Como estaba programado, el autobús salió
de la Plaza del Conde de Casal para, en dos horas cortas de trayecto
y una breve parada técnica a las puertas de Cuenca para
reponer fuerzas, llegar a nuestro destino, en el cual, tras recoger
a nuestro guía oficial, iniciar la remontada de la Hoz
del Júcar para desembocar con el autobús en la parte
más elevada de la ciudad.

Nada más bajar del autobús tuvimos
la ocasión de comprobar desde sus miradores el fascinante
emplazamiento sobre el que se levanta Cuenca, encaramado sobre
un espolón rocoso entre las hoces de los ríos Júcar
y Huécar; un emplazamiento que, desde tiempos inmemoriales,
hacían de ella una plaza inexpugnable.

A partir de ahí nos adentramos en las callejas
del barrio alto a través del llamado Arco de Bezudo, uno
de los principales accesos de la muralla y del viejo castillo,
reducido hoy a escasas ruinas pero que, en origen, coronaría
dominante la urbe conquense.

Tras pasar frente al antiguo inmueble del Tribunal
de la Inquisición, hoy convertido en Archivo Histórico
y a través de escarpadas calles a cuyos costados sobreviven
palacios, conventos y alguna iglesia como la de San Pedro, adaptada
casi a la fuerza a las dimensiones de su irregular solar; llegamos
a lo que queda de la antigua parroquia de San Pantaleón,
antes conocida como San Juan de Letrán o del Hospital y
que puede presumir de ser la más antigua de a ciudad.
Desde la entrada misma de la Plaza Mayor y a través
de pasadizos y una pronunciada escalinata accedimos al barrio
de San Miguel, desde cuyo mirador pueden apreciarse magníficas
vistas de la también medieval iglesia de San Miguel, y
de los espectaculares inmuebles del barrio de San Juan, literalmente
colgados sobre la hoz tallada por el Júcar.

A continuación nos dirigimos al Museo Arqueológico
de Cuenca, de cuya interesantísima colección de
arte principalmente antiguo nos detuvimos en sus piezas más
señeras procedentes de asentamientos de la provincia tan
conocidos como Segóbriga, Valeria y Ercávica.

Desde ahí, descendimos a través de
sinuosas callejuelas hasta desembocar frente a uno de los lugares
más reconocibles y fotografiados de Cuenca como son las
Casas Colgadas, en cuyo interior, divididos en dos grupos tal
y como marca la normativa, tuvimos la ocasión de visitar
la magnífica colección de arte abstracto que se
expone en su interior.

Para culminar la jornada de mañana accedimos
al Museo Diocesano, habilitado en el viejo Palacio Episcopal.
Este museo, ignorado por muchos turistas que visitan Cuenca, cuenta
con varias piezas que podríamos calificar de sobresalientes,
como alguna obra de El Greco, el báculo románico
esmaltado de San Julián, o quizás su pieza más
valiosa: un díptico bizantino cuajado de perlas y piedras
preciosas que dejó a la mayoría de asistentes fascinados.

Y por fin, el plato fuerte de la jornada quedó
reservado para última hora de la mañana, en la que
accedimos a la interesantísima Catedral conquense, la cual,
pese a no ser ni mucho menos la más mediática: sí
se vanagloria de ser una de las más sobresalientes e interesantes
del gótico peninsular por sus estrechos lazos con el gótico
temprano del norte de Francia.

Tras recorrer sus naves comentando cada una de sus
características deteniéndonos también en
sus capillas laterales más relevantes, regresamos al exterior
para hacernos nuestra tradicional foto de familia.

Y ya desde ahí, descendiendo por el pintoresco
Puente de San Pablo con sus magníficas vistas de las Casas
Colgadas y de la Hoz del Huécar, llegamos a la zona del
moderno auditorio de la ciudad, donde nos esperaba una agradable
comida.
Ya por la tarde, un breve desplazamiento de poco
más de media hora en el autobús a través
de bellísimos parajes del Parque Natural de la Serranía
de Cuenca, nos condujo al segundo destino principal de la ruta:
La Ciudad Encantada.

Tras explicar brevemente sus características
geológicas, el grupo se adentró en el sendero perfectamente
balizado para ir progresivamente descubriendo las caprichosísimas
formas de sus piedras: el Tormo Alto, "el perro", "los
barcos", el "puente romano" o, casi en el vértice
superior a mitad de recorrido: el "mar de piedra".
Ya en sentido regreso a través del recorrido
circular, fuimos encontrándonos nuevas formaciones como
el espectacular "convento", el "elefante",
el "teatro", la "tortuga" y, ya casi al final,
una de las formaciones más conocidas como es la llamada
"los Amantes de Teruel".

Finalizado el recorrido por el Parque de la Ciudad
Encantada, se dispuso de media hora para reponer fuerzas en un
agradable hostal con cafetería situado justo a la entrada
del parque para, a continuación, regresar directamente
a Madrid dentro del horario previsto.
Muchísimas gracias a todos por vuestra agradabilísima
compañía y hasta una próxima ocasión.