La mayoría de estas esculturas
han sido restauradas y se les ha dotado de la policromía
que habían perdido durante siglos.
La zona bajo de estos muros claustrales
está repleta de sepulcros góticos y renacentistas
pertenecientes a distintos canónigos y otras piezas escultóricas
de diversa índole.
.
Uno de ellos llama la atención
por ser de estilo románico. Tradicionalmente era conocido
como el Sepulcro de Mudarra, el hermanastro vengador de los
Siete Infantes de Lara, aunque tal extremo resulte bastante
inverosímil.
Procedente del Monasterio de San Pedro
de Arlanza, esta bella estructura funeraria se articula de forma
similar a una portada con canecillos en al alero y un doble
arco con pinjante trasdosado por otro más amplio de intradós
angrelado sobre columnas.
Las Capillas del Claustro Superior
Por la orografía que circunda
la catedral sólo se pudieron abrir estancias en la panda
oriental del claustro: Capillas de San Juan Bautista, Santa
Catalina, Corpus Christi y la actual sala capitular.
Capilla de San Juan Bautista
La de San Juan Bautista es una capilla
funeraria del obispo Juan Cabeza de Vaca (1406-1412) pero completamente
reformada en el siglo XVI y convertida en sacristía durante
el siglo XVII. En la actualidad, este gran espacio es el dedicado
a sala principal del Museo Catedralicio.
La colección de obras de arte
es mareante. Abundan las piezas de orfebrería de diversas
épocas y de incalculable valor económico y artístico,
(a destacar una cruz relicario pectoral del siglo XI, varias
cruces procesionales, cálices, etc.).
También abundan los retablos,
los tapices, las casullas, diversas pinturas y esculturas de
imaginería.
Capilla de Santa Catalina
La Capilla de Santa Catalina se construyó
a iniciativa del obispo Gonzalo de Hinojosa entre 1316 y 1354
para emplearla como sala capitular.
Se comunica con el claustro mediante
una bella portada gótica fechable en la primera mitad
del siglo XIV, donde se narra el Descendimiento de Cristo. Hay
que fijarse en el bellísimo rostro de San Juan Evangelista.
Capilla del Corpus Christi
Es coetánea a la anterior y
patrocinada por García Fernández de Castellanos,
hijo de Juan Estébanez, canciller del rey Alfonso XI.
Tiene también una puerta de extraordinaria importancia
con el dintel incorporando las estatuas del promotor y su esposa
Doña Inés de Escobar de rodillas y en actitud
de orar (en el centro hay un escudo).
En el tímpano se nos muestra
una habitual iconografía gótica del Juicio Final,
con Cristo en Majestad pero mostrando las llagas de la pasión
(Cristo Varón de Dolores) flanqueado por la Virgen María
y San Juan Evangelista que ruegan por los hombres que van a
ser juzgados. Cuatro ángeles completan el conjunto.
En esta capilla se guarda un arcón
de madera conocido como el "Cofre de El Cid" pues
la tradición decía que era el mismo con el que
el caballero castellano engañó a los judíos
burgaleses para la obtención de recursos financieros.
En realidad, se trata de un mueble donde se guardaba documentación
del Cabildo.
Una de las grandes obras de arte conservadas
en esta capilla es el famoso, realista y patético Cristo
atado a la columna de Diego de Siloé.
Actual Sala Capitular
Se exponen diversos tapices flamencos
y tablas pintadas, entre otras muchas obras de arte.
El Claustro Inferior y el recuerdo
de la catedral románica
Al claustro inferior de llega por
una escalera que parte de la Capilla de San Juan Bautista.
En la actualidad, alberga, junto a
algunas capillas adyacentes, el Centro de Interpretación
de la Catedral de Burgos donde se trata de explicar el proceso
constructivo de la seo burgalesa.
Se exponen numerosas piezas supuestamente
procedentes de la catedral románica así como una
maqueta de la catedral actual y varias representaciones de la
fachada gótica occidental antes de las reformas modernas
que desmontaron sus portadas monumentales medievales.
Con todo, lo más interesante
de este claustro es, precisamente, poder recordar aquella primera
catedral que se construyó en el último cuatro
del siglo XI a iniciativa de Alfonso VI para la nueva sede episcopal
burgalesa fundada en 1075, cuando Burgos todavía era
una población de medio rango en el contexto de los reinos
cristianos hispanos.
Este conjunto catedralicio formado
por el templo, el complejo claustral y las estancias residenciales
del obispo debieron terminarse sólo unos años
después dentro del estilo que llamamos Románico
Pleno, como otros monumentos señeros tales que la Catedral
de Jaca o San Martín de Frómista. Si bien no tenemos
que irnos tan lejos, pues a finales del siglo XI o comienzos
del XII se estaba construyendo cercanos edificios plenorrománicos
parcial o completamente conocidos como San Quirce, Santo Domingo
de Silos o San Pedro de Arlanza
El historiador Félix Palomero
nos habla de una iglesia de tres naves con cabecera tripartita,
escalonada de tres ábsides, con posible cimborrio sobre
el crucero.
Volviendo a lo expuesto en el claustro
inferior, lo más llamativo son piezas escultóricas
románicas -sobre todo capiteles y canecillos- procedentes
de esta catedral románica. No obstante algunos autores
adviertan de que algunas de estas esculturas proceden de lugares
distintos, principalmente del arruinado complejo monástico
de San Pedro de Arlanza.
Dentro de este repertorio, se expone
como procedente de la seo románica una clave de bóveda
donde aparece Cristo e Majestad dentro de una mandorla. Sin
embargo, nos parece que aunque el hieratismo del relieve de
Jesús pueda parecer románico, la decoración
que rodea la mandorla fecha la pieza como más tardía
y seguramente procede ya de la construcción del siglo
XIII.
Por último, nos detendremos
en el sepulcro del infante Don Sancho, hijo de Fernando III,
muerto en 1180.
Se trata de una urna de piedra con
el frontal decorado con un relieve alusivo al momento del fallecimiento
del menor, que se encuentra tumbado en una cama, mientras dos
ángeles sujetan su alma en ascenso. Flanquean esta imagen
dos pequeñas figuras humanas lamentándose por
el deceso y ocho personajes eclesiásticos -algunos obispos
en actitud bendicente- con báculo bajo sendos arcos.
La lauda reitera la misma iconografía:
dos ángeles tumbados en actitud voladora sujetan una
mandorla donde se encuentra el alma del infante (la cabeza se
halla rota en la actualidad).