Crónica e imágenes del Viaje Guiado:
Teruel fascinante, 09 y 10/05/15
A las ocho en punto desde la Avenida de América
de Madrid, la expedición partió rumbo este por la
autovía a A-2 para, tras la parada técnica de rigor
en un área de servicio de Alcolea del Pinar, abandonarla
y, a través del antiguo Señorío de Molina,
adentrarnos en la provincia de Teruel por su extremo occidental.
La primera parada temática del fin de semana
tuvo como escenario el majestuoso castillo de Peracense, al que
accedimos desde la cercana localidad de Ródenas, enclavada
en uno de los territorios más aislados y despoblados de
la Península Ibérica.
En el castillo de Peracense nos esperaba Antonio,
uno de sus historiadores-arqueólogos que nos acompañó
guiándonos a lo largo y ancho de los tres recintos que
componen la impresionante fortaleza, de gran importancia histórica
en los contextos bélicos fronterizos entre la Corona de
Castilla y la de Aragón.
Desde el castillo de Peracense, preguntándonos
aún muchos de los asistentes cómo esta inigualable
construcción no es más conocida y no se encuentra
más promocionada en itinerarios turísticos, descendimos
por el mismo camino para disfrutar de una agradable comida en
un restaurante de la citada población de Rodenas.
Desde Rodenas, en poco menos de una hora nos aproximamos
a la ciudad de Teruel, capital del Mudéjar por antonomasia
y que conserva cuatro magníficas obras de este estilo declaradas
Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Justo en el Paseo Óvalo, nos bajamos del autobús
para ser recibidos por María Pilar, guía oficial
de la ciudad de Teruel y que nos acompañaría durante
toda la jornada de tarde.
Con la intención de seguir un orden cronológico
de los cuatro templos mudéjares, iniciamos el recorrido
por el más antiguo de ellos, que no es otro que el de San
Pedro, que además de sorprender al visitante con la más
antigua de las torres mudéjares turolenses, acoge en su
interior el mausoleo de quizás los personajes más
conocidos de la historia de la ciudad: Los Amantes de Teruel.
Además de su torre y el citado mausoleo, recorrimos
las diferentes estancias que componen el complejo monumental de
San Pedro: su claustro, el jardín desde el que se vislumbra
una privilegiada panorámica de la cabecera, los anditos
y, por supuesto, el precioso interior del templo, obra neomudéjar
concebida con la intención de reproducir su primitiva apariencia.
Desde San Pedro y a través de las intrincadas
callejas del casco urbano turolense nos asomamos a la emblemática
Plaza del Torico, donde además de conocer la historia que
le da nombre, pudimos admirar varias construcciones del estilo
que, después del mudéjar, más caló
en Teruel: el Modernismo.
Desde la Plaza del Torico accedimos a la Catedral
de Santa María de Mediavilla, en la que, además
de en su torre, todas las miradas y atenciones se centraron en
su deliciosa y única en el mundo techumbre de madera, ricamente
decorada con pinturas gótico-mudéjares y que pudimos
saborear desde el privilegiao balcón que constituyen las
tribunas interiores de la seo.
Muy cerca de la catedral visitamos panorámicamente
la torre de San Martín para, desde ella, acercarnos por
último a su hermana gemela de San Salvador, en cuyo interior,
dividido en tres niveles, ha sido habilitado un pequeño
centro de interpretación del mudéjar turolense y
aragonés.
De regreso al Paseo Óvalo y tras despedirnos
de nuestra guía María Pilar frente a la monumental
escalinata neomudéjar, recogimos las maletas del autobús
para dirigirnos a nuestros hoteles antes de cenar en un céntrico
mesón de la ciudad.
La mañana del domingo, al igual que la jornada
de sábado, amaneció soleada y primaveral, dirigiéndonos
con el autobús hacia la histórica ciudad de Albarracín.
Junto al aparcamiento de autobuses nos esperaba Raquel,
guía oficial de la Fundación Santa María
de Albarracín, con quien iniciamos la visita por sus estrechas
callejuelas conociendo en detalle cada uno de sus palacios, puertas
de la muralla, iglesia de Santiago, rincones de especial encanto
como la conocida como Casa del Abanico, o la propia Plaza Mayor.
A continuación, tras asomarnos a un estupendo
balcón desde el que pudimos tomar espectaculares fotografías
del conjunto urbano medieval, accedimos al interior de su catedral,
que pese a estar siendo objeto de obras de restauración
desde hace varios años, tuvimos el privilegio de poder
entrar a conocer sus tesoros.
Por último, desafiando al calor y a las empinadas
cuestas que caracterizan la trama urbana de Albarracín,
nos aproximamos a su castillo - alcazaba, emplazado en la parte
más alta de la ciudad y desde cuyos torreones y paseos
de ronda las vistas son de postal. Desde el castillo, descendimos
de nuevo a la parte baja del pueblo para tomar el autobús
y acercarnos al restaurante a reponer fuerzas.
Por la tarde, ya de camino a Madrid, hicimos
una breve parada en la cascada conocida como Batida del Molino
Viejo de Calomarde, un paraje precioso y accesible desde la carretera.
Aquí tuvimos un gran susto con la caída de una compañera.
Afortunadamente, a pesar de lo aparatoso del percance, no ha habido
nada importante que lamentar.
La comitiva reemprendió el camino para adentrase
en una de las comarcas más bellas y vírgenes de
España: la unión de dos espacios serranos como son
la Sierra de Albarracín y la Serranía de Cuenca.
Es más de un centenar de kilómetros
de carretera casi solitaria rodeada de montañas y valles
repletos de pinares y otras especies vegetales. La primera sorpresa
fue el nacimiento del Tajo (en los Montes Universales) monumentalizado
con estatuas del artista José Gonzalvo Vives. También
pasamos junto al Embalse de Toba, por el pintoresco pueblo de
Uña, el cañón del río Júcar,
las cercanías de la Ciudad Encantada, hasta alcanzar las
proximidades de Cuenca, donde paramos en una de sus Áreas
de Servicio mejor acondicionadas.
Desde allí, regresamos a Madrid, despidiéndonos
hasta el próximo viaje a la Ribera Sacra (Ourense y Lugo).