El
teatro tras la desaparición del mundo clásico
Después de su espléndido florecimiento en Grecia
y Roma, el teatro decayó considerablemente, hasta quedar
reducido casi al silencio, durante buena parte de la Edad Media.
En realidad, el teatro de los últimos tiempos del Imperio
Romano había descendido a niveles tan bajos de calidad
literaria y, sobre todo, de calidad moral, que la nueva religión
oficial, el cristianismo, lo combatió acerbamente, hasta
hacerlo desaparecer. Autores hay que atribuyen sólo a la
influencia de Tertuliano (siglos II-III), con su espíritu
combativo y dogmático, la verdadera destrucción
del arte teatral europeo, en la que luego participaron todos los
Padres de la Iglesia.
Espectáculo
trivial, frivolo y pecaminoso, no podía tener cabida en
una era de exaltación de valores ascéticos, castidad
y modestia de las costumbres. Tampoco es de extrañar que,
más de mil años después, el Concilio de Trente
prohibiera nuevamente en 1548 las representaciones "paraeclesiásticas"
de dramas de intención religiosa y moralizadora.
Pero la Iglesia de Roma
se encontró a poco de establecerse como poder temporal
con un problema que hoy definiríamos de "comunicación".
Comoquiera que su idioma oficial era el latín -y lo sigue
siendo actualmente, aunque desde la década de 1960 se celebre
la liturgia en la lengua vernácula de cada país-,
a la feligresía de los países de origen bárbaro
(Gran Bretaña, Alemania, Países Bajos y, posteriormente,
Escandinavia, Polonia, etc.) les resultaba imposible participar
en los oficios celebrados en una lengua que les era extraña,
estableciéndose una invisible barrera entre el pastor y
la grey. Además, con el correr de los siglos, el mismo
problema se presentó en las naciones de estirpe latina,
al irse diferenciando cada vez más del idioma imperial
de Roma las lenguas romances de la Península Ibérica,
de Francia y de la misma Italia.
Perdida, pues, la tradición
del teatro como espectáculo para un público, empezó
a nacer otra en la que, al principio, no existía tal diferenciación,
pues todo el pueblo participaba en las representaciones. Fueron
los primeros festivales cristianos -coincidentes, desde luego,
con las fechas de los grandes fastos paganos, especialmente los
del equinoccio de primavera y el solsticio de invierno-, en los
que se empezaron literalmente a montar dramas multitudinarios,
basados en temas de las Sagradas Escrituras. Ya en el siglo VI,
en muchos países europeos se celebraba, en la última
semana de Adviento, un espectáculo religioso cuyos "personajes"
eran los profetas del Antiguo Testamento que habían anunciado
la venida del Mesías.
En
Inglaterra, por ejemplo, estas representaciones se hacían
en el idioma local y quedaban fuera de la liturgia oficial en
latín, pero siempre como espectáculo religioso autorizado,
puesto que se realizaban dentro del templo. En los países
latinos, como Francia, mientras se producía el proceso
de decantación de la lengua vernácula, se siguieron
componiendo los textos durante algunos siglos en latín
o en francés. Una de las piezas conocidas más antiguas
es el Mystére d'Adam, compuesto hacia 1150, posiblemente
en Francia, aunque también es posible que proviniera de
los normandos de Inglaterra. Históricamente, este Misterio
de Adán fue la primera obra teatral representada fuera
del recinto sagrado y al margen del servicio religioso.
El
teatro medieval en España
Aunque el teatro español
padeció durante más tiempo la "represión"
combinada de la Iglesia y la corona, ha sido en España
donde se ha encontrado el texto teatral más antiguo de
Occidente. Se trata de un fragmento de 147 versos en lengua mozárabe,
probablemente traducción de otra obra anterior, en latín
o quizá en francés, y recopilada en la Península
a fines del siglo XI o principios del XII Ramón Menéndez
Pidal la tituló Auto de los Reyes Magos, pues su
asunto era una dramatización del misterio de la Epifanía.
Empieza la obra con tres monólogos sucesivos de los tres
reyes, que han visto independientemente la estrella que ha de
guiarlos a Belén. En el camino se conocen y resuelven llevar
como presentes al niño Jesús oro, incienso y mirra;
deciden que si Jesús opta por el incienso se trataría
de una prueba evidente de su divinidad. Llegan los Reyes Magos
a Judea y se encuentran con el rey Herodes, quien les pregunta
quién es ese rey superior a él que acaba de nacer.
Uno de sus servidores se lo explica, y hasta allí llega
el manuscrito.
Pero, desde luego, el
verdadero teatro medieval español estuvo representado por
el bululú itinerante, cómico que desempeñaba
las funciones de narrador, cantante, actor, mimo y que, trashumando
con su retablillo, encarnaba todos los personajes. Con el correr
de los siglos, al bululú solitario se le agregaron otros
farsantes, y así se formaron pequeñas compañías
de cómicos de la legua, como refleja Cervantes en El retablo
de las maravillas, en el cual la "compañía"
teatral y titiritera son marido y mujer.
Sólo en las postrimerías
del siglo XV, es decir, ya en la Edad Moderna, surgiría
en España, con Juan del Encina, el "teatro de autor"
que alcanzaría su cima en el Siglo de Oro.