Las
Artes Suntuarias, llamadas en ocasiones "artes menores"
han sido menos estudiadas que la arquitectura, escultura y pintura
románicas, sin entender que forman parte del mismo mundo
artístico, religioso y simbólico que sus hermanos
mayores.
En relación
a las artes mayores, las obras de arte basadas en el los metales
preciosos (orfebrería) esmaltes y marfiles son muy escasas,
dado que su alto valor monetario y carácter mueble han
propiciado el expolio de muchísimas de ellas durante siglos,
y en ocasiones el refundido o reaprovechamiento de sus materiales
para otros objetos al gusto de cada época.
A pesar del
escaso panorama actual, sabemos que el mundo románico,
sin embargo, creó inmensas cantidades de obras de arte
basadas en la orfebrería y los esmaltes, como consecuencia
del auge de la construcción de catedrales, iglesias y monasterios.
Hasta esta
época, la producción fue muy limitada y se originaba
en donaciones de hombres poderosos (reyes, nobles y obispos) a
los templos existentes, dotándolos de Tesoros, como símbolo
de riqueza y prestigio que, pretendiendo con ello ganar la salvación
eterna. Hay que pensar que el brillo del oro era interpretado
como reflejo de la luz divina. En el año 803, en el concilio
de Reims, se prohibió la utilización de cálices
realizados con materiales de origen vegetal y animal, ya que la
sangre y cuerpo de Cristo sólo podía estar en contacto
con metales preciosos.
Aunque
es de suponer que se elaborasen joyas de uso personal, la mayor
parte de las obras realizadas se centraban en objetos religiosos,
como frontales de altar, arcas, relicarios y material litúrgico:
cruces, cálices, copones, etc.
Habitualmente
se elaboraban estas obras con oro, plata y bronce u otras aleaciones
como el latón, que frecuentemente eran repujados y colocados
sobre bases de "alma" de madera.
Sin embargo,
algunas de las obras más destacadas de las artes suntuarias
del periodo románico combinaban metales preciosos y esmaltes
(en ocasiones, también, marfiles)
Los
objetos y productos de orfebrería, con o sin esmalte, que
se realizaban eran muy diversos: arquetas-relicario (arcas), imágenes-relicario,
palomas eucarísticas, báculos, cálices y
copones, cruces, incensarios, etc.
la elaboración
de la orfebrería medieval se basaba en la conjunción
de diferentes materiales y técnicas aplicadas a las planchas
de metal de base:
Filigrana:
era la labor realizada a base de hilo de oro que se suelda a la
lámina de base.
Pedrería:
no solían ser piedras preciosas sino gemas más o
menos irregulares brillantes y de colores (de almandina o granate,
cristal de roca, ágata...) que se presentan pulidas (cabujones)
o talladas (chatones) y también se usan perlas irregulares
(aljofares) y se aprovechan entalles y camafeos antiguos. Estas
piedras se engastan (se incrustan dentro de una pequeña
cazoleta soldada a la lámina base y se remachan los bordes),
o se engarzan (se sujetan en el aire con patitas o garras).
Pinche
para ver nuestro Vídeo sobre El Tesoro Sagrado románico:
artes suntuarias
Origen
y desarrollo de los esmaltes en el período prerrománico
Los esmaltes
son vidrios coloreados compuestos de sílice y óxidos
metálicos colorantes: antimonio, plomo, plata (amarillos);
hierro (rojo); cobre (verde); cobalto (azul); manganeso (violeta);
cinc (blanco). que se aplicaban sobre objetos o planchas de plata,
oro, cobre o incluso hierro
En el mundo
bizantino los esmaltes adquirieron una enorme importancia en la
creación de tesoros. De Bizancio, esta, producción
artística se trasvasó a Europa Central (monasterios
renanos) gracias al matrimonio de Otón II con la princesa
bizantina Teofanía, nieta del emperador Constantino Porfirogeneta,
que aportó -en su dote- magníficas joyas de aquel
arte y llevó en su séquito a Tréveris algunos
artífices de su país. Con este patrimonio se introdujeron
grandes artistas del esmalte en el imperio germánico.
