Iglesia
de Santa María de Siones
Introducción
En el extremo norte de la provincia de Burgos, casi
lindante con tierras vizcaínas y formando parte de la histórica
comarca de Las Merindades, la iglesia de Santa María de
Siones constituye, junto a sus vecinas de San Lorenzo de Vallejo
y San Pedro de El Vigo, el trío de monumentos románicos
más relevantes del Valle de Mena.
Se acomoda la minúscula población de
Siones a los pies de la vertiente sur de Sierra Magdalena, en un
encantador contexto de verdes praderías que caracterizan
todo el valle menés. La iglesia, dedicada a Santa María
y distinguida como Monumento Nacional desde 1931, se levanta aislada
y airosa a la entrada misma del pequeño caserío.
Apuntes históricos
Como ocurre con otros monumentos medievales del Valle
de Mena debido a un incendio que a principios del siglo XX asoló
el principal archivo del valle, las referencias documentales medievales
conservadas sobre Santa María de Siones son prácticamente
nulas, de ahí que cualquier intento de reconstruir sus orígenes
e historia deba realizarse a base de conjeturas.
Se emplaza Siones a los pies del vial que desde época
romana unía las ciudades de Herrera de Pisuerga (Pisoraca)
y Reinosa (Juliobriga) con el mar a través de Castro Urdiales
(Flaviobriga). Esta vía, decentemente conservada aún
en la actualidad en diversos tramos del Valle de Mena, fue incluso
utilizada en época medieval como ramal secundario del Camino
de Santiago.
Sin referencia alguna a Santa María, el topónimo
Siones aparece por primera vez citado dentro de su elenco de propiedades
en el acta fundacional del Monasterio de San Salvador de Oña
(año 1011). Tierras secularmente disputadas entre el Reino
de Navarra y la Corona de Castilla, a finales del siglo XI pasarían
definitivamente a manos castellanas, quedando Siones junto al resto
de pagos meneses incluidos entre los beneficiarios del Fuero de
Logroño.
Sin sustento documental alguno que lo corrobore, la
construcción de la iglesia de Siones tiende a relacionarse
con la figura de Doña Endrequina, cuyo nombre aparece en
una inscripción de la vecina iglesia de Vallejo de Mena como
donante de la misma a la Orden de San Juan de Jerusalén.
Durante
el siglo XIX una serie de historiadores vincularon tanto Siones
como Vallejo de Mena con la orden del Temple, algo que, unido a
lo "tentador" del topónimo (por su parecido al
Monte Sión) hizo que quedase en el acervo y la tradición
popular de sus gentes pese a que, en absoluto, pueda hoy en día
demostrarse.
Para encontrar la primera mención documental
fidedigna de Santa María de Siones hay que esperar a mediados
del siglo XIV, apareciendo en la obra "Bienandanzas e Fortunas"
como abadía seglar adquirida por Don Lope García de
Salazar en virtud de su casamiento con Doña Toda Fernández
de Vallejo. El hijo de estos, Don Juan López de Salazar,
incluso se hacía llamar "Abad de Siones".
De esta manera, la vieja abadía pasaría
en un momento indeterminado a desempeñar exclusivamente la
función parroquial, siendo restaurada por primera vez en
el siglo XIX. Ya en la vigésima centuria, tras ser distinguida
con el título de Monumento Nacional en 1931, fue de nuevo
restaurada por D. Francisco Íñíguez, sufriendo
una última y reciente intervención a cargo de la Fundación
Patrimonio Histórico de Castilla y León.
La iglesia de Santa María de Siones
Pese a la ya comentada ausencia casi total de fuentes
fiables sobre su historia, a tenor de las propias características
arquitectónicas y ornamentales del templo la mayoría
de especialistas han coincidido en datar su construcción
entre las últimas décadas del siglo XII o incluso
a principios del XIII, es decir, en una fase avanzada del románico
(tardorrománico).
Exterior
Erigida en una sillería caliza cuidadosamente
escuadrada, lo primero que llama la atención en Santa María
de Siones es su elegancia y su armónico juego de volúmenes
geométricos.
Consta de una sola nave rectangular de tres tramos;
coincidiendo el más oriental de ellos, notablemente resaltado
en alzado y altura (pero no en planta), con un falso crucero sobre
el que, siguiendo un esquema típicamente burgalés,
se yergue una estructura de apariencia torreada. A continuación,
precedido por un breve tramo recto presbiterial, se levanta su único
ábside de planta semicircular.
