Románico en Sobrarbe y Ribagorza
Introducción
Las
históricas comarcas del Sobrarbe y la Ribagorza conforman el
sector nororiental de la actual provincia de Huesca, constituyendo
dos de los tres condados embrionarios del que sería gran Reino
de Aragón una vez unificados primero por obra el rey navarro
Sancho el Mayor y más tarde por Ramiro I.
El arte románico del Sobrarbe
y la Ribagorza, aunque de épocas y subestilos variados, está
mayoritariamente constituido por el llamado estilo lombardo, tan abundante
sobre todo en el Pirineo oriental; aunque en ningún caso deben
ser desdeñadas, como a continuación comprobaremos, manifestaciones
algo más tardías pleno y tardorrománicas.
Románico en El Sobrarbe
Aínsa
La villa de Aínsa, capital histórica del
Sobrarbe, se acomoda coronando un estratégico cerro justo en
la confluencia de dos de los principales cursos fluviales del antiguo
condado: el Ara y el Cinca.
Lugar de dilatadísimo bagaje histórico,
los orígenes de la villa se remontarían a la construcción
de su castillo, el cual desempeñaría un papel decisivo
tanto en la reconquista cristiana del territorio altoaragonés
como, posteriormente, en su defensa. En la actualidad la fortaleza,
notablemente reformada con el transcurrir de los siglos, conserva
de su primitiva fábrica románica la torre del homenaje
pentagonal, el lienzo sur de la muralla y una torre angular del cinturón
fortificado.
Más allá de su propio urbanismo,
de palpable sabor medieval en cada uno de sus rincones, principalmente
en su espaciosa plaza mayor porticada; el monumento más representativo
de Aínsa es su antigua colegiata de Santa María, obra
románica a caballo entre los siglos XI y XII.
Consta de una única nave cubierta
con bóveda de cañón rematada, tras tramo recto,
en su correspondiente ábside semicircular, el cual, se asienta
sobre una cripta de triple nave y 18 columnas rematadas en arcaicos
capiteles en su mayoría vegetales.
Adosado al muro norte del templo se habilita
un pequeño claustro que, por puros condicionantes físicos
del solar en el que hubo de adaptarse, presenta planta trapezoidal,
abriéndose sus galerías al pequeño espacio central
ajardinado mediante arcos de medio punto románicos en sus pandas
norte y este, y ya marcadamente góticos en las crujías
sur y oeste.
Por último, además de la
armónica portada sur, el elemento más destacable de
la ex colegiata de Santa María de Aínsa es su torre
campanario, erigida a los pies del templo y desempeñando función
de pórtico, un recurso bastante común en tierras sobrarbesas
tanto durante la Edad Media como en épocas más tardías.
Visible desde buena parte de la comarca
gracias a sus nada menos que treinta metros de altura, se eleva en
cinco pisos abovedados no marcados al exterior que rematan, en su
último nivel, en una soberbia cúpula nervada sobre trompas
que presenta notables concomitancias estilísticas y técnicas
con sus homólogas de la catedral de Jaca y San Pedro el Viejo
de Huesca capital.
Samitier
A unos quince kilómetros al sur de Aínsa
y enclavado sobre un espolón rocoso casi inaccesible que cae
vertical y vertiginosamente sobre las aguas del embalse de Mediano
se sitúa el conjunto religioso - militar de Samitier, una de
las construcciones medievales más sorprendentes y más
desconocidas del Alto Aragón.
Accesible a través de una montaraz
pista que parte del núcleo urbano de Samitier y desde la que
se contemplan inigualables vistas de las cumbres pirenaicas, el conjunto
monumental, cuya edificación se remonta a mediados del siglo
XI, está conformado por la iglesia de San Emeterio y San Celedonio
y por los restos de su castillo.
La iglesia, totalmente abovedada y de
claro carácter defensivo, consta de tres cortas naves que desembocan
en otros tantos ábsides semicirculares, habilitándose
bajo la absidiola meridional una pequeña cripta concebida para
equilibrar el nivel del pavimento salvando así el desnivel
existente entre nave norte y nave sur.
La actual puerta de acceso, practicada en el muro sur,
es de factura más reciente, y es que su primitivo ingreso era,
en origen, el vano superior semicegado situado sobre la actual portada,
el cual solo era abordable mediante escalas portátiles, confirmándose
así su eminente carácter defensivo.