Una innovación
de los germanos fue la de sustituir el oro por el cobre, con lo
que se abarató el producto. Los talleres de la época
estaban en el entorno de Colonia, la Escuela del Rhin, y en el
territorio del Mosa (Escuela Mosana) con especial relevancia en
Verdún.
Durante toda
esta época altomedieval (período bizantino, prerrománico
y comienzos del románico) los esmaltes se realizaban con
la técnica del Tabicado Bizantino (Cloisonné ),
sobre oro o plata, poco sobre cobre. Siguiendo las líneas
del dibujo elegido se colocaban, perpendicularmente soldadas,
laminillas finas o tabiques; los compartimientos resultantes se
llenaban con polvos de esmaltes fundiéndolos en el horno
y puliéndose luego la superficie.
Los
esmaltes románicos de la Europa meridional
Más
al sur y a principios del siglo XII, la ciudad de Conques, en
una de las ramas del Camino de Santiago, florece un taller de
gran importancia que hizo magníficas piezas, de colores
vibrantes, de bellos tonos turquesa, verde y rojo.
Pero pronto
el centro de gravedad de los esmaltes de la Europa meridional
pasa a Limoges donde se abandona la técnica de tabicado
y se centra en el tipo excavado o "champlevé".
Este nuevo
y más barato sistema se basa en el uso de planchas de cobre
talladas y ahuecadas con buril o ácido. En las depresiones
del metal así generadas, se aplicaban las pastas de vidrio,
muy espesas. Por último se introducía la plancha
en el horno de fundición y se pulía para alcanzar
el acabado final. Luego se le agregaban figuras o cabezas de bronce
dorado y cincelado en relieve.
La situación
geográfica en el camino hacia Santiago y hacia Conques
y su propia peregrinación a San Marcial hicieron muy popular
la industria de esmaltes de Limoges, de tal modo que alrededor
del año 1200, la producción sobrepasó el
ámbito de los monasterios pasando al artesanado laico,
con lo que tal exceso de producción supuso una caída
de la calidad y los precios. Las obras esmaltadas de Limoges son
innumerables en todos los museos y colecciones. (VER FOTO LATERAL
de arqueta con esmaltes de Limoges conservada en el Museo Arqueológico
Nacional de Madrid)
Sus
obras se centraron en arquetas, Vírgenes, tapas de evangeliarios,
báculos, palomas eucarísticas, copones, incensarios,
candelabros, platos, gemellones etc. Especial relevancia tuvieron
las Cruces Procesionales que llegaron a realizarse "en serie"
con una fisionomía repetitiva y visualmente muy efectivos,
como el que aparece en la foto lateral de Museo Arqueológico
Nacional.
Orfebrería
y esmaltes románicos conservados en España
Afortunadamente,
en España se conservan valiosísimos tesoros de orfebrería
y esmaltes de estilo románico. Algunos son obras hispanas
y en otros casos, de procedencia extranjera, sobre todo Limoges
en lo relativo a los esmaltes.
El
Tesoro de San Isidoro de León
Sin duda,
el tesoro más importante conservado en España es
el procedente del taller real de la Colegiata de San Isidoro.
Tal patrimonio es fruto del mecenazgo que los reyes Fernando I
y Sancha ejercieron durante sus vidas en beneficio de la Colegiata
a partir de mitad del siglo XI. Para entender tal hecho hay que
pensar que desde el siglo X existía aquí un monasterio
dedicado al niño mártir de Córdoba San Pelayo
y a San Juan Bautista, donde Alfonso V depositó los restos
de sus antecesores, los reyes leoneses. Fernando y Sancho eligieron
este lugar como Panteón Real construyendo la primitiva
iglesia y su famoso pórtico y su prestigio no hizo más
que crecer con el traslado de las reliquias de san Isidoro de
Sevilla y San Vicente de Ávila.