Cuenta Santa María de Siones con dos portadas
de acceso, siendo la principal la abierta en el muro de los pies,
la cual, sobre un cuerpo en resalte bajo tejaroz sustentado por
canecillos, se configura en cinco arquivoltas de medio punto baquetonadas
que apean sobre cuatro pares de columnas acodilladas rematadas en
capiteles vegetales decorados a base de esquemáticas ramas
de la que penden piñas.
Algo más modesta, la portada sur presenta dos
arquivoltas ligeramente apuntadas de las que, la más interna
de ellas, se anima mediante flores hexapétalas inscritas
en clípeos. Sus capiteles repiten exactamente el modelo a
base de ramas y piñas visto en la puerta occidental.
Más allá de las dos portadas y de los
dos cuerpos de arcos ciegos que articulan los muros exteriores de
la estructura torreada sobre el falso crucero, el principal interés
al exterior de Santa María de Siones se concentra en el tramo
recto y la cabecera.
En el tramo presbiterial sur abre una ventana de dos
arquivoltas animadas a base de botones y zigzags que descansan sobre
dos pares de columnas en cuyos capiteles, además de motivos
vegetales, se aprecia una esquemática cabecita y una inquietante
calavera entre dos huesos.
El ábside semicircular, canónicamente
orientado, se articula en tres paños delimitados por cuatro
potentes columnas (dos en los codillos y dos en el propio tambor)
que se elevan hasta las propias cornisas, apareciendo sus capiteles
decorados a base de carillas entre volutas los centrales, y la del
codillo sur mediante una curiosa composición en la que se
alternan cabezas humanas y personajes en postura sedente.
A lo largo de toda la cornisa absidial, así
como en los tramos rectos, se desarrolla una interesante sucesión
de canecillos figurados (algunos muy restaurados) entre los que
son identificables animales (cabra, aves, lo que parece ser un caparazón
de tortuga), personajes masculinos y femeninos en diversas actitudes,
y una esquemática mano identificada por algunos como un "dextera
domini".
En el centro de cada uno de los paños, geométricamente
dispuestas, se abre una ventana aspillera perfilada por doble arquivolta
de medio punto sobre columnillas y capiteles de variada figuración.
La ventana absidial sur, la más sencilla, presenta
una rosca recorrida por una sucesión de prismas con hendidura
central, decorándose sus capiteles con bolas, fórmulas
vegetales y el varias veces repetido en Siones mascarón antropomorfo.
La del paño central, cuya arquivolta interna
se anima a base de tacos y la externa mediante la persecución
de un cánido a una liebre entre composiciones geométricas;
dispone en sus capiteles un cuadrúpedo, una carilla que asoma
por una ventana, y un grotesco personaje que parece hacer burla
abriéndose la boca con sus dedos.
Por último, en el ventanal absidial septentrional, además
de repetirse la rosca tallada a base de gruesos tacos, identificamos
capiteles vegetales en formas avolutadas, ovas con caperuza y un
curioso cuadrúpedo de apariencia felina.
Interior
Si el exterior ya de por sí cumple las expectativas
de cualquier visitante a un templo románico, Santa María
de Siones es, al interior, uno de los templos románicos más
completos, singulares e interesantes tanto en lo arquitectónico
como en lo escultórico no solo de Castilla, sino de todo
el románico español.
Lo primero que llama la atención es el hecho
de, pese a su carácter eminentemente rural, es un templo
completamente abovedado, presentando el tramo más occidental
de la nave una solución de medio cañón sobre
fajones, mientras que los dos siguientes, incluido el falso crucero,
quedan resueltos mediante nervaduras al modo cupuliforme, un sistema
también denominado angevino.
Los elementos que dotan de mayor personalidad a la
iglesia de Siones son los pequeños edículos dispuestos
a cada uno de los costados del falso crucero. Estos edículos
o ciborios, concebidos como minúsculas capillitas cubiertas
con bóveda de cañón, han sido tradicionalmente
explicados como el resultado de una necesidad litúrgica de
multiplicar los altares de los templos, sistema que por ejemplo
se repite (con matices) en la iglesia cántabra de Santa María
de Bareyo o en varias iglesias medievales sorianas.