El castillo, levantado en el mismo extremo del espolón
rocoso colgado literalmente sobre el precipicio, es solo accesible
una vez atravesada la iglesia por su interior, constando en la actualidad
de una torre de planta hexagonal bastante desmochada y de los restos
de un pequeño perímetro amurallado.
Muro de Roda
Situado en el valle de La Fueva, no lejos
de Samitier aunque mal comunicado en la actualidad debido a la moderna
construcción del pantano de El Grado que parte literalmente
en dos el Sobrarbe, el acceso a Muro de Roda debe acometerse desde
la localidad de Tierrantona, de donde parte una tortuosa pista sin
asfaltar que en unos seis kilómetros de continuo ascenso nos
deja al borde mismo del conjunto monumental.
Hasta hace apenas medio siglo, Muro de
Roda era la cabecera municipal de un extenso concejo compuesto por
varias aldeas dispersas que hoy, como consecuencia del dramático
éxodo rural que sufrió Huesca durante la segunda mitad
del siglo XX, se encuentran en su mayoría abandonadas o habitadas
muy en precario.
El conjunto, también de claras
connotaciones religioso-militares, está compuesto por la ermita
de San Bartolomé situada a extramuros, y por un recinto amurallado
completo que abraza, además de las hoy arruinadas viviendas
de la pequeña población, la iglesia de Santa María
y la ermita de Santa Bárbara.
La ermita de San Bartolomé, que
por su extrema sencillez exterior pasa totalmente desapercibida y
podría perfectamente confundirse con una vivienda más,
se revela al interior como un encantador templo protorrománico
de testero recto y nave única cubierta con bóveda de
cañón reforzada por arcos fajones. Junto a ella, en
fecha más reciente, sería adosado un pequeño
claustro dotado de aljibe así como una estancia auxiliar hoy
arruinada que, hasta la despoblación del pequeño municipio,
albergó su ayuntamiento.
En el punto más elevado de la
sierra de Gerbe y dominando amplísimas panorámicas tanto
de las cumbres pirenaicas como de los valles adyacentes, se yergue
el magnífico recinto amurallado que abrazaba en su totalidad
al pequeño hábitat de Muro de Roda, el cual, queda delimitado
en su extremo sur por la muy reformada ermita de Santa Bárbara
y por el norte con la iglesia de Santa María, cuya cabecera
de triple ábside se adosa al lienzo defensivo como si de una
prolongación de los cubos de la muralla se tratasen.
La iglesia de Santa María, profundamente
reformada durante la Edad Moderna, conserva de su original planimetría
románica la zona cabecera, con tres ábsides escalonados
que se elevan sobre una cripta de idéntica estructura. La torre,
de gran esbeltez, responde al prototípico modelo de campanario
sobrarbense, haciéndose visible, gracias a su posición,
desde kilómetros de distancia.
Otros restos románicos de interés en
el Sobrarbe
Son innumerables los testimonios románicos
conservados a lo largo y ancho de las pequeñas aldeas que salpican
la geografía del Sobrarbe, una proliferación que encuentra
su principal justificación en el escaso desarrollo del que
gozó el territorio durante la Edad Moderna debido, principalmente,
a la inaccesibilidad de muchas de sus localidades, las cuales, quedaron
al margen de la influencia de las nuevas modas constructivas.
Así, además de los monumentos
ya reseñados, son varios más los que, por su singularidad,
merecen también nuestra atención. La localidad de Santa
María de Buil, hoy una minúscula aldea de muy pocos
habitantes, fue en el Medievo, junto a Aínsa, una de las poblaciones
más importantes del Sobrarbe. Testimonio de ello es su iglesia
parroquial de San Martín, soberbia construcción románica
del siglo XI reformada durante la Edad Moderna que conserva intacta
su primitiva cabecera triabsidial, así como la torre campanario,
claro exponente de los que abundan por la geografía sobrarbense.
