Románico
en la Sierra de Aralar, Navarra
Introducción
La Sierra de Aralar, con alturas que alcanzan
los 1400 metros sobre el nivel del mar, se sitúa al noroeste
de la Comunidad Foral de Navarra, compartiendo parte de su extensión
con la vecina provincia de Guipúzcoa.
Pese a no contar con una densidad de monumentos románicos
comparable a otras comarcas colindantes como Tierra Estella o la Navarra
Media, el territorio que nos ocupa atesora un buen número de
construcciones altomedievales de interés, destacando por encima
del resto el Santuario de San Miguel in Excelsis, uno de los símbolos
de la Sierra de Aralar y del románico navarro.
Además, nos ocuparemos de otros lugares como la
iglesia de Santa María de Zamartze, Eguiarreta, el antiguo
Monasterio de Santa María de Yarte o las iglesias parroquiales de
Berrioplano y Añézcar.
Santuario de San Miguel in Excelsis de Aralar
Enclavado en uno de los puntos de mayor elevación
de la Sierra de Aralar, a más de 1350 metros y dominando amplísimas
panorámicas, el Santuario de San Miguel constituye uno de los
centros espirituales y devocionales más importantes de toda
Navarra.
Sus orígenes habría que remontarlos a los
siglos IX o X, existiendo, constatado por estudios y excavaciones
allí practicadas, un antiguo centro de culto carolingio que,
según la tradición, sería destruido por los árabes
hacia el año 923 durante el califato de Abderramán III.
Hay que esperar al año 1032 para encontrar una
primera referencia documental sobre San Miguel de Aralar, siendo mencionado
en un privilegio extendido por el rey Sancho el Mayor. Poco después,
en 1074 y durante el reinado de Sancho Garcés IV, sería
consagrada la primitiva iglesia.
Durante los años finales del siglo XI y la primera
mitad del XII son continuas las donaciones a San Miguel, por lo que,
dada la importancia que fue adquiriendo, el santuario es ampliado
mediante la erección de las tres naves y el pórtico
de ingreso, siendo objeto de una segunda consagración en el
año 1141.
Ya hacia 1170-1180, en tiempos de Sancho el Sabio, se
levantaría en el centro de la nave y sobre la gruta en la que
la tradición sitúa la aparición del arcángel,
la capilla de San Miguel, pieza sin apenas parangón en el románico
español.
Asentada sobre una considerable pendiente que determina
la irregularidad de niveles de su pavimento interior, cuenta la iglesia
con tres naves de cuatro tramos cubiertas con bóveda de cañón
y separadas por arcos de medio punto sobre pilares cruciformes. Dichas
naves, la central más ancha, rematan cada una de ellas en su
correspondiente ábside semicircular, siendo el central de mayor
tamaño y de planta poligonal al exterior, y los laterales más
pequeños y resueltos con bóvedas de cuarto de esfera.
En el tramo de la nave central inmediatamente anterior
al presbiterio se yergue una hermosa cúpula poligonal sobre
trompas, reinterpretada tras una de las restauraciones realizadas.
Continuando por la nave central hacia los pies, concretamente
en el tercer tramo, fue habilitada, probablemente a finales del siglo
XII, una singular capilla independiente dedicada a San Miguel dotada
de dos portadas y cubierta con bóveda de cañón
apuntada.
Esta estructura, que tanto ha dado que hablar entre historiadores
y que durante décadas albergó el frontal de Aralar,
sería levantada sobre la gruta en la que la tradición
sitúa la aparición del arcángel titular del santuario.
Otra de las particularidades de San Miguel de Aralar
es el pórtico o nártex habilitado a los pies de la iglesia,
accesible a través de un estrecho corredor que recorre el muro
meridional. Se trata de una estructura a modo de nave transversal
abovedada que cobija sus tres portadas correspondientes con cada una
de las tres naves, siendo las laterales muy sencillas y la central
de mayor monumentalidad.
Frontal de Aralar
Más
allá de la importancia histórica, artística y
devocional de San Miguel de Aralar, la pieza que ha hecho a este santuario
navarro mundialmente conocido es el extraordinario frontal románico
esmaltado en él conservado y que, milagrosamente, pudo ser
recuperado casi en su integridad tras ser sustraído en 1979.
Se trata de una pieza sobre la que no se ha conservado
testimonio documental alguno, siendo un misterio su origen, su procedencia,
su cronología, su comitente y, en definitiva, su razón
de ser.
Diferentes estudios no han dudado, dado el valor de la
obra, que pueda tratarse de patrocinio real o eclesial, quizás
confeccionado en talleres pamploneses tomando como inspiración
estilos y técnicas de Limoges o de Silos. Igualmente, se ha
planteado la posibilidad de que en origen fuera concebido para la
seo pamplonesa y que, una vez fue reconstruida, se trasladaría
en fecha indeterminada a Aralar.
