Siempre atentos a las
predicciones del tiempo, nos levantamos el sábado 14 de
noviembre con augurios de nubes y lluvias para nuestro viaje guiado
al románico de la ciudad de Segovia.

Ciertamente chispeó
durante unos minutos a primera hora de la mañana, pero
se fue abriendo el cielo hasta regalarnos un mediodía y
tarde soleados que favoreció el disfrutar de la preciosa
capital segoviana.
La primera iglesia que
visitamos fue la de San Martín. Este voluminoso templo
nos ofreció la posibilidad de admirar sus galerías
porticadas, su nártex, su enorme puerta occidental, sus
peculiares ábsides y también la oportunidad de elucubrar
con distintas teorías que explicaran la nada normal disposición
de los soportes de su interior.

En San Juan de los Caballeros,
nueva galería y cabecera con dos momentos distintos del
románico, perfectamente apreciables en la conformación
de los ventanales y la iconografía de sus respectivos ventanales.

San Millán nos
llevó un buen rato poder observarla con detenimiento. No
sólo su impecable estampa exterior sino su voluminosa arquitectura
interior, relacionada con la Catedral de Jaca.

En San Justo nos esperaba
Rafael, amable encargado de abrirnos el templo, donde nos deleitamos
con sus pinturas murales, descubiertas en 1963 y que suponen uno
de los conjuntos pictóricos románicos mejor conservados
de España.

Con el sol ya caldeando
las calles segovianas, nos dirigimos a las afueras de la ciudad
al restaurante San Pedro Abantos (antigua iglesia románico
mudéjar de San Juan de Requijada) muy cercana a la iglesia
de La Vera Cruz que era la "guinda" que teníamos
reservada para el final de nuestra ruta.

Desde la Alameda de la
Fuencisla cuando nos dirigíamos a La Vera Cruz, nos paramos
a hacer decenas de fotos al alcázar que desde aquí
ofrece una estampa inigualable.
Dejamos La Vera Cruz para
el final, como colofón a nuestro recorrido y, lógicamente,
no defraudó.

Después
de analizar las distintas teorías sobre la controversia
del origen de tan singular edificio (Templario o del Santo Sepulcro)
estudiamos su arquitectura interior y pasamos un agradable rato
en la parte superior del edículo central. Éste fue
otro de los lugares donde las cámaras fotográficas
echaban humo.
En fin... otro viaje saboreando
arte medieval de la mayor calidad con la mejor compañía.
Gracias, de nuevo, a tod@s.
Notas:
Las imágenes no firmadas han sido amablemente cedidas por
Begoña Mardones.