Durante el último fin de semana de agosto
tuvo lugar la segunda edición del viaje guiado ARTEGUIAS
al "Gran Románico Aragonés", una edición
que, respecto a la primera celebrada hace cinco años, se
vio ampliada tanto en días como en contenidos para permitirnos
visitar algunos de los lugares más emblemáticos
tanto en lo histórico como en lo artístico del Alto
Aragón medieval.
Así, tal y como estaba previsto, el viaje partió
puntual de la madrileña Avenida de América, realizándose
como es preceptivo para viajes de este kilometraje dos paradas
técnicas antes de llegar a la localidad de Sabiñánigo,
donde nos esperaba la comida.
La tarde del viernes la dedicamos íntegramente
a recorrer la comarca del Alto Gállego, en cuyas minúsculas
aldeas se levantan un grupo de unas 15 o 20 genuinas construcciones
religiosas de gran unidad estilística conocidas como "iglesias
del Serrablo"; templos que, aún hoy, suscitan gran
interés y no menos polémica entre los investigadores
en cuanto a su nomenclatura y cronología se refiere.
En primer lugar y a modo de toma de contacto, nos
acercamos a la iglesia de Lasieso, quizás no de las más
conocidas del grupo, pero sí de gran belleza y fotogenia,
sirviéndonos para introducir sobre el terreno un pequeño
estado de la cuestión y exponer las diversas teorías
planteadas sobre su origen: ¿mozárabe?, ¿primer
románico variante del lombardo?
Tras una breve parada técnica para reponer
fuerzas, nos dirigimos a la considerada joya de la corona de este
estilo: la iglesia de San Pedro de Lárrede, la cual, dada
su importancia, sirve para nominar al resto de templos hermanos
como "estilo larredense".
En Lárrede, además de visitar un modesto
centro de interpretación a base de paneles habilitado junto
a la iglesia, tuvimos la oportunidad de desgranar y explicar sobre
el terreno las peculiaridades estilísticas y formales de
este sub-estilo que tanto interés ha despertado en las
últimas décadas.
A apenas 5 minutos de Lárrede, nos dirigimos a continuación
a la ermita de San Juan de Busa, otro bellísimo ejemplo
de iglesia del Serrablo y quizás la más fotogénica
de todas al alzarse solitaria en una preciosa pradería
con las cumbres pirenaicas como inmejorable telón de fondo.
Desde allí, en menos de media hora, pusimos
rumbo a Jaca para instalarnos en el hotel antes de cenar y reponer
fuerzas de cara a la intensa jornada de sábado que nos
esperaba para el día siguiente.
Si el viernes lo dedicamos íntegramente a
ese polémico estilo serrablés, la jornada de sábado
se centró en el románico pleno surgido en torno
los valles del germinal Reino de Aragón, encaminándonos
en primer lugar al celebérrimo monasterio viejo de San
Juan de la Peña, erigido al abrigo de un espectacular peñasco
rocoso que sobresale de los escarpados montes de la sierra homónima.
En San Juan de la Peña recorrimos y comentamos
las diferentes estancias monacales, comenzando por su primitiva
iglesia prerrománica, continuando por el panteón
real y la iglesia superior, y concluyendo en su icónico
claustro, en cuyos capiteles el conocido y personalísimo
Maestro de Agüero o de San Juan de la Peña dejó
plasmada una auténtica biblia en piedra.
Finalizada la visita con unos minutos de tiempo libre
para que los viajeros aprovechasen para hacer todas las fotografías
que deseasen, descendimos al pie de la sierra hasta la población
de Santa Cruz de la Serós, donde tras una parada técnica,
tuvimos la ocasión de visitar sus dos conocidos monumentos
románicos.
En primer lugar nos acercamos a la iglesia de Santa
María, heredera de un antiquísimo monasterio femenino
medieval. Frente a ella, comentamos sus particularidades arquitectónicas
para, a continuación, centrarnos en su portada occidental
presidida por un interesantísimo crismón que, en
la actualidad y según recientes estudios, se señala
como el primer crismón altoaragonés, anterior incluso
al de la catedral de Jaca.
Antes de regresar al autobús nos detuvimos
en la encantadora iglesia de San Caprasio, antiguo templo parroquial
del núcleo poblacional y erigido en estilo románico
lombardo, lo cual nos sirvió para comparar la evolución
de ese románico primitivo imperante en la región
pirenaica al románico pleno resultado de la penetración
de corrientes internacionales.
Tras la comida en un céntrico restaurante
de Jaca, la tarde del sábado la dedicamos íntegramente
a visitar la propia ciudad jacetana, comenzando por el Concento
de las Madres Benedictinas, en cuyo interior se expone, junto
a una interesante colección de pinturas procedentes de
la cripta, el magnífico sepulcro de Doña Sancha.
Posteriormente y a través de sus calles perfectamente
ortogonales fruto de su planteamiento urbanístico medieval,
llegamos a su núcleo catedralicio, comenzando la visita
primero por su cabecera y a continuación por su interior,
donde se conservan varios capiteles de interés.
Anexo a la catedral se sitúa el Museo Diocesano, sin duda,
uno de los museos más ricos y completos en cuanto a temática
medieval se refiere de la geografía española y en
cuyas salas se exponen pinturas murales, escultura religiosa,
capiteles y diferentes piezas procedentes de la propia catedral
de Jaca y de pequeñas iglesias de la diócesis.
Por supuesto, no podíamos dejar pasar la oportunidad
en el Museo de Jaca de admirar las pinturas murales procedentes
de Bagüés: uno de los ciclos pictóricos más
completos y mejor conservados del románico español
y que se presentan acompañados de una interesante proyección
audiovisual.
Finalizada la visita al museo, salimos al exterior catedralicio
para detenernos en la escultura de sus dos portadas: la llamada
puerta de la Lonja Chica, y por supuesto, la del acceso occidental,
presidido por un tímpano dotado de crismón y de
enorme valor simbólico.
Tras un rato de tiempo de libre disposición,
el grupo se dirigió a la parroquia de Santiago, también
de origen románico aunque muy reformada y en cuyo interior
se custodia un interesantísimo capitel obra del Maestro
de las Platerías.
Finalizada la visita a los monumentos de Jaca, los
viajeros que así lo desearon regresaron al hotel para prepararse
para la cena y, quienes así lo prefirieron, se quedaron
por su animadísimo casco urbano tomando algo en sus múltiples
terrazas o comprando recuerdos o productos típicos antes
de regresar al hotel.
La mañana del domingo nos despedimos de la
comarca de la Jacetania para regresar de nuevo al Alto Gállego,
cuyas aguas remontamos por el espectacular Valle de Tena hasta
su misma cabecera en la estación de esquí de Formigal,
donde fue instalada hace unas décadas la iglesia serrablesa
procedente del pueblo abandonado de Basarán.
A continuación, retrocedimos por el mismo
valle hasta la localidad de Gavín, donde tras una parada
técnica en la que aprovechamos para recoger las llaves,
nos encaminamos hasta la última de las visitas del viaje:
la ermita de San Bartolomé de Gavín.
Situada en un solitario vallejo teñido de
diversas tonalidades de verde, la ermita de San Bartolomé
causó sensación entre nuestros acompañantes,
siendo fotografiada desde todos y cada uno de sus ángulos
antes de regresar a Biescas, capital del valle y donde nos aguardaba
una reconfortante comida.
Por la tarde, emprendimos camino de regreso a Madrid,
donde, tras las dos paradas técnicas preceptivas, llegamos
dentro del horario previsto despidiéndonos hasta una próxima
ocasión. Muchas gracias a todos por acompañarnos.