Situada a unos 20 kilómetros
al oeste de Santiago y justo en el límite entre los concellos
coruñeses de Amés y Negreira, la aldea de Ponte
Maceira fue -y aún es- uno de los puntos clave de la
ruta jacobea para los peregrinos que, una vez llegan a Santiago
de Compostela, deciden continuar su camino hacia las costas de
Finisterre, para lo cual, tienen que salvar el importante escollo
natural que supone el no muy largo pero si considerablemente caudaloso
río Tambre.

A
Ponte Vella (El Puente Viejo) de Ponte Maceira
Los
orígenes del puente, conocido también como "A
Ponte Vella", hay especialistas que los remontan incluso
a época romana, aunque la obra que vemos hoy en día,
levantada en teoría sobre los pilares de la primitiva construcción,
dataría de entre finales del siglo XIII y principios del
XIV por encargo de la Mitra Compostelana con el fin de mejorar
las comunicaciones entre Santiago y el litoral. Posteriormente
en el siglo XVIII fue objeto de una serie de reformas para subsanar
desperfectos provocados por varias riadas y desbordamientos del
Tambre.

Levantado a base de sillería, consta de cinco
arcos apuntados de diferentes alturas y dimensiones, siendo el
central el de mayor amplitud determinando así el prototípico
perfil de "lomo de asno" característico de los
puentes medievales. Cuenta con dos pequeños vanos a modo
de aliviaderos, así como potentes tajamares escalonados
levantados sobre la propia roca fluvial que alivian la presión
de las aguas. La calzada que lo atraviesa tiene nada menos que
tres metros de anchura.

Cuenta una leyenda de gran arraigo en contextos jacobeos
que tras morir el Apóstol Santiago, sus discípulos
huían de unos soldados romanos con sus restos con intención
de darles sepultura y que, una vez cruzaron el Ponte Maceira,
este se vino milagrosamente abajo.

Perfectamente documentada en la Historia Compostelana
está sin embargo la batalla que en torno a Ponte Maceira
libraron los ejércitos del Obispo Gelmírez y los
de la influyente casa nobiliara gallega de Traba (o Trava), con
Don Pedro Froilaz y sus hijos Bermudo y Fernando a la cabeza.

Por lo demás y ya en la actualidad,
la aldea de Ponte Maceira presume de ser uno de los enclaves más
auténticos, mejor conservados y con mayor encanto de la
Galicia rural.

Además del puente, completan el conjunto
monumental el Pazo de Baladrón, de propiedad privada, varios
molinos y la capilla dieciochesca de San Brais, al que le fue
añadido en época más reciente un ábside
neorrománico.

(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)