Pocos kilómetros al sur de Samitier
se encuentra Abizanda, localidad también de reducida
población pero que ha sabido conservar una morfología
urbana que apenas ha cambiado desde la Edad Media. Coronando el caserío
y visible desde varios kilómetros de distancia se yergue su
esbeltísima torre defensiva, de origen musulmán y, una
vez caída en manos cristianas en tiempos de Sancho el Mayor,
una de las principales atalayas de avanzadilla en la reconquista aragonesa
del Bajo Cinca. Junto a ella, la iglesia parroquial, algo más
tardía, fue levantada sobre una construcción románica
cuyos restos son aún apreciables.
Otra de las localidades con mayor aroma
medieval del Sobrarbe es Troncedo, estratégicamente
situada en posición dominante justo en la confluencia de dos
barrancos y desde donde se divisan espectaculares vistas panorámicas.
Conserva Troncedo, en su pequeño casco urbano,
una sencilla iglesia de origen románico dedicada a San Esteban,
una rústica ermita también románica bajo la advocación
de San Victorián, y los restos de una torre defensiva pentagonal
que formaría parte de un castillo de notables dimensiones y
gran relevancia estratégica ya que, desde ella, existía
contacto visual con las anteriormente tratadas fortalezas de Samitier
y de Muro de Roda.
En el extremo norte de la comarca del Sobrarbe, muy cerca
ya de la entrada al conocido Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido,
se encuentra la localidad de Vio, de cuya iglesia de San Vicente
Mártir, concretamente de su ábside lombardo, proceden
unas magníficas pinturas murales románicas hoy expuestas
en la Catedral de Barbastro, en las cuales, llama la atención
un magníficamente conservado Pantocrátor rodeado por
el Tetramorfos.
También románicas y de gran interés
son las pinturas aparecidas en 2009 durante las obras de restauración
de la iglesia de San Esteban de Almazorre, las cuales, pese
a lo maltrecho de su estado tras permanecer siglos bajo capas y capas
de encalado, algunos especialistas han puesto en relación con
el círculo de Taüll.
Románico en La Ribagorza
Roda de Isábena
Antigua e histórica capital del Condado de Ribagorza,
Roda de Isábena, con su aproximadamente medio centenar de habitantes,
puede presumir de ser la localidad española de menor población
dotada de catedral, si bien es cierto que, desde fecha muy temprana,
perdió su rango episcopal primero en favor de Lérida
y, más recientemente, de Barbastro.
La antigua catedral, encaramada en el punto más
elevado de la población, es un monumental edificio románico
de tres naves erigido en varias fases que vio como, ya en el siglo
XVIII, le fueron añadidos el pórtico sur y el campanario,
ambos en un estilo clasicista que desentona ostensiblemente con el
ambiente eminentemente medieval que respira la población.
Al exterior, el elemento más destacado es su cabecera
triabsidial, de grandes proporciones y decorada a base de arquillos
lombardos y lesenas. En una segunda etapa, quizás a finales
del siglo XII o incluso a principios del XIII, sería añadida
su portada principal, de seis arquivoltas de medio punto sobre columnas
acodilladas rematadas en capiteles figurados.
Al interior, queda dividido el espacio
en tres amplias naves separadas por arcos de medio punto sobre pilares
cruciformes, cubriéndose la nave central con bóveda
de cañón ligeramente apuntada (reconstruida en el siglo
XVIII), y mediante soluciones de arista las laterales.
Muy llamativo resulta el espacio cabecero,
el cual, se encuentra considerablemente elevado respecto al nivel
de las naves, siendo solamente accesible desde escaleras laterales.
La explicación a dicha elevación, además de las
consabidas razones litúrgicas, se debe a la existencia de una
cripta, en la cual, se venera el precioso sarcófago románico
del obispo San Ramón de Roda, uno de los personajes más
decisivos en la breve historia de la diócesis.
Aneja a la cripta central en su lado
norte y accesible desde ella, se habilita una segunda estancia conocida
popularmente como Sala del Tesoro en la que se conserva un interesante
ciclo de pinturas murales atribuidas al maestro de Navasa.
Al costado norte del templo se adosa el claustro, de
planta cuadrangular y definido por cuatro pandas abiertas al espacio
central mediante arcos de medio punto sobre columnas cilíndricas
coronadas por arcaicos capiteles decorados con motivos vegetales,
geométricos y animalísticos. Conserva el claustro la
sala capitular original, abierta a él mediante cinco arcos
de medio punto; y el refectorio, convertido hoy en un afamado y concurrido
restaurante.
