El pasado sábado día 11 de marzo tuvo
lugar una nueva edición del Viaje Guiado ARTEGUIAS titulado
"Confluencia de culturas en el románico de la Villa
y Tierra de Sepúlveda"; un itinerario de los muchos
que ofrece la provincia de Segovia y que, en este caso, dio a
conocer a los asistentes varias de las parroquias medievales más
relevantes de la villa de Sepúlveda y de algunas de sus
aldeas colindantes.

Tal y como estaba programado y con una maravillosa
climatología primaveral bastante impropia para estas fechas,
salimos de Madrid desde la Plaza de Castilla, aprovechando el
viaje de ida para contextualizar histórica y artísticamente
los destinos que nos esperaban.
Tras la parada técnica de rigor en una cafetería
de Cerezo de Abajo, entramos ya en materia visitando en primer
lugar la iglesia de la Natividad de Sotillo, una de las muchas
aldeas que desde la Edad Media conformaban la Tierra de Sepúlveda.

Nos esperaba en Sotillo Don Fernando, amabilísimo
y siempre servicial párroco de Sepúlveda y de numerosas
aldeas de su entorno, quien nos abrió el templo para empezar
la visita por su interior.

A continuación, salimos al exterior para,
tras comentar su genuina portada polilobulada, centrarnos en la
variadísima escultura que adorna su ábside, ante
la cual, fuimos poco a poco desgranando su iconografía.
Apenas en diez minutos desde Sotillo, llegamos a
uno de los platos fuertes de la jornada, que no era otro que la
visita a la iglesia de la Asunción de Duratón, uno
de los templos más fotogénicos e interesantes del
románico segoviano.

En Duratón comenzamos también la visita
por su interior para, a continuación, recrearnos en su
maravillosa galería porticada, que lucía especialmente
bella y luminosa con ese sol de mediodía. Ante ella, tuvimos
igualmente la oportunidad de ir comentando capitel a capitel,
canecillo a canecillo, cada una de las escenas esculpidas, todo
ello sin dar tregua a nuestras cámaras fotográficas.

Tras una última observación panorámica
con el fin de apreciarla desde cada uno de sus ángulos
y tras hacer referencia brevemente a la necrópolis conservada
en un solar adyacente, regresamos al autobús para poner
rumbo a San Pedro de Gaíllos.
En San Pedro de Gaíllos, por supuesto, antes
de acceder al restaurante en el que teníamos prevista la
comida, no podíamos dejar pasar la oportunidad de comentar
el ábside y la galería porticada románica
de su iglesia parroquial.

Tras disfrutar de una agradable comida típicamente
segoviana, la jornada de tarde se centró exclusivamente
en Sepúlveda: cabeza de esa Comunidad de Villa y Tierra
por la que transcurrió la matinal del itinerario.
En la tantas veces fotografiada Plaza Mayor de Sepúlveda
nos esperaba Ana, guía oficial de la villa, con quien tras
una detallada introducción histórica, iniciamos
un recorrido al encuentro de sus principales monumentos.

El primero de ellos fue la antigua parroquia de San
Justo y San Pastor, en la actualidad convertida en el Museo de
los Fueros de Sepúlveda. Se trata de un templo que al exterior
apenas llama la atención pero que, una vez dentro, además
de las piezas allí expuestas, destaca por la calidad de
sus capiteles y por la existencia de una pequeña cripta.

Tras ella, nos desplazamos a través de las
callejas medievales de la villa para desembocar en uno de los
extremos de la misma, donde se yergue majestuosa la Iglesia de
la Virgen de la Peña, otra fantástica construcción
románica que conserva una de las portadas más interesantes
del románico castellano.

A la salida del templo nos acercamos al mirador adyacente
para contemplar desde él parte de las famosas Hoces del
Río Duratón, las cuales determinan en buena parte
el desarrollo urbanístico sepulvedano.

Como dignísimo colofón a nuestra visita,
ascendimos por las empinadas calles del casco histórico
hasta llegar a la parte más alta de la villa, donde se
levanta inconfundible la más antigua de las parroquias
de Sepúlveda y, para la mayoría de especialistas,
del románico castellano: la iglesia del Salvador.

En ella, tras identificar la inscripción de
su ábside y admirar su galería porticada, pudimos
constatar ya en el interior la magnificencia de la obra, que por
sus proporciones constituye uno más de los muchos ejemplos
que desmontan ese falso tópico de que el románico
es un estilo oscuro y tendente a la horizontalidad.

Acaba la visita, descendimos de nuevo hasta la Plaza
Mayor para, antes de regresar al autobús para volver a
Madrid, dejar un rato de libre disposición por las cafeterías
y tiendas de la población.
Dado el interés suscitado y con el fin de
que ninguna de las personas interesadas en este se quedase sin
hacerlo por falta de plazas, repetiremos este mismo viaje guiado
el sábado día 1 de abril. Muchas gracias a todos
por vuestra compañía.