El pasado fin de semana despedimos el
mes de julio y dimos la bienvenida a agosto con un viaje guiado
ARTEGUIAS de lo más esperado, y es que, bajo el título
"Magia Románica en los Valles de Losa y Valdivielso"
recorrimos algunos de los parajes más icónicos del
románico burgalés.

Como estaba previsto, el viaje partió con
una puntualidad digna de agradecer desde la Plaza de Castilla,
realizando una parada técnica a la altura de Lerma antes
de llegar a nuestro primer destino temático de la ruta:
el espectacular paraje de Tobera, compuesto por la ermita de Nuestra
Señora de la Hoz, un puente medieval y un encantador humilladero.
Una vez allí, y con las cabras que habitan
ese espectacular desfiladero como testigos de excepción,
visitamos la portada ya gótica de la ermita, comentamos
el puente medieval y dimos un pequeño paseo por los senderos
y cascadas que hacen de ese paraje uno de los más mágicos
del norte de Burgos.

Desde Tobera, a pocos kilómetros, desembarcamos
en la icónica población de Frías, que ostenta
el título de ciudad y que puede presumir de ser una de
las estampas y postales más recurrentes en cualquier listado
de "Pueblos más bonitos de España".

En Frías, tras comer en un céntrico
mesón, recorrimos sus pintorescas callejas camino de su
enriscado castillo, el cual, además de las preciosas vistas
que se aprecian desde sus enhiestos torreones, cuenta con tres
ventanales románicos dotados de capiteles de lo más
interesantes iconográficamente hablando.
Tras el castillo visitamos la parroquia de San Vicente,
de origen románico pero reformada a lo largo de los siglos,
tal y como nos explicó su guía-sacristán.
Finalizada la visita al casco urbano pero sin salir
de la completísima y monumental Frías, aún
nos quedaba un último aliciente por conocer: su espectacular
puente medieval sobre el río Ebro, uno de los más
largos del país y coronado por una torre en la que se cobraba
el pontazgo.

Desde Frías, abandonamos puntualmente el curso
del río Ebro para, en el valle del Jerea, asomarnos a los
miradores de la preciosa cascada de Pedrosa de Tobalina, que además,
dado lo caluroso de la jornada, se encontraba especialmente animada.

Tras tomar en refrigerio en un bar adyacente a la
cascada, regresamos al autobús para, a través del
valle de Tobalina y con el río Ebro a nuestra vera, dirigirnos
a nuestro hotel de Miranda de Ebro para cenar y descansar.
Tras un viernes en el que el paisaje fue el protagonista
principal, la jornada del sábado, además de los
valores paisajísticos, entramos ya de lleno en contacto
con el espectacular románico burgalés, iniciando
nuestra ruta nada menos que por San Pantaleón de Losa,
icónica ermita levantada sobre una espectacular peña
a la que todos nuestros amigos accedieron pese a lo empinado de
sus rampas.

En San Pantaleón de Losa, además de
deleitarnos con sus alicientes paisajísticos y fotográficos,
comentamos con detenimiento la iconografía de sus capiteles
interiores, de puertas y ventanas, de enorme simbolismo como es
característico del llamado taller "Mena-Villadiego"
y que nos acompañaría en algún monumento
más del fin de semana.

Tras descender de la Peña Colorada en la que
se asienta San Pantaleón, llegamos a Quincoces de Yuso
para disfrutar de un merecido refrigerio antes de, continuando
por el Valle de Losa, visitar la iglesia de Colina, donde su curiosísima
portada románica y algún elemento reaprovechado
de su interior causaron sensación entre nuestros acompañantes.

Tras la comida en un restaurante de Medina de Pomar,
continuamos nuestra ruta siempre con una temperatura más
que envidiable por las ruinas de la iglesia de Bárcena
de Pienza, convertidas hoy en cementerio local.
Se trata del antiguo templo parroquial de la aldea
que, por su lejanía a las casas y por sus problemas de
estabilidad, fue reemplazada por una iglesia más moderna,
quedando sus restos (consolidados) en un entorno campestre de
lo más bucólico y en el que, si cabe, realzan aún
más los capiteles y canecillos que conserva.

Muy cerca de Bárcena, otra de las visitas
más especiales de la jornada fue la iglesia de Tabliega,
un antiguo monasterio convertido en parroquia y cargado de elementos
de interés: capiteles, canecillos que fueron muy comentados,
y un interior de lo más armónico cuajado de pinturas
murales que, si bien son tardías, sirvieron para hacernos
una idea de la estética propia de las iglesias medievales.

Para acabar la tarde y tras una parada técnica
en una cafetería de El Ribero, nos adentramos en el espectacular
Parque Natural de los Obarenes para visitar la recóndita
aldea de San Zadornil, cuya iglesia de San Saturnino, además
de una galería porticada bastante atípica por estos
lares, conserva una torre románica perfectamente accesible
y de gran interés.

La mañana del domingo, también con
una temperatura envidiable en comparación con otras zonas
del país en los que la noticia era la ola de calor, la
dedicamos íntegramente al Valle de Valdivielso, otro de
esos valles imprescindibles para cualquier amante del románico.
La primera de las visitas tuvo como escenario otra
de las joyas de la corona del fin de semana: el antiguo Monasterio
de San Pedro de Tejada, una de esas construcciones en la que cada
uno de sus elementos parece haberse puesto de acuerdo para componer
una obra perfecta.

Fotogénica desde cualquier ángulo,
recorrimos el exterior del templo comentando cada capitel y canecillo
al detalle, finalizando en su maravillosa porrada occidental y
en su más que armónico interior. En definitiva,
una de esas construcciones que es imposible que dejen indiferente
a nadie.

A continuación, tras una parada en un pequeño
bar de Puente Arenas a la misma vera del Ebro, visitamos una hermana
gemela (aunque no tan intacta) de San Pedro de Tejada como es
la iglesia de El Almiñé, también cargada
de interés y en la que las reformas tardogóticas
enmascararon en parte su monumentalidad románica.

Comimos en un centro de turismo rural de la población
de Quintana de Valdivielso para, ya de camino a Madrid, realizar
una última visita al precioso conjunto monumental que conforman
la iglesia de Valdenoceda y el Torreón de los Velasco,
un colofón más que perfecto a una jornada y a un
fin de semana cargado de emociones y sensaciones.

Muchas gracias a todos y todas por acompañarnos
y esperamos volver a vernos muy pronto.
