Iglesia
de San Felipe de Brihuega
Introducción al conjunto monumental
de Brihuega
Aunque
Brihuega es una población típicamente alcarreña
-algunos la denominan "El jardín de la Alcarria"-
hemos decidido crear un capítulo independiente para el románico
de esta población por sus características de homogeneidad
y por sus acusadas diferencias -como ya explicaremos- con el resto
del románico rural alcarreño. La villa de Brihuega
está situada en el valle del río Tajuña, a
una altura de 898 metros sobre el nivel del mar. Su historia nace
en épocas muy pretéritas pues en sus alrededores se
han hallado necrópolis celtibéricas y algunos restos
romanos y visigodos.
Durante la dominación árabe
se debió construir un castillo de vigilancia en el lugar
en que actualmente se halla el ya cristiano Castillo de la Peña
Bermeja, que debió ser frecuentado por los reyes de la Taifa
de Toledo durante el siglo XI. Se dice que Alfonso VI, durante el
destierro sufrido tras las luchas con su hermano Sancho, habitó
esta primitiva alcazaba en el año 1071.
Posteriormente a la reconquista
definitiva de Toledo, Alfonso VI dona Brihuega y sus territorios
a los arzobispos toledanos, dominio que duraría siete siglos,
desde el 1086 hasta 1771.
El primer arzobispo que estimuló
ampliamente su repoblación fue Don Juan, a partir de 1153,
lo que ocasionó un aumento considerable de pobladores durante
la segunda mitad del siglo XII. De esta época debe ser la
actual muralla, pues se sabe que Brihuega era ya un lugar amurallado
en 1192.
Más tarde, Enrique I dio
el privilegio a Brihuega para tener feria, que a lo largo de la
Baja Edad Media será de las más influyentes de Castilla.
El
máximo esplendor llegará de manos del arzobispo don
Rodrigo Ximénez de Rada que durante su dominio (1210-1247)
estimuló la repoblación con sus dos Fueros sucesivos
y mandó edificar numerosas construcciones que le dieron a
Brihuega una decisiva importancia en el territorio de la actual
Guadalajara. También es en el siglo XIII cuando se fundan
numerosos talleres de paños que harían florecer su
economía durante varios siglos.
Se sabe que tuvo cinco templos parroquiales
románicos, dos de ellos -San Juan y San Pedro- han desaparecido.
Perduran los de Santa María de la Peña, San Felipe
y San Miguel.
Estas tres construcciones se levantaron
en la primera mitad del siglo XIII durante el mandato de don Rodrigo,
formando un trío de gran homogeneidad. Se trata edificios
urbanos amplios constituidos por tres naves, a diferencia de las
parroquias medievales alcarreñas que son humildes edificios
de una sola nave. Los templos brihucenses incorporan variados elementos
del gótico que se empieza a conocer en España, traído
por el arzobispo toledano: arcos apuntados, óculos y rosetones
en las fachadas, ventanas góticas sencillas, bóvedas
de crucería sobre pilares con numerosas columnas adosadas,
etc.
Por ello a estos templos se les
ha calificado con términos tan confusos, incluso imprecisos,
como "protogóticos" y "de transición
al gótico".
El amplio patrimonio artístico
de Brihuega ha sido reconocido con la calificación de Conjunto
Histórico-Artístico.
Iglesia de San Felipe
La parroquia de San Felipe es una
hermosísima iglesia románica de clara transición
al gótico, construida en pleno siglo XIII. Se halla muy restaurada
y con un aspecto excelente. Lástima que el exterior del ábside
no sea visible debido a que se encuentra rodeado de edificaciones
anejas. Por el contrario, se trata de una iglesia habitualmente
abierta por lo que se puede visitar su interior sin problemas.
Interior
San Felipe es una iglesia urbana
de tres naves de cinco tramos -más alta la central- separadas
arcos formeros muy apuntados que se apoyan en pilares con columnas
adosadas en sus frentes oeste y este además de otras más
finas acodilladas.
Estas columnas se rematan en elegantes
capiteles vegetales góticos con cogollos y crochets.
Sobre dicho formeros, los muros se extienden
en vertical permitiendo la apertura de ventanales bíforos
de forma trilobulada con un óculo tetralobulado encima.
La cubrición del cuerpo de
dichas naves es madera, no hay bóvedas pétreas.
Las naves laterales no se prolongan
en ábsides mientras que la nave central remata en largo presbiterio
recto con bóveda de cañón apuntado y ábside
con cuarto de esfera. En el tramo presbiterial se abren dos ventanas
aspilleradas y en el hemiciclo otras tres.
Para terminar este breve comentario
del interior de la iglesia de San Felipe de Brihuega, diremos que
en la nave norte, muy próxima a la cabecera encontramos una
puerta transformada de claro carácter románico: arco
de medio punto formado por boceles y escocias, guardapolvos de puntas
de diamante y el apoyo de dos cortas columnas entregas sobre altos
plintos.
También encontramos una pila bautismal
caliciforme extremadamente sencilla. No tiene basa, sino un pie
cilíndrico que recoge una semiesfera gallonada.
Exterior
Exteriormente el muro de la nave
meridional es de mampostería y en él se abre, sobre
cuerpo resaltado con tejaroz flanqueado por dos contrafuertes, una
bella portada de cinco arquivoltas apuntadas de baquetón
y nacela, con guardapolvos de puntas de diamante.
Cuatro pares de columnas separadas
por jambas decoradas con puntas de diamante forman los apoyos. El
alero de la nave tiene canecillos de rollos.
La nave principal, más alta,
se ilumina mediante tres ventanales ajimezados acusadamente góticos.
La fachada occidental es lo más
bello del templo, realizada con perfecta sillería. En primera
instancia se observa la diferente altura de la nave central con
respecto a las laterales. En lo alto de los muros de las naves laterales
hay sendos óculos con su moldura interna formando una estrella
de seis lóbulos.
En la parte superior del muro correspondiente
a la nave central existe un rosetón circular con varias molduras
y guardapolvos de puntas de diamante. Las tracerías forman
una preciosa estrella de seis puntas.
Bajo éste se abre la puerta
principal, también sobre arimez escoltado por contrafuertes
y tejaroz sostenidos por canecillos zoomórficos. Es similar
a la meridional, con arquivoltas apuntadas rematadas por chambrana
de puntas de diamante y cinco pares de columnillas separadas por
jambas con igual decoración.