Durante el fin de semana del sábado
14 y domingo 15 de abril tuvo lugar el Viaje Guiado ARTEGUIAS
titulado "Ruta por los Monasterios Desconocidos de Burgos",
un itinerario que nos llevó a conocer varios de los cenobios
menos turísticos (que no menos interesantes) de ese auténtico
museo al aire libre que constituye la provincia de Burgos.

Como estaba previsto, el autobús salió
de la Plaza de Castilla a la hora señalada para, tras poco
más de hora y media de viaje amenizada por las pertinentes
explicaciones introductorias, llegar a Aranda de Duero y realizar
una parada técnica para desayunar y reponer fuerzas antes
de entrar en materia.
Nuestro primer destino temático del
fin de semana tuvo como escenario la villa de Gumiel de Izán,
población de marcado carácter castellano que, pese
a encontrarse al mismo pie de la autovía A-1, resulta una
gran desconocida para el gran público pese a contar con
monumentos de interés, como es su casco urbano amurallado
y su iglesia de San Pedro.

Precisamente su iglesia de San Pedro, monumental
obra bajomedieval reformada en siglos posteriores, centró
el interés de todos los asistentes tanto por su recia y
casi catedralicia arquitectura tardogótica como por su
armónica fachada, aunque la razón por la que la
incluimos en la ruta no es otra de que alberga en su interior,
en el bautizado como "Museo Gomellano", un interesantísimo
lapidario románico de marcada raigambre silense procedente
del desaparecido monasterio de San Pedro de Gumiel.

A continuación, ya casi a las puertas
de Burgos y también prácticamente ignorado por el
gran público, visitamos el monasterio cisterciense femenino
de Santa María de Villamayor de los Montes, aún
habitado por una comunidad de monjas cistercienses.

Fue precisamente una de ellas, llamada Hermana
Rocío, la que nos acompañó durante la visita
a su iglesia y claustro; presentándonos una tan entrañable
como ilustrativa exposición de la historia del monasterio
y de los fundamentos que rigen la vida en comunidad y el día
a día cotidiano de las religiosas cistercienses.
Tras las compras de productos de repostería
elaborados por las propias monjas en el obrador del monasterio,
nos dirigimos hacia Briviesca para dejar las maletas en el hotel,
donde también comimos antes de iniciar la sesión
de tarde.
Ya en el extremo nororiental de la provincia
burgalesa, no lejos de Miranda de Ebro, visitamos otro histórico
monasterio que, por lo general, queda al margen de las rutas turísticas.
Nos referimos a Bugedo de Candepajares, originalmente de la orden
premostratense.

En la actualidad propiedad de los Hermanos
de La Salle, que realizan diversas actividades tanto asistenciales
como docentes, recorrimos de la mano del Hermano Cecilio las diferentes
estancias del monasterio, centrándonos como no podía
ser de otra forma en la espectacular cabecera románica
de su iglesia.

A apenas diez minutos de Bugedo, para cerrar
la jornada de sábado nos aproximamos a la histórica
villa de Santa Gadea del Cid, población de enorme sabor
pero que, pese a sus buenas comunicaciones, resulta una gran desconocida
para incluso aficionados al arte.
En Santa Gadea, además de las puertas
conservadas de su recinto amurallado y las pintorescas callejas
que componen su casco urbano, visitamos su iglesia parroquial,
de estilo gótico totalmente libre de reformas y aditamentos.

Por último, no podíamos marchar
de Santa Gadea sin visitar la coqueta ermita románica de
la Virgen de las Eras, emplazada en un encantador tozal a las
afueras del pueblo que realza si cabe su fotogenia y lucía
espectacular en el atardecer que nos regaló el día
como digno colofón antes de regresar al hotel.
La mañana del domingo salimos de nuestro
hotel de Briviesca para visitar el primer monasterio de la jornada,
un monasterio convertido hoy en ermita pero que ya su propio topónimo
nos remite a su ancestral origen monacal. Nos referimos a Nuestra
Señora del Valle de Monasterio de Rodilla.

También de gran fotogenia favorecida
por el idílico entorno en que se levanta, Monasterio de
Rodilla fue filial de la importante y no lejana abadía
de Oña, conservándose en la actualidad su iglesia,
cuajada de canecillos y capiteles de gran interés y que
fuimos desgranando al detalle.

Tras una parada técnica a las puertas
mismas de la desconocida comarca de Juarros, nos adentramos río
arriba hasta llegar al remoto emplazamiento de una de las más
agradables sorpresas del fin de semana: el Monasterio de Santa
María de Bujedo de Juarros.
De propiedad particular y admirablemente restaurado
por su dueño, el hecho de tratarse de un monasterio privado,
unido a su remoto emplazamiento fuera de cualquier ruta de comunicación,
convierten a Bujedo de Juarros en un gran desconocido para casi
cualquier tipo de público, y como pudimos comprobar, no
se trata de un monumento menor.

Gracias a la amabilidad de sus guardases, pudimos
visitar su estupenda iglesia abacial, la cual sigue al pie de
la letra los preceptos constructivos cistercienses, así
como lo que queda de su claustro medieval, donde destaca la cuidadísima
sala capitular.

De nuevo en las proximidades de Burgos y tras
la comida en un restaurante de la localidad de Villagonzalo-Pedernales,
aún nos quedaban dos sorpresas para la tarde del domingo
antes de regresar a Madrid.
La primera de ellas fue el monasterio de San
Salvador de Palacios de Benaver, de orígenes antiquísimos
y que, en la actualidad, su visita queda más que justificada
por la maravilla que constituye la talla en madera de su Cristo
llamado "de los ojos grandes", obra recientemente restaurada
y cuya cronología ha podido ser establecida nada menos
que en el siglo XI.

De la mano de la madre abadesa del modesto
cenobio, pudimos admirar tanto el propio Cristo, definido por
los especialistas como una de las piezas escultóricas en
madera más admirables del románico, como lo que
queda de su iglesia a caballo entre el románico y el gótico.

Ya por último, pese a no tratarse de
un monasterio, no podíamos dejar pasar la oportunidad dada
su cercanía a la ruta de visitar la iglesia parroquial
de San Esteban Protomártir de Hormaza, templo que pasaría
desapercibido en los contextos artísticos burgaleses de
no conservar una magnífica portada románica en cuya
arquivoltas despliega uno de los escasos calendarios agrícolas
completos conservados en el románico español.

Tras la visita a Hormaza, iniciamos viaje de
regreso a Madrid, donde llegamos a la hora prevista tras la parada
técnica de rigor en una cafetería a la altura de
Lerma.
Muchas gracias a todos por acompañarnos
en este apasionante viaje y, para quien no tuvo la oportunidad,
repetiremos este mismo itinerario el fin de semana del 22 y 23
de septiembre de este mismo año.