilómetros después del Monasterio
de Piedra, nos adentramos a través de sinuosas carreteras
en la tercera comunidad autónoma de cuantas recorría
el viaje, en este caso Castilla la Mancha a través del
norte de Guadalajara.
Allí nos esperaba en primer lugar una de las
sorpresas del viaje como es la ermita de Santa Catalina de Hinojosa,
construcción que si bien no tiene demasiado que ver con
el Cister, no podíamos dejar pasar la ocasión de
visitarla pasando tan cerca y encontrándose normalmente
tan alejada de las principales rutas del románico.
Esta construcción, redefinida hoy como ermita,
es en realidad la parroquia de una población despoblada
y desaparecida hace varios siglos cuya conservación se
debió a motivos devocionales. En la actualidad, por su
ubicación en un maravilloso bosque de sabinas y su galería
porticada orientada al sur, es una de las construcciones románicas
más fotogénicas de Guadalajara.
Desde la ermita de Hinojosa nos adentramos en el
Señorío de Molina hasta llegar a su población
más importante: Molina de Aragón, donde nos esperaba
nuestro restaurante para la comida.
Para comenzar la jornada de tarde nos acercamos a
la iglesia de Santa Clara, construcción tardorrománica
que conserva clarísimos resabios decorativos de la arquitectura
cisterciense y desde donde, tras citarnos con nuestra guía
Maite, ascendimos hasta su castillo.
Ubicado en una escarpada ladera que da abrigo y protección
a la localidad, fuimos ascendiendo progresivamente hasta su primer
cinturón amurallado, donde aprovechamos la parada para
tomar aire e introducir la evolución histórica y
artística del castillo, primero árabe y después
cristiano.
Superada la última cuesta, ingresamos en el
castillo propiamente dicho para recorrer sus torres y adarves,
desde donde se divisan amplísimos horizontes, entre ellos,
la señera Torre de Aragón, primitiva atalaya árabe
de la fortaleza.
Finalizada la visita y tras un tiempo libre para
tomar un refrigerio, retornamos al autobús para iniciar
camino de regreso a Madrid, donde tras la pertinente parada técnica,
llegamos dentro del horario previsto.
Muchas gracias a todos por vuestra compañía.