Fruto de
este esplendor, en San Isidoro se conservan la:
Arqueta
relicario de plata de San Isidoro que se sabe ya existía en 1065 y creada para albergar
el cuerpo de San Isidoro de Sevilla, cuyo traslado a León
tantas celebraciones y fastos supuso. Tiene alma de madera y recubierta
de plata repujada con escenas del Génesis: Creación
de Adán, Tentación, Reconocimiento de la culpa,
Dios viste a Adán y Eva, Expulsión del Paraíso
y finalmente un retrato de Fernando I de pie.
Las figuras
tienen moderado relieve salvo las cabezas mucho más acentuadas.
Se relaciona con la puertas otonianas de Hildesheim y otros trabajos
más delicados de la orfebrería alemana.
Arqueta
de los marfiles (San Juan Bautista y San Pelayo)
Arqueta mandada fabricar por Fernando I y Doña Sancha en
el año 1059 para contener la mejilla de San Juan Bautista.
Originalmente fue de oro con piezas de marfil, aunque actualmente
el metal ha desparecido quedando el resto.
Cáliz
de Doña Urraca Donación de la hija de Fernando I. Está formado
por dos copas de ágata romano-orientales unidas y forradas
de oro en el siglo XI. Se adornó, además, con piedras,
perlas y un camafeo. La inscripción bajo el nudo indica
el nombre de la donadora: "IN NOMINE DOMINI URRACA FREDINANDI"
Arqueta
de los esmaltes de Limoges Obra de finales del siglo XII o comienzos del XIII. Es
un relicario de madera con 17 planchas de esmaltes de tonalidades
azules con las figuras de Cristo crucificado y en majestad, María,
Juan, Tetramorfos, ángeles y los apóstoles.
Arqueta
de las Bienaventuranzas Obra fechada en 1063. Estaba formada por un recubrimiento
de plata (desaparecido) y siete placas conservadas de marfil con
un ángel y un santo en cada una de ellas que representan
las Bienaventuranzas. Actualmente se guarda en el Museo Arqueológico
Nacional de Madrid.
Tesoro
de la Catedral de Oviedo
De
su densa historia, Oviedo conserva importantes obras de artes
santuarias en su catedral. De estilo asturiano son la cruz de
la victoria y la cruz de los ángeles, amén del arca
de las ágatas. De estilo románico tenemos:
Arca santa Alfonso VI en 1075, tras abrir la vieja arca de cedro
que contenía desde hacía siglos varias importantes
reliquias, entre ellas el Santo Sudario de Cristo, mandó
cubrir el viejo arcón con plata sobredorada y repujada.
Las escenas representadas tienen que ver el ciclo de la Infancia
de Jesús y la crucifixión. La cara principal, a
modo de frontal, representa a Cristo en Majestad con cuatro ángeles
portando la mandorla y los doces apóstoles bajo arquerías
de medio punto. Sin duda, es una obra de excelente calidad y sorprende
la movilidad de los personajes en unas fechas tan iniciales del
románico.
Díptico
relicario del Obispo Don Gonzalo Obra encargada por el obispo Gonzalo Menéndez entre
1162 y 1175. Se trata de dos planchas de madera recubiertas de
plata finamente tratada con filigranas y cabujones, además
de pedrería. Las figuras de marfil representan la crucifixión
entre María, San Juan y Adán y un Pantocrator en
medio de los símbolos de los cuatro evangelistas. Se trata
de una obra de carácter románico pleno similar en
estilo a las representaciones de madera de la época.
Tesoro
del Monasterio de Silos
Desde que
Hildburgh identificó por primera vez a algunas piezas como
españolas, se ha discutido mucho sobre el tema y se tiende
a creer en la existencia de talleres en España sobre todo
relacionados con Silos. En el Museo de la Abadía se conservan,
entre otras obras de arte de gran valor de orfebrería y
esmaltes, las siguientes:
Arqueta
Relicario
Magnífica Arqueta esmaltada rectangular con cubierta a
dos vertientes, coronada por una crestería de motivos calados
con arcos de herradura. Incorpora las escenas de la Crucifixión
y a Cristo en Majestad en la Mandorla, además de santos
o apóstoles bajo arcos de medio punto. Parece ser obra
de Limoges.
Otras piezas que el visitante puede admirar "in situ"
en el museo del monasterio son: la cruz gemada (siglo XIII), donación
del rey Alfonso VIII, hecha en bronce y filigrana, el Báculo
Abacial y la Paloma Eucarística.
