Guía de la iglesia de Crespos, Burgos
Introducción
En
el extremo más occidental del Valle de Manzanedo y en un
entorno que es un auténtico vergel anunciando ya la cercanía
de Cantabria, Crespos es una minúscula aldea de apenas
siete casas (literal) que, a diferencia de otras localidades del
entorno que fueron pasto del éxodo y de la ruina, ha sabido
conservar tanto su población como su esencia.
Y por si el propio encanto paisajístico y
etnográfico no fuera suficiente, cuenta además Crespos
con una de las iglesias más icónicas y de mayor
encanto y fotogenia del casi inabarcable románico rural
burgalés, un templo que por sus proporciones, su estado
de conservación y lo hermoso de su entorno, la hacen absolutamente
digna de ocupar la portada de cualquier libro o folleto turístico.
Forma, junto al vecino templo de San Miguel de Cornezuelo
con el que guarda indiscutibles y estrechísimas relaciones,
la pareja de mejores iglesias del Valle de Manzanedo.
Dedicada a la Inmaculada Concepción, en su
última restauración fue desprovista de dos estancias
tardías que alteraban su estructura y que ejercían
de almacén y sacristía, de manera que su estampa,
a excepción de la espadaña y el cierre occidental
de la nave, no difiere en exceso de cómo la verían
los feligreses de la aldea en el siglo XII.
Las alteraciones más llamativas son perfectamente
apreciables por el propio aparejo mural ya que el conjunto original
fue levantado con muy buena sillería, mientas que en las
reformas sobre todo en los muros occidental y septentrional se
observa un mampuesto mucho menos noble.
Interior
La iglesia de Crespos cuenta con una cortísima
nave de apenas dos tramos hoy cerrados con una techumbre de madera
a dos aguas que vendría a sustituir la original bóveda
de medio cañón, cuya altura contrastaría
llamativamente con la estrechez del espacio litúrgico,
pero una aldea tan pequeña no necesitaba más.
A través de un fajón de medio punto
la nave abre a un profundo tramo recto ya abovedado que, a su
vez y a través del arco triunfal, desemboca en un ábside
semicircular cubierto con bóveda de horno.
Al interior el ábside, que conserva aún
el banco corrido en todo su perímetro, se articula en tres
cuerpos en altura: el bajo recorrido por una arquería ciega
hermana de la vecina de San Miguel de Cornezuelo y de numerosas
iglesias cántabras y burgalesas y que se prolonga por el
presbiterio. Sobre él, el cuerpo intermedio en el que abriría
una ventana (hoy clausurada) de la que aún quedan huellas,
y por fin, en la parte alta, la citada bóveda de horno.
Esta división visual en tres cuerpos se repite
también al exterior, en este caso mediante sendas líneas
de impostas taqueadas que abrazan el hemiciclo y remontan incluso
el presbiterio, dándole una sensación de unidad
y armonía de lo más sugestiva.
De los capiteles interiores, los del arco triunfal
presentan leones afrontados unicéfalos y un personaje con
brazos en jarra (probablemente una mujer con serpientes en los
pechos).
Mientras, en las cestas que coronan el fajón
que conecta la nave y tramo recto cuentan de nuevo con leones
y águilas de alas desplegadas, un elemento este último
bastante recurrente en iglesias del Valle, de otras merindades
colindantes e incluso en la vecina Cantabria (Santillana del Mar,
San Martín de Elines o Cervatos).
Los capiteles de los arcos peraltados de la arquería
ciega del ábside, muy deteriorados, de nuevo dejan ver
águilas, los característicos leones de grandes orejas
picudas y cabecitas humanas y una mujer con serpientes.
A los pies de la nave hallamos una pila bautismal
románica cuya copa tiene doble cenefa de dientes triangulares
y en le medio don bandas aboceladas y un sogueado.
Exterior
Al exterior, lo primero que conviene reseñar
es una inscripción esculpida en un sillar de uno de los
contrafuertes del tramo recto en el que, según la lectura
tradicional que se hace de ella, señala la fecha de 1181,
equivalente a 1143 según nuestro calendario:
Para algunos autores, esta fórmula ha
de referirse a la construcción de la iglesia. Según
ellos la fórmula "plantó un huerto" no
es única en el románico español, apareciendo
muy parecida en alguna iglesia románica rural soriana o
en el propio monasterio leonés de Carrizo. Para otros se
referiría a la donación privada de un propietario
de algunas posesiones a la iglesia en la que sobresaldría
un huerto.
Nunca sabremos si esta fecha de la década
de los años cuarenta del siglo XII se talló contemporáneamente,
lo que daría a nuestra iglesia de Crespos una fecha de
construcción ciertamente temprana o, por contra, se inscribió
tiempo después.
El ábside, al exterior, queda dividido
en tres paños separados por contrafuertes, abriéndose
en origen en el eje del central un ventanal hoy cegado del que
quedan evidentes huellas al interior.
También como al interior el tambor absidial
se estructura en tres cuerpos separados por sendas molduras horizontales
taqueadas que abrazan todo el perímetro remontando incluso
el tramo recto y parte del arimez de la portada, dando una armónica
sensación de unidad.
Los canecillos de la cornisa cabecera despliegan
prótomos animales (bóvidos, cérvidos, liebres)
así como aves, cuadrúpedos y alguna pieza con decoración
antropomorfa como un exhibicionista y un mascarón andrófago.
Por último, la portada, practicada en
el centro del brevísimo muro sur, se presenta sobre un
prominente arimez, volteando dos roscas de medio punto muy abocinadas
para remontar el grosor del muro y que descansan sobre columnas
con capiteles decorados por las recurrentes águilas de
alas desplegadas y esos esquemáticos leoncitos de orejas
puntiagudas que, como venimos señalando, se repiten tanto
en las propias Merindades como en el círculo de influencia
de Cervatos.
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)