Iglesia de Santa María de la Peña
de Brihuega
Introducción
La iglesia parroquial de Santa María de la Peña
es uno de los cinco templos cristianos que tuvo la ciudad de Brihuega
y, en este caso, su construcción, como San Felipe y San Miguel,
se asocia a los tiempos en que el Arzobispo de Toledo don Rodrigo
Ximénez de Rada fue señor de la población.

Este
templo del siglo XIII ha sido elegido para ser incluido en la sección
de "Monumentos por descubrir" por tratarse de un edificio
de extraordinaria belleza y calidad y, sin embargo, no nos parece
de los templos medievales más divulgados de la provincia
de Guadalajara. Es además un ejemplar muy interesante desde
el punto de vista estilístico, donde se fusionan diferentes
corrientes artísticas: la tradición tardorrománica
popular de la Extremadura Castellana, la arquitectura cisterciense
de los monasterios alcarreños (Bonaval, Monsalud, etc.),
y las innovaciones góticas que comienzan a importarse de
Francia y que tienen en la catedral toledana una de sus primeras
manifestaciones en los reinos hispanos. Hay que reiterar aquí
la relación de esta iglesia con el prelado Ximenez de Rada
que fue el impulsor de la catedral gótica de Toledo.

Desde el punto de vista arquitectónico, Santa
María de la Peña es una iglesia de tres naves de tres
tramos, siendo más ancha y alta la central, con ábside
sólo para dicha nave principal constituido por un presbiterio
rectangular y un ábside poligonal.
Puertas
Nada nos interesa especialmente de la sobria y anodina
puerta de la fachada occidental, al haberse reconstruido en el siglo
XVI. Sin embargo, cobijada bajo un porche moderno, se nos aparece
la preciosa puerta septentrional tardorrománica que nos detendremos
a contemplar. Posee cuatro arquivoltas apuntadas con baquetones
y superficies planas adornadas con motivos florales y un guardapolvos
de puntas de diamante. Una especie de tímpano se rebaja con
dos arcos apuntados simétricos decorados con flores que dejan
espacio a un enorme pinjante horadado con tres óculos, siendo
el central un pequeño rosetón circular con cinco círculos
formando una especie de estrella.

Los apoyos son las jambas interiores y tres parejas
de elegantes columnillas separadas por molduras con puntas de diamante.
Los capiteles muestran un ciclo bastante completo de la Natividad,
desde la Anunciación, pasando por la Visitación, el
Nacimiento, la Epifanía y la Huida a Egipto, aunque los capiteles
del lado izquierdo están muy meteorizados y cuesta adivinar
su iconografía.

Una somera inspección de esta notable puerta
deja a las claras una profunda restauración moderna que afectó
especialmente la as basas y partes inferiores de las columnas, así
como a los capiteles del lado derecho del espectador (zona oeste).

Exterior de la cabecera
La cabecera, que forma el remate de la nave central,
tiene un presbiterio rectangular y un ábside poligonal. En
cada vértice de este polígono de cinco lados existe
un poderoso contrafuerte escalonado que sirven para sujetar los
nervios de la bóveda de crucería interior.

En los paños murales se abren elegantes ventanales
muy rasgados, de medio punto rodeado de cuatro arquivoltas. La interior,
que rodea el hueco, es plana. La segunda es de baquetón continuo
que rodea el vano sin intermediación de impostas. Las dos
externas también tienen baquetón sobre esbeltas columnillas
de capitales vegetales tipo crochets. Todo el conjunto es rodeado
por una banda continua de puntas de diamante.

Interior del templo
En el interior se aprecia la diferente anchura y altura
de las naves, separadas por arcos formeros de medio punto que apoyan
en pilares de planta cilíndrica (ya se han abandonado los
pilares cruciformes románicos) con columnas adosadas que
soportan bóvedas de crucería.

El arco triunfal es apuntado, con guardapolvos de puntas
de diamante y da acceso al presbiterio con columnas y bóveda
también de crucería. El ábside poligonal se
cubre con bóveda nervada.

El aspecto ornamental y constructivo de lo descrito
hasta el momento en esta iglesia está muy cercano al mundo
cisterciense (aunque con grandes dosis del gótico toledano).
Por ello, es muy significativa la colección de capiteles
figurados que se encuentran en el interior, con escenas marianas,
bestiario fantástico medieval, personajes en diferentes faenas,
etc. que rompen, inesperadamente, la tendencia al habitual ornato
vegetal cisterciense.

Se conserva también en el
interior del templo de Santa María de la Peña una
pila bautismal de aspecto medieval. Lo más notable es su
voluminosa copa tallada a bajorrelieve con hojas lanceoladas de
diferentes tamaños.

La gruta y la Virgen de Nuestra Señora de
la Peña
Se asienta la iglesia de Santa María de la Peña,
como su propia advocación indica, sobre una abrupta prominencia
rocosa que, además de funcionar como muralla defensiva natural
para la población durante los tumultuosos siglos medievales,
permitía dominar amplias panorámicas sobre la campiña
alcarreña y el fértil valle del Tajuña.

Precisamente sobre ese vertical roquedo y accesible
a través de unas modernas plataformas metálicas habilitadas
al costado sur del templo puede accederse a la pintoresca gruta
de Nuestra Señora de la Peña, de gran devoción
entre los briocenses y cuya imagen es sacada en procesión
por las calles de la localidad cada día 15 de agosto.

Dicha imagen, venerada en la propia cueva horadada
en la peña, es de factura reciente aunque de hechuras románicas,
respondiendo al modelo de "Virgen negra" entronizada ataviada
con ricos ropajes y que sostiene al Niño en una de sus rodillas
y una esfera en su mano derecha.
La devoción a Nuestra Señora de
la Peña procede de una vieja leyenda medieval que narra cómo
la Virgen, rodeada de un gran resplandor y durante una noche veraniega,
se apareció a la princesa mora Elima, hija de Almamún.
De inmediato, ésta hizo llamar a todo su séquito,
que corrió apresurado al lugar, donde encontrarían
una imagen de María con el Niño Jesús en sus
brazos.
