Coincidiendo
prácticamente con la entrada del otoño, el pasado
sábado 24 de septiembre y con un clima aún veraniego,
retomamos los viajes guiados de Arteguías con un interesante
itinerario que, bajo el hilo conductor de la Ruta de Almanzor,
nos permitió recorrer las preciosas tierras del sur de
la provincia de Soria, un territorio bastante desconocido para
el gran público pero que puede jactarse de atesorar un
patrimonio tanto histórico como artístico difícilmente
superable.
La expedición,
dentro del horario previsto, partió de la madrileña
Plaza de Castilla en dirección norte, sirviendo el viaje
de ida para presentar un primer contexto histórico de los
lugares a visitar, prestando especial atención, obviamente,
a la enigmática figura de Almanzor, cuyos últimos
pasos antes de su muerte en el año 1002 íbamos a
reproducir fielmente en nuestro recorrido.
Tras una primera
parada para recuperar fuerzas en Berlanga de Duero, la primera
de las localidades visitadas fue Andaluz, población de
llamativo topónimo cuyo esplendoroso pasado como cabeza
de una Comunidad de Villa y Tierra y distinguida con un fuero
en 1089, contrasta fuertemente con la modestísima aldea
que es en la actualidad, con apenas una decena de vecinos en invierno.

Al llegar
a Andaluz nos esperaba Rosa María, quien muy amablemente
nos abrió las puertas de la iglesia de San Miguel Arcángel
y nos acompañó durante su visita. Del templo, fue
su célebre galería porticada el elemento que más
atrajo la atención de los asistentes ya que, después
de las no lejanas iglesias de San Esteban de Gormaz y de la segoviana
Sepúlveda, es una de las más antiguas de toda Castilla.
Además
de dicha galería y de su portada, resultó muy interesante
también en San Miguel de Andaluz el pequeño museo
habilitado en una estancia a los pies de la nave, donde se expone
un magnífico lapidario románico constituido por
diferentes restos aparecidos en sucesivas campañas de restauración
y que, a buen seguro, pertenecerían a la prolongación
del pórtico por los muros occidental y norte, hoy desaparecidos.

La segunda
parada del itinerario tuvo como escenario la aún próspera
y monumental villa de Berlanga de Duero, población, como
Andaluz, cabeza de una Comunidad de Villa y Tierra durante el
Medievo pero que vería como en la Edad Moderna, por iniciativa
de la influyente familia Tovar, fue modernizada en su totalidad,
razón por la cual, son escasos los restos medievales conservados,
aunque no por ello está menos justificada su visita.
La primera
parte de la visita a Berlanga fue dedicada al precioso castillo
que preside la villa, que si bien es cierto fue dotado entre los
siglo XV y XVI de un espectacular revestimiento abaluartado renacentista,
oculta en su interior los primitivos muros de la vieja fortaleza
medieval, enormemente disputada entre cristianos y musulmanes
durante la Reconquista y por el que pasaría Almanzor en
numerosas ocasiones camino de la plaza fuerte de Medinaceli.

Tras descender
del castillo, un agradable paseo por una Berlanga en fiestas nos
condujo a su imponente colegiata primero, y al convento de las
Concepcionistas después, donde pudimos admirar el fantástico
tímpano románico empotrado en uno de sus muros que,
a buen seguro, procedería de una de las primitivas iglesias
románicas desaparecidas de Berlanga.
Concluida
la visita a Berlanga, apenas diez minutos de autobús nos
separaban de Casillas, lugar elegido para una agradable comida
en el centro de turismo rural San Baudelio.
La jornada
de tarde se inició con la visita a la pequeña población
de Caltojar, lugar situado a tan sólo cinco kilómetros
de Bordecorex: minúscula aldea donde la tradición
ubica el lugar en el que falleció un ya agonizante Almanzor
cuando regresaba a Medinaceli tras su campaña de castigo
contra el Monasterio de San Millán de la Cogolla.

En Caltojar,
tuvimos la fortuna de que fuese su propio párroco, Don
Guillermo, quien muy amablemente nos mostrase el interior de su
cuidadísima iglesia de San Miguel, de la cual, llamó
la atención a todos los asistentes su enorme monumentalidad,
que contrasta inapelablemente con la escasa relevancia demográfica
de la población. Objetivo principal también de los
flashes de las cámaras fotográficas fueron su portada
principal y su preciosa cabecera.
Tras Caltojar,
la penúltima de las etapas de la Ruta de Almanzor en Soria
fue la población de Villasayas, cuya iglesia parroquial
de Nuestra Señora de la Asunción, conserva una magnífica
galería porticada, escenario más que idóneo
para la realización de nuestra ya tradicional foto de familia.

Amén
de la galería, la iglesia de Villasayas puede enorgullecerse
de conservar en las arquivoltas de su portada de acceso al templo
un fantástico muestrario de seres fantásticos, siempre
omnipresentes en la iconografía románica. Dicho
repertorio hizo las delicias de todos los asistentes por su alto
nivel de realismo, pudiendo además poner a prueba los conocimientos
iconográficos recavados por muchos de nuestros amigos a
lo largo de los distintos viajes y seminarios en los que han ido
participando.

Al igual que
para el séquito del entonces agonizante Almanzor cuando
regresaba allá por el año 1002 de su expedición
por las riojanas tierras de San Millán de la Cogolla, el
punto final de nuestro viaje guiado por territorio soriano fue
la histórica Medinaceli, influyente plaza primero romana,
después árabe y por último cristiana que,
al pie de la carretera de Barcelona, saluda a los viajeros que
recorren tan importante arteria.
Medinaceli,
al igual que Berlanga de Duero, gozó de cierta prosperidad
en la Edad Moderna, razón por la cual son escasísimos
los restos altomedievales conservados en favor de nuevos equipamientos
más modernos, siendo una excepción los restos de
su castillo, a buen seguro, lugar de parada para las hordas andalusíes
cada vez que el caudillo cordobés regresaba hacia el sur
tras sus escaramuzas por territorios cristianos aragoneses y castellanos.
En Medinaceli,
además del mosaico romano expuesto en Palacio Ducal, visitamos
también el celebérrimo arco romano, el cual pudimos
disfrutar y fotografiar ya anocheciendo e iluminado mientras discerníamos
sobre su más que posible funcionalidad de arco de entrada
a la villa, pese a reproducir la morfología de los arcos
de triunfo conmemorativos romanos.

Así
pues, tras una maratoniana pero provechosa jornada, emprendimos
camino de regreso hacia Madrid por la A-2, llegando al punto de
destino en la Plaza de Castilla dentro del horario previsto.