Guía
de la iglesia de San Juan Bautista de Villanueva de la Nía,
Cantabria
En
el extremo sur de la Comunidad Autónoma de Cantabria y
en el corazón del precioso valle de Valderredible, la localidad
de Villanueva de la Nía, segunda en importancia de la mancomunidad
tras la capital Polientes, se sitúa a orillas mismas del
aún joven río Ebro, justo en el punto donde este
abandona su rumbo sur para tomar, tras describir un pronunciado
meandro, su definitiva dirección hacia el este.
Además del caserío, su principal interés
se centra en su templo parroquial.
La iglesia de San Juan Bautista se yergue en el extremo
occidental del caserío, a pie de carretera y coronando
un promontorio rocoso que la hace visible desde varios cientos
de metros de distancia gracias al inconfundible perfil de su altiva
espadaña remontada.
Los orígenes del templo resultan algo confusos,
aunque todo parece indicar, según coinciden la mayoría
de especialistas, que el germen de Villanueva de la Nía
podría relacionarse con una modesta fundación benedictina
también bajo la advocación del Bautista llamada
Villa Nueva de Alfanía (o Alanía), mencionada en
el Cartulario de Oña (primera mitad del siglo XI) dentro
del amplio elenco de heredades del poderoso cenobio burgalés
en el entonces llamado "Alfoz de Paredes Rubias".
Sea como fuere, el dominio del Monasterio de Oña
sobre estas tierras se mantuvo hasta bien entrada la Baja Edad
Media, si bien es cierto que los restos románicos conservados
en la iglesia sobrepasarían holgadamente los límites
del siglo XI para situarse en la segunda mitad de la duodécima
centuria
Algunas concomitancias tanto de proporciones como
de estilo con la Colegiata de San Pedro de Cervatos nos aportan
pistas de que pudo tratarse, en origen, de una obra sobresaliente,
sin embargo, entre los siglos XVI y XVII fue objeto de una profunda
ampliación en la que el cuerpo románico de la iglesia
fue derribado y sustituido por una estructura de tipo salón
de tres naves de dos tramos sobre pilares
Exterior
Así pues, los restos románicos de la
iglesia de San Juan Bautista se circunscriben al tramo recto presbiterial
y al hemiciclo absidial, de buena sillería y de un aspecto
de lo más armónico al carecer de articulación
vertical en forma de columnas entregas y contrafuertes.
Tan solo una moldura horizontal ajedrezada y un ventanal
rompen la lisura del paramento absidial, presentando esta última
una saetera enmarcada por un arco de medio punto sobre columnas
con extraños capiteles de motivo geométricos y vegetales.
Pero sin duda, lo más interesante al exterior
de la iglesia románica de Villanueva de la Nía es
la magnífica colección de canecillos figurados que
sostienen su cornisa, cinco a cada lado del tramo recto y hasta
catorce en el tambor absidial.
La mayoría de ellos de gran expresividad y
de temáticas de lo más explícitas hasta el
punto de convertirla en una de las imprescindibles de ese "mediático"
circuito del románico erótico cántabro, aunque
como bien sabemos, esta temática no es exclusiva de esta
región sino algo intrínseco al románico español
en cualquier latitud.
En el tramo recto meridional llama la atención,
además de algún animal y el recurrente hombre con
un tonel a sus hombros, la presencia de personajes tanto masculinos
como femeninos en actitudes y posturas de lo más impúdicas;
lo mismo que en su correspondiente tramo norte, donde lo forzadas
de ciertas posturas nos hacen dudar de que se traten de sugerentes
posturas eróticas o incluso equilibristas o personajes
circenses.
Entre los catorce canes del tambor son reconocibles
variados animales: una liebre, dos tipos de caprinos de distinta
cornamenta, un águila desplegando sus alas o lo que parece
un cerdo o un jabalí en actitud de hozar.
De nuevo se repite la presencia de personajes itifálicos
(alguno con su miembro deliberadamente amputado quizás
a pedradas en tiempos posteriores), mujeres dando a luz de una
manera de lo más explícita con la cabecita del neonato
asomando entre sus piernas.
Quizás el más conocido de todos es
el que muestra una figura femenina con un infante en su regazo
que podría ser La Virgen con el Niño, puesto que
Éste bendice con una mano y lleva el Libro de la Vida en
el otro.
Muy especial y entrañable resulta también
la presencia de un músico que apoya su cabeza en el arpa-salterio
que tañe, quizás en actitud de estar afinando el
instrumento o simplemente disfrutando de las notas que emanan
de él.
Interior
Al interior del templo de nuevo el interés
se concentra en la cabecera, cubriendo el ábside con bóveda
de horno y abriéndose en el eje axial una ventana en arco
de medio punto sobre capiteles, uno vegetal y el otro presentando
un misterioso personaje de cabellera rizada que parece levantarse
sus ropajes para mostrar sus piernas.
Mucho más interesantes aún son los
capiteles del arco triunfal, presentando el del lado del evangelio
varios leones compartiendo cabeza en el vértice de la cesta
junto a cabecitas humanas.
El capitel del lado de la epístola resulta
muy curioso, apareciendo en el frente un personaje en actitud
de oración u aceptación con las manos en el pecho,
otro con un cuerno de cazador y, justo en la cara que mira a los
fieles, un personaje femenino que muestra su sexo de una manera
tan explícita como impúdica y escandalosa, algo
bastante reiterativo en esculturas del exterior de las iglesias
pero poco frecuente en capiteles interiores (y menos en un arco
triunfal).
Por último, situada en un baptisterio moderno
habilitado en el sotocoro, hay que hacer mención a la pila
bautismal original del templo, cuya copa se decora enteramente
por un escamado vertical que la convierten en una pieza casi única
en su especie.
Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)