Guía de la iglesia de San Martín
del Rojo, Burgos
Introducción
La
minúscula aldea de San Martín del Rojo (Burgos),
o mejor dicho, lo que de ella queda, se sitúa en uno de
los angostos vallejos secundarios que tributan al Ebro en su discurrir
por el Valle de Manzanedo. Se accede al lugar a través
de un estrechísimo vial que parte a los pies mismos del
Monasterio de Santa María de Rioseco.
Y decimos "lo que queda de ella"
porque San Martín del Rojo es una de las numerosas y recónditas
aldeas del Valle de Manzanedo y de las Merindades burgalesas que
se encuentran completamente deshabitadas y, en muchos casos como
éste, pese a agónicos intentos de recuperación
al menos para uso estival, convertidos en un amasijo de ruinas.

Aunque San Martín del Rojo no figuró
con el nomenclátor de habitantes a cero hasta hace relativamente
poco ya que, desde los años 70 en que partió la
última familia, resistió estoicamente un único
habitante que cuidaba con esmero la iglesia y se la mostraba orgulloso
al visitante que llegaba por allí. Lamentablemente su vida,
y con ella la del pueblo, se apagó en 2008.

Aún así, pese al abandono, la
iglesia de Nuestra Señora de la Asunción
fue objeto de una atinada restauración en 2012 que garantiza
su pervivencia a medio plazo y su aspecto sólido contrasta
llamativamente con la ruina y el abandono que se cierne sobre
el resto de inmuebles colindantes.

Se emplaza dominante en el punto más
elevado del desolado caserío, rodeada por los muros del
cementerio. En ella, a excepción de la espadaña
barroca con su husillo de acceso y una pequeña sacristía,
se conserva prácticamente íntegra en su aspecto
exterior.

Consta de la típica planimetría
rural de una sola nave de tres tramos cubierta en origen por bóveda
de cañón (reemplazada posteriormente por una de
crucería), un tramo recto abovedado en medio cañón
al que se accede a través de un arco triunfal ligerísimamente
apuntado y, por fin, un ábside semicircular resuelto mediante
bóveda de cascarón.
Interior
Al interior, la decoración se reduce
a las cestas vegetales del arco triunfal y a una estrecha ventana
abierta en el muro meridional cuyos capiteles presentan dos cabezas
y un acróbata que en una posición forzadísima
abre sus piernas casi como una nereida.

Más interesantes son los cuatro capiteles
en los que descansaban los fajones que reforzaban la desaparecida
bóveda de cañón, distinguiéndose en
las cestas del muro norte cuadrúpedos afrontados y rosetas
vegetales mientras que en las meridionales apreciamos mascarones
picoteados por aves.

No obstante, la cesta más llamativa
es aquélla que muestra a una danzarina que se lleva la
mano derecha al pecho y la izquierda a la cadera :Parece bailar
al son de dos músicos que tañen respectivamente
una viola y un cordófono y que a su vez aparecen flanqueados
por una serpiente (o dragón) y un ave de llamativas cresta.

También esta iglesia de San Martín
del Rojo conserva una pila bautismal que es la esencia de la sencillez
pues la copa no ofrece sino superficies completamente lisas.

Exterior
Al exterior el hemiciclo absidial queda articulado
en tres paños separados por sendos contrafuertes, abriéndose
en el eje del central un sencillo vano aspillerado perfilado por
un arco de molduración sogueada.

Entre la colección de canecillos, obra
de un taller de carácter muy popular que trabajó
en varias iglesias de la zona destaca un mascarón, la cabeza
de un bóvido, una mujer exhibicionista y, quizás
el más conocido: un simpático tañedor de
fídula.

Protege la portada sur un pórtico de
factura posterior pero que, para su construcción, fueron
reaprovechados materiales y sobre todo dos capiteles románicos
de la arruinada iglesia de Fuente-Humorera, otra población
abandonada del valle y que actualmente se encuentra en una finca
particular.

Estos dos capiteles, obra del mismo taller
que labró las cestas del interior, presentan una temática
de carácter festivo y costumbrista, con una bailarina flanqueada
por músicos y aves en el más oriental, y lo que
parece ser un domador provisto de una fusta tirando del ronzal
de un cuadrúpedo.

Aunque sin lugar a duda es la portada principal
el elemento más interesante de la iglesia de San Martín
del Rojo, dispuesta sobre un breve cuerpo en resalte rematado
en un tejaroz sostenido por canecillos.

Se estructura en cuatro arquivoltas de medio
punto sobre columnas acodilladas rematadas en capiteles de cimacios
muy desarrollados y decorados con celdillas y elementos vegetales.
Los capiteles, muy sencillos, presentan decoración también
vegetal, alguna roseta y aves.

La chambrana o guardalluvias despliega una
ornamentación de esquemáticos zarcillos de remate
avolutado que casi parecen reproducir los trabajos de forja de
muchas puertas románicas.

La arquivolta más interesante es la
central, desplegándose en cada uno de sus arranques sendos
diablejos con argolla en el cuello y cadenas que parecen conducir
y guiar un cortejo de condenados en posición longitudinal
y todos encadenados.

Entre los personajes representados distinguimos
uno portando un libro, otro un báculo, un músico,
un hombre haciendo sonar un olifante y otro con un zurrón
y bastón, como si quisieran representarse diferentes estamentos
y oficios. En la parte central de la rosca aparecen monstruos
andrófagos.

A modo de resumen podríamos concluir
destacando que, pese a no tratarse de una iglesia muy conocida,
sí resulta una delicia y una visita muy recomendable para
los aficionados al románico tanto por la entrañable
ingenuidad de su escultura como, por supuesto, lo impactante de
su desolado escenario.