Tras el falso crucero, un arco triunfal de medio punto
da paso al tramo recto cubierto con bóveda de cañón
y, sin solución de continuidad, al hemiciclo absidial, resuelto
con bóveda de horno y articulado en sus muros mediante dos
registros en altura de galerías de arquillos ciegos con la
excepción de los tres coincidentes con los vanos abiertos.
Además de por todas estas particularidades arquitectónicas
reseñadas, la iglesia de Santa María de Siones es
una construcción imprescindible dentro de los contextos románicos
castellanos por la riqueza decorativa que alberga su interior, principalmente
en los citados edículos, en los muros interiores del tramo
recto y en los capiteles que adornan las dos galerías de
arquillos ciegos que recorren interiormente el hemiciclo absidial.
Al edículo del costado del evangelio se ingresa
a través de dos arcos doblados ligeramente apuntados que
descansan sobre una columna coronada por un capitel decorado con
cabezas humanas entre bolas. En el interior, se articulaba el muro
norte del pequeño espacio mediante tres arcos ciegos de los
que hoy solo quedan dos; uno de medio punto y otro trilobulado,
habiéndose perdido el occidental al ser habilitada en siglos
posteriores una escalera de acceso al tardío campanario.
En los capiteles de este edículo norte identificamos
una lucha de caballeros y una escena con tres personajes sedentes
de los que, el central, parece portar un cáliz.
En el muro oriental, un arco de medio punto con los
símbolos del Tetramorfos en capiteles y arranques de los
arcos, cobija un relieve que tradicionalmente ha sido interpretado
como las Tentaciones de Cristo en el desierto.
El edículo contrario, de similar estructura,
presenta la particularidad de que los arcos de acceso, aunque restaurados,
son de perfil bilobulado, pendiendo del pinjante de uno de ellos
una graciosísima talla de un personaje saliendo de un sepulcro
del que emerge la cruz salvadora.
En los capiteles son reconocibles motivos vegetales,
cuadrúpedos, seres teriomórficos afrontados y una
curiosa escena en la que un personaje aparentemente entronizado
y flanqueado por otros dos, parece dirigirse a una multitud representada
a base de pequeñas cabecitas.
En el hastial oriental del espacio, de nuevo un arco
de medio punto sobre capiteles en los que se representan seres demoniacos,
encierra una composición en la que una mujer pelea y tira
de los cabellos a otra arrodillada y con un ave sobre su cabeza.
Esta composición ha sido identificada como la lucha entre
Santa Juliana y el demonio.
Los dos lados del tramo recto presbiterial quedan resueltos
de idéntica manera: un gran arco de medio punto sobre capiteles
abraza, en un registro bajo, sendas parejas de arcos (trilobulados
al norte y de medio punto al sur) de profusa decoración figurada
en columnas y capiteles, llamando poderosamente la atención
en el costado septentrional una composición en relieve en
el que una figura adulta parece acompañar a las aguas de
un río a un niño.
Por último, las dos líneas de arcos de
medio punto que recorren perimetralmente el hemiciclo absidial cuentan
también con un interesante muestrario de capiteles figurados,
identificándose en la galería alta piñas, leones
afrontados, cabezas de felino, dos porteadores que transportan lo
que parece ser una gran cuba (posiblemente canterros del templo
que llevan mortero), tres tinajas custodiadas por dos hombres, así
como varias cabecitas; una de ellas, que parece asomar tras un muro.
Algo más de mayor destreza ornamental se aprecia
en los capiteles de la galería inferior del hemiciclo, apareciendo
cestas talladas con las recurrentes bolas, piñas, cabezas
humanas, algún mascarón grotesco.
De ellos destaca por encima del resto, la representación
del episodio del Pecado Original de Adán y Eva, y la lucha
de un personaje a pie armado con una onda contra un caballero, escena
que bien podría tratarse del tema de David y Goliat.
A tenor de todo ello, puede afirmarse que la iglesia
de Santa María de Siones es, tanto por sus singularidades
arquitectónicas como por su riqueza y variedad escultórica,
una de las construcciones tardorrománicas rurales más
interesantes de todo románico castellano; un templo que,
junto a su vecino de San Lorenzo de Vallejo de Mena, conforman un
binomio monumental de visita imprescindible.
(Autor del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)