El
último de los viajes guiados programados por Arteguías
para el año 2011 tuvo como escenario el occidente provincial
segoviano, concretamente las antiguas Comunidades de Villa y Tierra
medievales de Ayllón, Maderuelo y Fresno de Cantaespino.
Se trataba de un viaje especialmente esperado por todos ya que,
meses antes, hubo de posponerse debido a la excesiva demora en las
obras de restauración, adecuación y apertura al público
de la que estaba llamada a ser una de las joyas de la corona de
la jornada: la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo.

Así
pues, puntuales a la cita como siempre, la expedición partió
de la Plaza de Castilla en dirección norte, sirviendo el
primer tramo de camino, como es tradicional, para una primera
contextualización histórica y artística de
los monumentos a visitar.
La
primera sorpresa de la jornada nos la deparó el Túnel
de Somosierra; y es que la densa niebla y la persistente lluvia
que nos acompañó durante el tramo madrileño
del recorrido, se convirtió en una luminosa y soleada mañana
una vez entramos en tierras segovianas, permitiéndonos
contemplar desde el autobús inigualables panoramas otoñales
del Sistema Central.

Tras
la parada de rigor para desayunar, para la cual se eligió
la preciosa Plaza Mayor de la Villa de Riaza, el primer monumento
que visitamos fue la iglesia parroquial de la cercana localidad
de Santa María de Riaza; una pequeña población
bastante familiar para todos por encontrarse junto a la carretera
de Soria pero cuyo templo, de enorme interés, es una de
las joyas del patrimonio segoviano más desconocidas.

En
Santa María, pese al armónico aspecto exterior de
la iglesia, dotada de una sobria galería porticada, el
principal interés de todos se centró en su interior,
del cual puede afirmarse, sin exagerar, que se trata de un auténtico
museo para el deleite de cualquier amante del arte medieval: una
soberbia pila bautismal, un espectacular artesonado, varias tallas
relevantes y unas populares pero encantadoras pinturas sobre tabla
de gran antigüedad dispuestas hoy en la cabecera, hicieron
las delicias de todos los presentes.

A
continuación, desde Santa María de Riaza, nos dirigimos
a la modesta localidad de Languilla, una de tantas poblaciones
del entorno que han sabido conservar su templo románico
pero que, a diferencia de otras esconde, tras una galería
porticada semi-cegada, una de las portadas más interesantes
de todo el románico segoviano. La portada de Languilla
causó auténtica sensación entre los presentes
por la riqueza plástica y narrativa de sus capiteles, sirviendo,
además de para poner en práctica nuestros conocimientos
de iconografía, para elaborar distintas teorías
e interpretaciones sobre varias misteriosas escenas allí
esculpidas.
Tras
visitar Languilla, en menos de diez minutos llegamos a Ayllón,
sin duda, uno de los puntos clave de la jornada al tratarse de
una de las villas más influyentes del entorno durante los
siglos del románico, siendo varios los monumentos de este
periodo allí conservados.
Muy
cerca del lugar habilitado para el estacionamiento del autobús,
visitamos en primer lugar los restos de la antigua iglesia de
San Nicolás, hoy utilizada como cementerio de la localidad
y que conserva una bonita portada románica. A continuación,
tras un breve y agradable paseo por las estrechas callejas de
la localidad, llegamos a su fotogénica plaza principal,
en la que pudimos admirar las armoniosas proporciones y la riqueza
escultórica del ábside de la iglesia de San Miguel,
hoy sin culto.

Muy
cerca, en la iglesia de Santa María la Mayor, pese a tratarse
de una construcción dieciochesca, los asistentes pudimos
descubrir, empotradas en sus muros, diversas piezas románicas
reaprovechadas de alguna construcción anterior, destacando
por encima de todo uno de los escasos crismones existentes en
el románico segoviano.
Como
magnífico colofón al recorrido por la villa ayllonesa,
la antigua iglesia de San Juan causó sensación entre
los visitantes ya que, al tratarse de una vivienda particular,
suele pasar desapercibida para muchos visitantes. En ella, su
amabilísimo propietario Pedro nos acompañó
en la visita, compartiendo con nosotros sus peripecias y el enorme
esfuerzo que le supuso rehabilitar el templo desde un montón
de escombros hasta lo que puede apreciarse en la actualidad. Todo
un monumento al buen gusto y al amor al arte del que todos, amantes
del románico, salimos fantaseando sobre la inigualable
experiencia que debía suponer disfrutar de una agradable
tarde de verano al cobijo de tan insignes muros.

Tras
una agradable comida en uno de los restaurantes de Ayllón,
nos dirigimos al que estaba llamado a ser el punto culminante
de la visita: la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo, la cual,
no defraudó, ya que en su interior, y de una manera muy
acertada, han sido reproducidas las pinturas románicas
cuyos originales fueron trasladados hace varias décadas
al Museo del Prado de Madrid por el riesgo que corrían
al construirse en su entorno un gran embalse.

Llama
la atención como en el modesto interior de la Vera Cruz
pueden adivinarse aún las viejas improntas de las pinturas
originales a un lado; y las nuevas pero preciosas reproducciones
al otro, sirviéndonos éstas a todos los asistentes
para conocer diversos aspectos técnicos y, sobre todo,
iconográficos de la pintura románica que, debido
a los escasos restos conservados, se trata de una de las disciplinas
artísticas más desconocidas del arte románico.
Aún
maravillados por la riqueza plástica de los frescos de
la Vera Cruz, nos dirigimos al casco histórico de la villa
de Maderuelo, donde acompañados por Blanca, responsable
de turismo de la localidad, pudimos, además de recorrer
sus encantadoras callejuelas, visitar las iglesias de Santa María
y San Miguel, ambas de origen románico.

Así
pues, una vez la oscuridad fue echándose encima y tras
un reconfortante café, emprendimos camino de regreso a
Madrid, donde llegamos dentro del horario previsto y donde, tras
desearnos felices fiestas y próspero año nuevo,
nos citamos para la próxima visita guiada, que tendrá
lugar a comienzos del 2012.