Confeccionada según recientes estudios a finales
del siglo XII, se trata de una pieza rectangular de 194 centímetros
de lado por 120 de altura. Consta de un alma de madera dorada a base
de esmaltes con técnica champlevé y enriquecida mediante
incrustaciones de distintas piedras preciosas y cristales de roca.
En cuanto a su iconografía, preside la composición
la Virgen con el Niño como trono de sabiduría, individualizada
en una mandarla lobulada y flanqueada por el Tetramarfos. A su lado
y dentro de arquerías en doble registro, se reconocen a los
Apóstoles (seis grandes y cuatro pequeños), los tres
Reyes Magos, y una Anunciación con María, el arcángel
San Gabriel y San José.
En definitiva, puede concluirse que el frontal de Aralar
es, sin ningún género de dudas, una de las piezas más
sobresalientes de las artes aplicadas españolas medievales.
Más
información de Santuario
de San Miguel de Aralar
Santa María de Zamartze
A los mismos pies de los montes sobre los que se emplaza
el santuario de Aralar y a escasos metros del casco urbano de Huarte-Araquil
se encuentran los restos del antiguo monasterio de Santa María
de Zamartze, reducidos hoy a la iglesia y a una serie de equipamientos
auxiliares modernos.
Documentada desde 1031 en tiempos de Sancho el Mayor,
el priorato de Zamartze fue en su momento matriz del propio templo
de Aralar, dependientes ambos de la seo pamplonesa; perdiendo paulatinamente
influencia durante la Edad Media en la medida que su vecina filial
de San Miguel in Excelsis fue cobrando importancia.
La iglesia actual, recientemente restaurada siguiendo
unos criterios no exentos de polémica, dataría de mediados
del siglo XII, constando de una única y amplia nave rematada,
tras un profundo tramo recto, en su correspondiente ábside
semicircular reforzado al exterior por contrafuertes.
Más allá de su ventana absidial abierta
en el paño meridional, el elemento más interesante de
la iglesia de Zamartze es su portada sur, de tres arquivoltas de medio
punto entre motivos vegetales que descansan sobre columnas acodilladas
rematadas en capiteles de cuidadísima labra que, según
varios especialistas, vendrían a identificarse con la mano
del Maestro de la Catedral de Pamplona.
Al interior, el templo se abovedaba en origen mediante
una solución de medio cañón reforzada por fajones,
hoy desaparecida tras su desplome y reemplazada preventivamente por
un techo plano de discutible resultado. Además del arranque
del arco triunfal, llama igualmente la atención la articulación
interior del tambor absidial a base de arcos ciegos, sistema que se
repite en varios templos del entorno.
Ermita de la Asunción de Iturmendi
Unos 15 kilómetros al oeste de Zamartze, aguas
arriba del río Arakil y muy cerca de los confines provinciales
alaveses se encuentra la ermita de la Asunción de Iturmendi,
antigua iglesia parroquial de una localidad despoblada siglos atrás
llamada Aizaga.
Emplazada a los pies de un transitado ramal jacobeo,
se trata de una humilde construcción de la segunda mitad del
siglo XII compuesta por una sola nave y una cabecera plana que, allá
por el siglo XIX, vendría a sustituir a su primitivo ábside
semicircular románico.
Su elemento más notable es la portada principal,
dispuesta en resalte bajo tejaroz sobre canecillos y conformada a
base de dos arquivoltas de medio punto (la externa animada con puntas
de diamante) que descansan sobre dos columnas a cada lado decoradas
con capiteles figurados muy erosionados en los que pueden distinguirse
varios animales fantásticos.
De esta ermita procede una soberbia pila bautismal románica
con decoración figurada hoy conservada en la parroquia de la
localidad.
Egiarreta. Santiago de Itxasperri
La iglesia de Santiago de Itxasperri es una construcción
aislada situada a escasos metros de la población de Egiarreta.
Se trata de un edificio tardorrománico de gran devoción
para las gentes del valle que, tras su oportuna restauración
durante la década de los ochenta del siglo XX, fue declarada
Bien de Interés Cultural.
Consta de una nave de tres tramos cubiertos con bóveda
de cañón apuntado y reforzada por arcos fajones coincidentes
con los contrafuertes del exterior.
En el presbiterio, tras un tramo recto también
abovedado, se abre un ábside semicircular articulado mediante
nervios que descansan sobre ménsulas decoradas entre los ventanales.
Cuenta con dos portadas, una a los pies de una sola arquivolta
bajo un hermoso rosetón; y la principal, al costado sur, de
cuatro arquivoltas de medio punto sobre columnas acodilladas culminadas
en capiteles labrados con temática vegetal, geométrica,
y la aparición puntual de alguna cabecita humana.