Más
información de la
Catedral
de Roda de Isábena
Monasterio de Obarra
A escasos quince kilómetros al norte de Roda de
Isábena y en un marco paisajístico incomparable, justo
en la boca de uno de los impresionantes congostos naturales que labra
el río Isábena a su paso por la sierra de Sis, se sitúa
el antiquísimo conjunto monumental de Obarra, compuesto por
el Monasterio de Santa María, la pequeña ermita de San
Pablo, un puente medieval, y los restos del palacio prioral.
Documentado desde tiempos remotos, es más que
posible que sus orígenes cenobíticos se remonten a fechas
incluso anteriores a la invasión musulmana de la Península
Ibérica, un extremo que quedaría confirmado por la aparición
de restos visigóticos tanto en el entorno como reaprovechados
en las propias edificaciones.
El monasterio de Santa María es una gran construcción
románico-lombarda de tres naves separadas por arcos de medio
punto sobre pilares cruciformes que rematan en una triple cabecera
en la que el ábside central, de mayores dimensiones que los
laterales, queda recorrido por un registro de irregulares arcos ciegos.
Por su parte, las bóvedas presentan soluciones de medio cañón
y de arista.
Al exterior, destacan las bandas de arquillos ciegos
típicamente lombardos que recorren tanto las fachadas laterales
como la cabecera triabsidial, presentando la peculiaridad de que,
en el ábside central, estos arquillos adquieren profundidad
mediante marcados derrames y aparecen acompañados de un curioso
recurso decorativo a base de celdillas que crean interesantes efectos
de claroscuro.
A pocas decenas de metros de Santa María se halla
la modestísima ermita de San Pablo, construcción también
románica aunque algo más tardía que la iglesia
monacal. Cuenta con una única nave culminada en su correspondiente
ábside de tambor, conservándose un bello crismón
trinitario justo sobre su puerta de ingreso. Sobre su funcionalidad,
se ha especulado con la posibilidad de que fuese concebida como una
capilla asistencial para peregrinos o para personas a las que no les
estaba permitido el acceso al recinto monacal.
Más
información del Monasterio
de Santa María, Obarra
Monasterio de Alaón
En el extremo más oriental de la comarca de La
Ribagorza, a orillas del río Noguera Ribagorzana y a escasos
metros de la frontera con Cataluña, el Monasterio de Santa
María y San Pedro de Alaón fue otro de los grandes cenobios
altomedievales del Alto Aragón. Al igual que su homónimo
de Obarra, se emplaza en un hábitat que, en la Alta Edad Media,
era más que propicio para el surgimiento de establecimientos
monásticos, junto al borde de un curso fluvial y en una zona
de complicado acceso.
La iglesia, único resto conservado
íntegro del antiguo cenobio, consta de tres largas naves -más
alta y ancha la central- que, también sin crucero de por medio,
rematan en la consabida cabecera triabsidial, conservándose
bajo ella una angosta cripta.
Una de las notas que hacen de Santa María
de Alaón un monumento de especial interés es el hecho
de que, en sus muros, se combinan en perfecta armonía características
propias del románico lombardo con elementos de la más
pura tradición jaquesa.
Así, en la fachada principal encontramos recorriendo
sus cornisas bandas de arquillos lombardos bajo frisos ajedrezados
o de taqueado jaqués, presentando semejante decoración
su portada, en la cual, además, se enmarca un crismón
trinitario.
Recientes excavaciones practicadas en el entorno de la
iglesia han permitido sacar a la luz restos de las primitivas dependencias
monacales.
Más
información del Monasterio
de Santa María, Alaón
Montañana
Aguas abajo del río Noguera Ribagorzana y también
muy cerca de los límites provinciales ilerdenses se halla Montañana,
sin duda, una de las poblaciones más sorprendentes y bellas
de todo el Alto Aragón. La localidad, que como tantas otras
de la zona sufrió durante la segunda mitad del siglo XX los
estragos de la despoblación, ha sabido recuperarse mediante
la rehabilitación de sus viviendas y monumentos hasta convertirse
en un recurrente destino turístico.
