Crónica e imágenes del Viaje Guiado:
Románico en el norte de Cantabria, 16 y 17/04/16
Durante el fin de semana del 16 y 17 de abril fue
realizado el viaje guiado ARTEGUIAS titulado "Ruta por el
Románico del Norte de Cantabria". Y es que la comunidad
cántabra, pese a su relativo pequeño tamaño
geográfico, es un territorio que da para un buen número
de rutas románicas, como por ejemplo la que ya hicimos
hace unos años a través de sus principales colegiatas,
o la que dentro de pocos meses acometeremos al románico
de La Liébana en combinación con la Montaña
Palentina y Fuentes Carrionas.
De esta manera, tal y como estaba previsto, el sábado
16 partimos puntuales desde la Plaza de Castilla para, acompañados
de una lluvia constante que apenas dio tregua durante el viaje
de ida y tras las pertinentes y reglamentarias paradas técnicas
en Aranda de Duero y Becerril del Carpio; pisar por fin suelo
cántabro en la localidad de Puente Viesgo, en plenos Valles
Pasiegos.

Con un gratificante sol que por fin se decidió
a asomar, desembarcamos en la célebre localidad balnearia
para, a modo de aperitivo, visitar la iglesia neorrománica
de San Miguel; una construcción de escaso valor artístico
pero que, una vez allí, merecía la pena acercarse
a conocer debido a que reproduce de manera bastante fiel las formas
tanto arquitectónicas como escultóricas más
arquetípicas del románico.

Tras una agradable comida a base del emblemático
en la zona cocido montañés, iniciamos el recorrido
temático por el románico pasiego, visitando en primer
lugar la preciosa colegiata de Santa Cruz de Castañeda;
que si bien ya había sido incluida anteriormente en el
mencionado viaje a las Colegiatas Cántabras, pasando por
sus mismas puertas no íbamos a dejar de visitar y comentar.

En la colegiata de Castañeda, airosa y fotogénica
como pocas, nos esperaba su guía Nieves, quien, tras contextualizarnos
históricamente el monumento, procedimos a recorrer prestando
especial atención a sus equilibrados volúmenes exteriores
y, por supuesto, al riquísimo repertorio iconográfico
que adornan sus capiteles interiores.

Amenazando una gran tormenta, regresamos al autobús
para dirigirnos al cercano Valle de Cayón, donde nos esperaban
otras dos construcciones emblemáticas del románico
montañés: Santa María de Cayón y San
Andrés de Argomilla.

Pese a ser cronológicamente algo más
tardía, por razones logísticas visitamos en primer
lugar la iglesia de Santa María de Cayón, donde
tuvimos la fortuna de que, apenas bajándonos del autobús,
cesó el chaparrón, permitiéndonos disfrutar
de ella con toda comodidad.

Iniciamos la visita por su interior, donde rápidamente
llamó la atención la doble arquería que recorre
perimetralmente su hemiciclo absidial y, por supuesto, los magníficos
capiteles de su arco triunfal. A continuación, ya al exterior,
tuvimos la oportunidad de desgranar la iconografía de capiteles
y canecillos del ábside, donde las figuras humanas y animales
adquieren un enorme protagonismo.

Tras Santa María de Cayón, en apenas
cinco minutos llegamos al segundo monumento capital de este valle:
la iglesia de San Andrés de Argomilla, emplazada coronando
un despejado cerro y formando un más que pintoresco binomio
monumental con el maltrecho Palacio de Ceballos.

San Andrés de Argomilla es una construcción
sensiblemente más antigua a su vecina de Santa María,
pudiendo encuadrarse cronológicamente en la fase de románico
pleno, lo cual nos sirvió perfectamente para ilustrar de
primera mano las diferencias en los repertorios tanto programáticos
como formales respecto al templo tardorrománico anterior.

Desde Argomilla en apenas veinte minutos llegamos
a nuestro hotel en la ciudad de Torrelavega, donde tras el reparto
de las habitaciones y la cena, nos retiramos a descansar de cara
a la intensa jornada de domingo que nos esperaba.
La mañana del domingo, como no suele ser extraño
en tierras cántabras, amaneció lluviosa, lo cual
no nos impidió salir temprano del hotel con el fin de cubrir
la ruta prevista a través del románico costero de
la Comarca de Trasmiera; una zona donde la densidad de monumentos
medievales no es tan elevada como en otras de la región,
pero que sin embargo esconde construcciones de gran interés.

La primera parada fue en la próspera villa
portuaria de Santoña, cuyo Monasterio de Santa María
del Puerto jugó una importancia capital en la historia
medieval de Cantabria. Actualmente convertida en iglesia parroquial,
Santa María del Puerto conserva interesantes elementos
románicos y góticos, principalmente un riquísimo
programa escultórico en sus capiteles y una pila bautismal
románica que podríamos calificar como sobresaliente.

Tras la visita al templo se dejó una media
hora de tiempo libre para pasear por su paseo marítimo,
comprar sus afamadas conservas quién así lo deseó
y reponer fuerzas en sus cafeterías, citándonos
tras ello en el propio Paseo para regresar al autobús y
continuar la ruta.
Desde Santoña nos dirigimos a la localidad
de Escalante, cuya ermita de San Román, modesta donde las
haya en su apariencia exterior, custodia de nuevo al interior
un conjunto escultórico admirable que tuvimos la oportunidad
de visitar gracias a la amabilidad de Ana, vecina de la población
que se prestó a abrirnos pese a ser un templo que normalmente
permanece cerrado a visitas.

En la ermita, como no podía ser de otra forma,
los objetivos de la mayoría de cámaras se centraron
en las estatuas-columna que presiden los fustes del arco presbiterial
y, como no, en sus capiteles, llamativos donde los haya entre
los que destacan las escenas de la Matanza de los Inocentes y
el Descendimiento de Cristo.

A muy poca distancia de Escalante y también
erigida sobre una loma desde la que pueden vislumbrarse amplias
panorámicas de la costa oriental de Cantabria, como digno
colofón a nuestra ruta cántabra visitamos la iglesia
de Santa María de Bareyo; como tantas otras, heredera de
antiguos cenobios altomedievales que desde fecha temprana pasan
a detentar función parroquial.

Más allá de su incuestionable fotogenia
exterior, el verdadero valor de Santa María de Bareyo reside
en su interior, más concretamente en su tramo crucero y
en la cabecera, donde se repite el modelo visto varias veces durante
el fin de semana de galerías de arquillos ciegos que articulan
el hemiciclo absidial.

Tanto en esas arquerías cabeceras como en
el resto de cestas conservadas en su interior, la riqueza artística
e iconográfica es indudable, lo cual nos permitió
recrearnos y comentar al detalle cada una de ellas sin olvidar
por supuesto el otro gran elemento románico conservado
en Bareyo, que no es otro que su soberbia pila bautismal.

Desde la iglesia de Bareyo nos aproximamos a la vecina
población de Ajo, en uno de cuyos restaurantes degustamos
una agradable comida antes de emprender nuestro viaje de retorno
hacia Madrid, donde llegamos según el horario previsto
tras las paradas técnicas requeridas para viajes de esta
distancia.
Muchas gracias a todos los asistentes por vuestra
agradable compañía y nos vemos en una próxima
ocasión.