Monasterio de Santa María de Yarte
Situado en un encantador vallejo tributario del río
Arakil muy cerca de la población de Lete, el Monasterio de
Santa María de Yarte, olvidado y en estado de semirruina durante
décadas hasta su recientísima restauración, pasa
por ser uno de los prioratos más desconocidos del románico
navarro.
Referenciado desde 1024 por una donación del rey
Sancho el Mayor al monasterio de San Martín de Albelda, sería
posteriormente cedido por su hijo Garcia III de Nájera al Monasterio
de Irache, permaneciendo desde el siglo XII y hasta la Desamortización
del siglo XIX morado por una modesta comunidad femenina.
A la expectativa de que en el futuro puedan constatarse
a través de excavaciones restos de origen prerrománico,
la actual construcción fue erigida probablemente hacia mediados
del siglo XII, constando de una sola nave abierta a un presbiterio
de cabecera semicircular.
La nave presenta dos espacios claramente diferenciados:
un primer tramo a los pies abovedado en cañón; y un
segundo de mayor altura a modo de falso crucero y de remate cupulado
sobre trompas. Esta disposición recuerda en cierto modo a la
estructura del también navarro monasterio de Azuelo y, algo
más lejos, al castillo de Loarre.
El ábside, de planimetría semicircular
al exterior, se convierte en poligonal de siete lados al interior,
cubriéndose con bóveda de horno y articulándose
su muro a base de arcos de medio punto en el que alternan ventanales
abiertos y ciegos, recordando en una versión más humilde
a la cabecera del Monasterio de Irache.
Al exterior, donde apenas se conserva rastro alguno de
posibles equipamientos monásticos auxiliares, la iglesia se
caracteriza por su austeridad determinada por la pobreza de su aparejo
y su desnudez escultórica. Sí conserva en cambio, en
el interior, restos de pinturas murales del gótico lineal.
Añézcar
Ya en la Merindad de Pamplona, haciéndose patente
en su término la expansión y el desarrollo industrial
y demográfico de la capital, la población de Añézcar
conserva su interesante iglesia de San Andrés, edificio de
origen románico pero sustancialmente reformado y ampliado durante
la Baja Edad Media y siglos posteriores.
Presenta una nave cubierta con bóveda de cañón
apuntada reforzada por fajones que apean sobre ménsulas y,
ya de cronología gótica, una cabecera de planimetría
poligonal definida por potentes contrafuertes al exterior, y a base
de nervios al interior.
Lo más interesante de San Andrés de Añézcar
es su portada sur, obra tardorrománica hoy cobijada por un
pintoresco pórtico tardío. Perfilada por un tejaroz
con canecillos y literalmente aprisionada por los muros laterales
del porche y por un contrafuerte posterior, despliega tres arquivoltas
molduradas de perfil apuntado que descansan sobre columnas coronadas
por capiteles.
Llaman la atención los motivos escultóricos
desplegados en cada una de las claves de las arquivoltas, destacando
una cruz, un motivo heráldico, un mascarón y un crismón
trinitario tan recurrente en el románico navarro. Tanto canecillos
como capiteles se animan igualmente con decoración figurada
de tipo zoomorfo y antropomorfo.
Berrioplano
Tres kilómetros al este de Añézcar
y prácticamente convertida en un barrio residencial del área
metropolitana de Pamplona, la localidad de Berrioplano se enorgullece
de contar con otro templo de origen tardorrománico bajo la
advocación de la Purificación de Nuestra Señora.
Prácticamente imperceptible al exterior su origen
medieval más allá del ábside y sus dos ventanales,
debido a aditamentos tardíos, el edificio conserva como elemento
románico más relevante su portada principal, al igual
que su vecina de Añézcar, resguardada bajo un pórtico
posterior.
Consta de tres arquivoltas apuntadas sobre columnas,
apareciendo labrado en su clave un nuevo crismón trinitario.
Entre los capiteles vegetales, destacan dos cestas decoradas
a base de centauros y, sobre todo, uno en el que se adivina una escena
pugilística y una representación de San Miguel in Excelsis
sosteniendo una cruz, considerada por muchos especialistas como una
de las primeras representaciones de esta iconografía del arcángel
en el románico español.
Otros restos de interés
Además de varias tallas románicas
de la Virgen custodiadas en diversas parroquias del entorno, conserva
vestigios románicos reducidos a una humilde portada la moderna
iglesia parroquial de Irurtzun; así como, mucho más
interesante, la de San Vicente de Larumbe, obra de transición
del románico al gótico que se vanagloria de contar con
una de las galerías porticadas bajomedievales más interesantes
no solo de Navarra, sino de toda la Península Ibérica.
Más
información de la Iglesia
de San Vicente de Larumbe
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)