Adentrarse en las callejas de Montañana
supone trasladarse de lleno al Medievo, manteniendo tanto sus empedradas
y tortuosas calles como sus edificaciones el mismo aspecto que presentarían
allá por el siglo XII. Su casco urbano, jalonado por los restos
de varias torres defensivas (entre las que destaca la conocida como
"Torre de la Cárcel"), se acomoda en la confluencia
de dos barrancos, quedando unidos sus dos barrios principales por
un bonito puente medieval.
En el punto más elevado del caserío
actuando casi como un faro desde el que se dominan amplísimos
horizontes, encontramos la recientemente restaurada iglesia parroquial
de Santa María de Baldós, un magnífico
edificio románico rural de una sola nave, ábside semicircular
y voluminosa torre campanario tardorrománica adosada al hastial
sur en una segunda fase constructiva.
Orientada también al sur se abre
su portada principal, de cinco arquivoltas de medio punto sobre columnas
acodilladas y capiteles figurados, todo ello bajo un erosionado friso
de arquillos ciegos interrumpidos por una singular hornacina hoy vacía.
Preside la portada un soberbio tímpano
escultórico que contiene, sostenida por dos ángeles,
una mandorla en la que se enmarca Cristo en Majestad bendiciendo con
su mano derecha y portando un libro en la izquierda.
En los capiteles, pese a su deterioro, se adivinan escenas
del ciclo de Adán y Eva, del Sacrificio de Isaac, representaciones
de pecados capitales, la Anunciación, así como una curiosa
alegoría de la Trinidad personificada por una cabeza trifacial.
En la parte baja de la población
y constituyendo un balcón privilegiado hacia la iglesia de
Santa María y los restos de su fortaleza aneja, se encuentra
la iglesia de San Juan, un templo mucho más sencillo
y que ha sido recientemente restaurado y rescatado de la ruina.
De nave única y ábside
semicircular, su principal interés se concentra en el muro
de los pies, en el cual, bajo una airosa espadaña de agudo
piñón, se abre una portada abocinada a base de arcos
de medio punto apeados en columnas y capiteles historiados.
Pano
La minúscula población de Pano, abandonada
por sus antiguos moradores y parcialmente rehabilitada siguiendo criterios
ecológicos en fechas recientes, se sitúa al oeste de
La Ribagorza, acomodándose su menguado caserío junto
al barranco homónimo que desciende vertiginosamente hacía
el río Cinca, hoy represado en el embalse de Mediano.
Sobre una prominencia rocosa justo encima del pueblo
y no lejos de los restos de una fortaleza, se encuentra la hoy llamada
ermita de San Antón, que no es sino la iglesia de un antiquísimo
cenobio dedicado a San Juan Bautista cuya construcción podría
datarse a mediados del siglo XI.
Presenta planta basilical de tres naves de tres tramos
cada una separadas entre sí por arcos de medio punto que descansan
sobre tosquísimos pilares irregulares.
La triple cabecera, ligeramente elevada respecto al nivel
del cuerpo de naves, destaca por su decoración exterior, animada
mediante los recurrentes arquillos típicamente lombardos que,
solo en el hemiciclo central, aparecen acompañados de un genuino
friso a base de sillares dispuestos en esquinilla.
Cegada la portada de los pies, su ingreso debe acometerse
por un sencillo vano de medio punto abierto en el muro sur, junto
al cual, además, se abre una arcaica ventana compuesta por
un doble vano geminado trasdosado por una arcada dovelada mayor; una
composición que, por su arcaísmo, no puede disimular
sus reminiscencias prerrománicas.
Más
información de la Ermita
de Pano
La Puebla de Castro
La hoy ermita de San Román de la Puebla de Castro
es, junto a las reducidas ruinas de su castillo adyacente, el único
resto conservado de una pequeña población abandonada
siglos atrás. Se encuentra en el extremo suroccidental de La
Ribagorza, muy cerca del embalse de Barasona y literalmente colgada
sobre uno de los abruptos escarpes que caen verticalmente sobre el
rio Ésera a las mismas puertas del congosto de Olvena.
Más tardía que la mayoría de templos
del entorno, su construcción podría encuadrarse ya bien
entrado el siglo XIII, muy probablemente, sustituyendo a una construcción
anterior de la que bien pudo haber sido reaprovechado el crismón
hoy recolocado sobre su portada occidental.
