Con frío
pero con sol y con la habitual puntualidad, partimos desde la
madrileña Plaza de Cristo Rey al encuentro de una serie
de joyas románicas segovianas que, bien por quedar eclipsadas
por la riqueza del románico capitalino, o bien por estar
ocultas al exterior por reformas tardías, han pasado hasta
hace pocos años relativamente desapercibidas tanto para
eruditos como para viajeros aficionados.
Tras las pertinentes
explicaciones introductorias durante el trayecto de ida con el
fin de contextualizar histórica y artísticamente
las obras a visitar, y después de una rápida parada
en Torrecaballeros para desayunar; llegamos a la iglesia de San
Miguel Arcángel de Sotosalbos: sin duda, la menos desconocida
de cuantas joyas nos aguardaban a lo largo de la jornada.
En ella, las
explicaciones se centraron principalmente en el programa iconográfico
desplegado en la galería porticada abierta al costado sur
del templo, tanto en sus capiteles como en su exuberante cornisa.
En su interior, no pasaron tampoco desapercibidos los restos de
pintura mural descubiertos no hace mucho en los muros absidales.
Prácticamente
sin tiempo para quitarnos los abrigos, muy necesarios a primera
hora de la mañana, desembarcamos en la vecina localidad
de Pelayos del Arroyo, donde su iglesia, caracterizada por su
sencillez exterior, oculta dentro de su reformado porche, antaño
galería porticada, una interesantísima portada románica.
Ya en el interior del edificio, llamaron especialmente la atención
entre los asistentes el ciclo de pinturas murales sobre la vida
del santo titular San Vicente conservado en el muro sur de la
nave.
A continuación,
superadas con éxito las estrecheces que para el autobús
planteaba el acceso a Caballar, la expedición se dirigió
a su iglesia parroquial, emplazada en el punto más alto
de la localidad y desde donde se podían contemplar bellísimas
panorámicas. Del citado templo, dedicado a la Asunción
de Nuestra Señora, la práctica totalidad de los
visitantes coincidieron en destacar tanto la armónica sobriedad
de sus volúmenes interiores, como la expresividad de sus
capiteles. Igualmente, llamó la atención la portada
sur, oculta al exterior bajo un reformado porche heredero de una
primitiva galería porticada en parte recuperada.
Cuando por
fin el sol calentaba, llegamos a Turégano, donde tras comentar
brevemente el exterior del ábside de la Iglesia de Santiago,
accedimos al restaurante "La Casa Vieja", donde pudimos
disfrutar de un menú en el que no podía faltar ni
la sopa castellana ni los renombrados judiones de La Granja.
Ya por la
tarde, un agradable paseo por la preciosa villa de Turégano
nos condujo a los mismos pies del castillo, un edificio cuyo aspecto
defensivo exterior, oculta en su interior una magnífica
iglesia románica de tres naves que a la postre, resultó
idónea para aclarar sobre el terreno ciertas dudas acerca
de la nomenclatura de los distintos tipos de arcos presentes en
un templo románico.
Finalizada
la visita a tan particular iglesia, los más audaces no
dudaron en desafiar las tortuosas escaleras que daban acceso a
las estancias más elevadas del castillo, desde donde se
divisaban paisajes propios de una postal.
La última
de las joyas desconocidas del románico segoviano visitada
fue la Iglesia parroquial de Torreiglesias, de nuevo un ejemplo
idóneo para ilustrar el leitmotiv principal de la jornada:
un edificio aparentemente simple al exterior que esconde, tras
un reformado porche moderno, una maravillosa portada cuajada de
figuración animal real y fantástica que sirvió
para poner sobre la mesa las distintas connotaciones simbólicas
de cada una de las especies allí representadas.
Por último,
y tras una última parada en Torrecaballeros, emprendimos
viaje de regreso a Madrid. Muchas gracias a todos y todas por
vuestra asistencia y nos vemos en el próximo viaje.