Simbolismo
vegetal y geométrico
Para
la mayoría de los autores que se han ocupado del simbolismo
del arte románico, diversos elementos aparentemente decorativos
de tipo fitomórfico y geométrico, tales como ajedrezados,
puntas de diamante, rosetas, dientes de sierra, tetc. ambién
pueden encerrar valor simbólico.
Las
representaciones circulares, como bezantes, rosetas, etc., son
muy frecuents en arquivoltas, guardapolvos, tímpanos, etc.
Estos elementos tendrían valor solar y eucarístico
y sobre ellos se añadirá nueva carga simbólica
en función del número de pétalos o partes
de que se compone (ver simbología numérica).
Los
zigzagueados y dientes de sierra, tan presentes en todo nuestro
románico, especialmente en las portadas del románico
asturiano y segoviano, sugeriría -al igual que en el anglonormando
de donde procede- la fuerza purificadora de las aguas y los altibajos
continuos que supone toda progresión espiritual.
Es
muy frecuente encontrar esta figuración también
en las pilas bautismales en la misma línea citada de "agua
purificadora".
El
taqueado y ajedrezado, muy difundido en diversas versiones en
el románico español y que arranca de la catedral
de Jaca, induce a pensar en la alternancia y elección constante
entre la dualidad bien-mal.
Un
elemento que adquiere un importante simbolismo es el árbol.
No sólo en el románico, sino en toda la historia
del Cristianismo y en otros muchas religiones, el árbol
ha sido considerado como representación de los sagrado,
pues crece verticalmente desde la tierra hacia el Cielo, siendo
fuente de vida (animales que anidan en la copa)
El
número y su simbología
Para
Pitágoras, los números definen y explican la armonía
cósmica, en la medida en que expresan las fuerzas que regulan
la relación del hombre con la Unidad y Divinidad.
El
románico también toma de tradiciones y culturas
anteriores el valor del número para expresar mensajes transcendentes.
En este sentido diversos elementos arquitectónicos, escultóricos
y pictóricos, como canecillos, arquivoltas, cenefas, rosáceas,
bolas, estrellas, etc., muestran series numéricas específicas
cargadas de simbolismo por descifrar.
El
"uno" es el numero de la unidad y el Principio
Creador.
El
"dos" es símbolo de ambivalencia y conflicto.
La dualidad de la condición humana en constante lucha entre
bien y mal.
El
"tres" es el número de lo celeste y la
Santísima Trinidad.
El
"cuatro" es el número por excelencia de
lo terrenal y lo proteico.
El
"siete" es la suma perfecta, el ciclo completo
de lo terrestre (4) y lo celestial (3) y por tanto de la creación,
que se llevó a cabo en siete días. Esta carga simbólica
le confiere gran valor mágico. El carácter de culminación
y obra perfecta se percibe en los siete arcos de muchas galerías
porticadas, como la de la Virgen de la Vega de Segovia (VER FOTO
SUPERIOR).
El
"ocho" es el número de la regeneración,
por ello se talló en las cenefas y fustes de numerosas
pilas bautismales.
El
"doce" es el símbolo de orden cósmico
y de Cristo como Cronocrátor, dominador del tiempo (12
meses del año).
La
Jerusalén Celeste tiene 12 puertas e igual número
tiene el Colegio Apostólico.