Levantada mediante sillares perfectamente escuadrados,
tanto su sólido aspecto exterior cuajado de contrafuertes como
su encumbrado emplazamiento le confieren a San Román de La
Puebla de Castro las características propias de una iglesia
fortaleza, presentando un esquema de nave única de gran amplitud
rematada en un ábside semicircular decorado al exterior, a
la altura de la cornisa, mediante una banda de arquillos ciegos que,
pese a su cronología tardía, parecen querer evocar los
modelos lombardos tan extendidos en vecinas construcciones ribagorzanas
anteriores.
Rebasando el umbral de la puerta, más allá
de los ingenuos capiteles que ornan la arquería interior del
ábside, la ermita de San Román guarda una última
e inesperada sorpresa en forma de un soberbio coro de madera policromada
de estilo mudéjar cuya cronología, según los
especialistas, podría remontarse a principios del siglo XV.
Otros restos románicos de interés en
la Ribagorza
Al igual que en el Sobrarbe, la Ribagorza
es una de las comarcas aragonesas con mayor densidad de restos románicos
conservados, si bien es cierto que, en la mayoría de casos,
más allá de los descritos, no dejan de ser humildísimas
parroquias rurales que han sobrevivido gracias a la casi total incomunicación
de sus aldeas y a su nulo desarrollo durante la Baja Edad Media y
Edad Moderna.
Excepción a dicha circunstancia
serían poblaciones más prósperas como Graus,
Benabarre, Castejón de Sos o Benasque, las cuales, pese a no
conservar restos románicos de especial relevancia debido a
que gozaron de cierto progreso y sus edificios relevantes fueron renovados
y adaptados a las modas imperantes, sí han conservado su primitiva
apariencia urbanística medieval.
Citamos primeros dos preciosas iglesitas casi de tamaño
de juguete pero que conservan sus formas lombardas, especialmente
la primera. Nos referimos a los templos de San Saturnino de Biescas
de Bardají y de San Esteban de Ardanué.
De especial interés es la iglesia
parroquial de San Cristóbal de Luzas, monumental templo
románico de tres naves y que, en el tímpano de su portada
sur, conserva, como nota prácticamente excepcional en la comarca,
la firma de uno de sus artífices, de nombre Petrus.
Más
información de la Iglesia
de Luzás
Muy cerca de Luzas, en la iglesia parroquial
de Santa María del Puy de Tolva fue recolocada la portada
de la casi desaparecida iglesia del cercano y arruinado castillo de
Falces, una puerta comparada por algunos estudiosos con la célebre
de Santa María de Covet.
En tierras ribagozaranas, debido a su
tumultuoso pasado plagado de conflictos bélicos de la más
diversa índole, rara es la población que no se alza
a los pies de un castillo o torre defensiva, existiendo también,
como en la vecina comarca del Sobrarbe, los conjuntos religiosos-militares
encumbrados en lugares casi inaccesibles, como por ejemplo el Mon
de Perarrua, San Esteban de Mall, Torreciudad o
el binomio castillo-ermita de Fantova.
Además de las citadas de Obarra
y Alaón, fueron varias más las fundaciones monásticas
-algunas de ellas de referencias antiquísimas- que jalonaron
el paisaje ribagorzano, algunas de ellas, convertidas hoy en humildes
iglesias parroquiales como el antiguo cenobio de los Santos Justo
y Pastor de Urmella, cuando no en un amasijo de ruinas (afortunadamente
consolidadas) como es el caso del escondidísimo monasterio
de San Martín de Caballera.
Por último, no podrían
dejar de ser mencionados aquí los que, por méritos propios,
se han convertido en uno de los iconos patrimoniales de la Ribagorza.
Nos estamos refiriendo a los puentes medievales, los cuales, y desde
tiempos pretéritos, vienen facilitando la vida a sus habitantes
salvando barrancos y comunicando valles en un territorio tan especialmente
abrupto como el que nos ocupa.
Los mejores ejemplos de puentes medievales ribagorzanos
los encontramos en Capella, Besiáns, Perarrua,
Serraduy, Herrerías de Calvera, Sopeira
y Olvena, siendo en el caso de esta última población
dos los puentes conservados en su término y que son conocidos
con los inquietantes nombres de "del Diablo" y "del
Infierno".
Más
información del Puente
de Capella
Más
información del Puente
de Besiáns
(Autor
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)