Frontal
de la urna de Santo Domingo
sin duda, el frontal de la urna que rodeaba el sepulcro de Santo
Domingo de Silos (actualmente en el Museo de Burgos) es
una de las obras cumbres de la orfebrería y esmaltería
medieval española.
Es obra de
1165-1170 y se trasladó desde el claustro a la iglesia
para facilita su veneración a los peregrinos.
Se representa
a Cristo en Majestad rodeado del símbolo del Tetramorfos
y los doce apóstoles bajo arquerías de medio punto
sobre la cual se ven edificios de la Jerusalén Celestial.
En esta obra trabajaron excelentes esmaltistas y maestros del
metal capaces de labrar las delicadas cabezas de Cristo y los
apóstoles, o los fustes y capiteles de las columnas que
lo adornan y tras dibujar las superficies a esmaltar con trazo
seguro.
Vírgenes
Virgen
de la Vega de Salamanca Como la Virgen
de Husillo de Palencia o la de Artajona (Navarra) la Virgen de
la Vega de la catedral de Salamanca es obra de un taller de formación
limosina (¿quizás afincado en Salamanca?). Es una
bella obra de Virgen sedente con el Niño realizadas con
broce dorado y cobre. El tronco y trono están decorados
con esmaltes. El trono tiene a los Apóstoles bajo arcos
de medio punto de marcado estilo bizantino.
Vírgenes
de Irache y de la Catedral de Pamplona Muy relacionadas estilísticamente, parece que la de
Irache es anterior a la de la seo pamplonense cuyo autor debió
ser discípulo del primero. Son tallas de madera forradas
con diversas capas de plata que forman un complejísimo
y espectacular ropaje. La talla del niño y el trono de
la de Pamplona son del siglo XVII.
Virgen
de Artajona Estatua relicario de la Virgen y el Niño hechos de
metal con esmaltes en el trono, y basamento además de la
bolas de color turquesa que adorna las cenefas de la ropa de la
Virgen
Virgen
las Batallas de San Pedro de Arlanza Virgen con el Niño de bronce sobredorado, procedente
de San Pedro de Arlanza y obra de talleres de Limoges. Cuenta
con base y trono esmaltados. Hoy se expone en el Museo de Burgos.
Otras
obras conservadas de orfebrería y esmaltes
Crucifijo
esmaltado de la Seu de Urgell Se trata de
una cruz de altar de influencia bizantina de cobre y esmaltes
de gran belleza conservado en el Museo Diocesano. Las figuras
se realizaron con primorosos esmaltes de color blanco, azul y
verde, según la técnica "champlevé".
Cristo está crucificado con dos clavos en los pies y sobresale
el relieve de su cabeza. En los cuatro extremos, con claro simbolismo,
aparece la mano de Dios Padre, y los bustos de María, San
Juan y Adán, el primer pecador.
Se cree que
su origen fue el monasterio burgalés de Santo Domingo de
Silos, donde existió un taller de gran calidad relacionado
con Limoges.
Retablo
de San Miguel in Excelsis, en San Miguel de Aralar
El magnífico retablo
de San Miguel de Aralar, tal vez procedente de la catedral de
Pamplona es una de las obras cumbre de la orfebrería y
esmaltería románica. Los expertos encuentran en
él doble influencia de Limoges y de Silos.
Iconográficamente,
resulta extraño, como destaca Bango Torviso, la representación
de la Virgen María y el Niño rodeado por el Tetramorfos.
Esmaltes
de Limoges de la Catedral de Orense en el Museo catedralicio de Orense se guardan 53 piezas de
cobre dorado grabado y esmaltado de Limoges, de las que la mayoría
pertenecerían a la arqueta de San Martín o con mayor
probabilidad a un frontal de altar de grandes dimensiones.
Por último,
citar que hay numerosas obras de artes santurias dispersas en
diferentes museos, como el Museo Arqueólogico Nacional,
el Museo Lázaro Galdiano o el Museo Nacional de Arte de
Cataluña, etc.