El pasado sábado día 10 de junio y
bajo el título "Románico Rural en la Soria
Mágica" tuvo lugar un nuevo Viaje Guiado de ARTEGUIAS,
un itinerario que cumplía nada menos que su carta edición
viniendo a refrendar así el interés que entre aficionados
a la historia y al arte medieval ha suscitado siempre la preciosa
provincia de Soria.

Tal y como estaba programado, la expedición
partió desde la Plaza de Castilla a las 8:30 para, tras
una parada técnica a la altura de Boceguillas y las pertinentes
explicaciones introductorias durante el trayecto, llegar a nuestro
primer destino temático: la población de Castillejo
de Robledo, enclavada justo en los límite provinciales
entre Segovia, Burgos y Soria.

Castillejo es una pequeña población
que rezuma arte, historia y leyenda por sus cuatro costados. Más
allá de que haya sido identificada como posible escenario
del relevante pasaje cidiano de la Afrenta de Corpes; conserva
Castillejo dos monumentos de interés esencial como son
los restos de su castillo, atribuido a los caballeros templarios
y su iglesia parroquial.
Así, a nuestra llegada, el autobús
nos dejó en un lugar estratégico que nos permitió
en un pequeño paseo bordear la pequeña mota sobre
la que se elevan los restos del castillo, dándonos la oportunidad
de admirarlo desde prácticamente sus cuatro puntos cardinales.

A continuación, el grueso de la explicación
se centró en su completísima iglesia tardorrománica,
especialmente en su armónico ábside, en su portada
ligeramente apuntada y, como no podía ser de otra forma,
en su bien conservado interior, donde el dragón pictórico
desplegado a lo largo de su arco triunfal no dejó indiferente
a nadie.

Desde Castillejo de Robledo nos dirigimos hacia el
este para, ya en el corazón de la provincia y desde la
propia ciudad de El Burgo de Osma, remontar las aguas del río
Ucero al encuentro de su principal afluente el Río Lobos,
en cuyo cañón se ubica una de las construcciones
medievales más fotogénicas, enigmáticas y
que mayor halo de misterio encierran de toda España como
es la ermita de San Bartolomé.

De esta manera, tras un cómodo y ameno paseo
de unos quince minutos desde el parking habilitado para autobuses,
llegamos frente a la ermita, ubicada en un paraje tan sumamente
espectacular que nuestros acompañantes apenas dieron tregua
a sus máquinas fotográficas.

Allí, tras visitar la cueva situada a sus
espaldas y desde la que es posible captar encuadres de lo más
evocadores, nos centramos en la ermita tratando de explicar tanto
sus posibles orígenes, sus diversas connotaciones simbólicas
y enigmáticas y, por supuesto, sus particularidades arquitectónicas
y escultóricas.

Además, después de varios años
cerrada al público por desavenencias y falta de acuerdo
entre Junta y Obispado, de un tiempo a esta parte ha reabierto
sus puertas, lo cual nos permitió acceder a su interior
tal y como estaba programado.

De regreso al autobús, un cortísimo
trayecto nos condujo al restaurante situado a la misma entrada
del cañón del río Lobos en el que teníamos
reservada la comida.

La jornada de tarde y desafiando las altísimas
temperaturas casi más propias de pleno verano que de esta
primavera, reemprendimos la ruta visitando el castillo de Ucero,
recientemente consolidado y también cargado de resonancias
míticas tanto por su relación con los caballeros
templarios, como por sus inquietantes gárgolas que tuvimos
la ocasión de comentar con detenimiento.

Tras recorrer los diferentes espacios de la fortaleza,
descendimos de nuevo hacia el autobús para dirigirnos al
último punto de interés de la jornada: la antigua
villa de Calatañazor, una localidad en la que parece haberse
detenido el tiempo desde época medieval y en cuyo entorno
tiende a contextualizarse la última batalla del célebre
caudillo árabe Almanzor.

Así, tras aparcar a la entrada de la villa
y comentar brevemente la ermita de la Soledad, ascendimos por
su sugestiva calle principal hasta llegar a su iglesia parroquial
de Santa María del Castillo, de origen románica
y ampliamente modificada en época tardogótica.

Tras ello, nos acercamos al pequeño espacio
presidido por un busto de Almanzor para, desde ahí, pasando
frente a su rollo jurisdiccional gótico, llegar a lo que
queda en pie de su histórico castillo, desde el cual además
se vislumbran amplísimas panorámicas de lo que ha
venido siendo denominado "el campo de la sangre" por
sus míticas y también históricas resonancias
bélicas medievales.

Finalizada la visita y tras un rato de libre disposición
para refrescarnos y hacer unas compras quien así lo deseó,
regresamos de nuevo al autobús para emprender viaje de
regreso a Madrid, donde llegamos según el horario previsto.

Muchísimas gracias a todos por vuestra compañía
y hasta una próxima ocasión.