Pelayo
y el origen del reino de Asturias
El siglo octavo
comienza en tierras asturianas con una insurrección bajo
el mando de Pelayo contra la incursión musulmana del gobierno
de Al-Hurr. Asturias se convierte entonces en la tierra desde
donde parte el proceso histórico de recuperación
de los territorios peninsulares por parte de los cristianos, lo
que la historiografía llama Reconquista.
Las
características físicas de los territorios más
septentrionales -con montes escarpados, clima húmedo y
frío- lo hacían idóneo para que aquellos
que tenían un conocimiento profundo del terreno luchasen
contra el enemigo. Además de las condiciones geográficas,
nos encontramos con una población que se había resistido
o había asimilado, en mayor o menor medida, a dominadores
extranjeros como los romanos o los visigodos.
Don Pelayo
(718- 737) a quien se le asigna sangre noble visigoda e incluso
alguna relación con Don Rodrigo, era plenamente consciente
de la ventaja que ello podía suponer. Así ocurrió
en la batalla de Covadonga (722) primera derrota islámica
en territorio peninsular y símbolo de la victoria cristiana
frente al infiel. De este modo comienza la leyenda entorno a Pelayo
y al lugar sagrado de Covadonga donde se dice que incluso la Virgen
María intervino a favor de las tropas cristianas.
Será,
dentro de este halo cuasi divino donde situarán a Asturias
como el lugar desde donde se trace la nueva política de
acción contra Al- Ándalus y Pelayo el artífice
del nuevo reino que emergía en el norte, con capital en
Cangas de Onís, lo que hoy en día para algunos es
el germen de la actual España.
Alfonso
I, primer gran rey de Asturias
A Pelayo le
sucederá su hijo Fáfila (737-739), que dará
paso a Alfonso I (739-757), quien lideró un longevo reinado
en el que el territorio del reino asturiano se ve aumentado, empujado
por los problemas internos que atravesaba Al-Ándalus y
el progresivo aumento de contingentes y población que optaba
por el reino norteño para asentarse . Por el oeste, el
Reino de Asturias, se anexiona parte de Galicia, por el este territorios
vascos y algunas zonas de la futura Castilla, con plazas tan importantes
como León y Astorga, dos símbolos de la ocupación
norteña de los musulmanes, así como La Rioja.
Tras
Alfonso I, la línea sucesora continua con Fruela I (757-768),
Aurelio (768-774), Silo, monarca casado con una hija de Alfonso
I (774-783), Mauregato (783-788) y Bermudo I (788-791).
Estos casi
cien años de reinado se vieron continuamente amenazados
por las acciones de Al-Ándalus, y es que no podemos olvidar
que el reino de Asturias se encontraba totalmente rodeado, siendo
el único reducto de la Península. Además,
serán estos monarcas los que, a través de las uniones
matrimoniales, sienten las bases del nuevo Reino de Asturias,
uniendo no sólo territorios, sino también políticas
efectivas que incluyesen a los astures y que recogiesen las sensibilidades
de gallegos y vascos, con los cuales compartían la administración.
Así
por ejemplo Fruela se unió en matrimonio con Munia, de
origen alavés, con el fin de calmar las peticiones que
tanto los gallegos como los vascos tenían respecto a su
participación más activa en el poder.
Alfonso
II
A finales
del siglo VIII nos encontramos que el trono astur es ocupado por
Alfonso II (791-842), figura determinante en la historia del Reino.
El rey Alfonso
centró su atención en la lucha contra los cordobeses,
creyó necesario la unión con los vecinos y fue consciente
de que si querían aumentar la fuerza de cara al exterior
y reducir el aislamiento -por ejemplo, con el país franco-
era necesaria una unión no sólo política
sino también cultural y social.
En el ámbito
más interno, Alfonso II llevó la capital a Oviedo,
desde donde se tomarían las decisiones sobre las acciones
del Reino, imitando antiguas tradiciones visigodas de forma que
recordaba a la antigua Toledo: impuso el sistema electivo para
el trono en vez del hereditario y creó todo un gobierno
de fieles a quienes les encargó el buen desarrollo de la
política.
También
dio un giro a la morfología de la capital, dotándola
de la catedral de San Salvador, Santa María, Santa Leocadia
y San Tirso. O lo que es lo mismo, situó en un lugar privilegiado
el culto, la religión y a la Iglesia, elemento que le servirá
para la centralización de su Reino y como demostración
del aumento de territorios e influencias que Asturias había
alcanzado. En esta tarea le ayudó el descubrimiento del
cuerpo de Santiago, comenzando la peregrinación.
Pero no todo
fue positivo en este tiempo. Los ataques musulmanes eran una continua
amenaza para la estabilidad de Asturias, que estaba en absoluta
minoría en número y en medios. Así quedó
patente en el año 816, cuando las tropas musulmanas consiguieron
entrar hasta Oviedo. La ciudad quedó devastada. Tras este
ataque hubo unos años de tranquilidad hasta que en el 822,
con la llegada al trono de Abd-al Rahman II, Oviedo volvió
a ser atacada.
Tras el largo
reinado de Alfonso II, éste es sustituido por Ramiro I
(842-850), quien es testigo de una incursión normanda en
el año 844. Tras Ramiro el trono es ocupado por Ordoño
I (850-866) que llevó a cabo una importantísima
repoblación por la zona meridional con población
esencialmente mozárabe, siendo el momento de máximo
esplendor del reino de Asturias.
La
máxima expansión y el final del reino de Asturias
con Alfonso III el Magno
El siguiente
monarca e hijo del anterior, fue Alfonso III el Magno (866-910),
a quien podríamos considerar el último del Rey de
Asturias, tal y como se conocía hasta ese momento y es
que sus hijos, tras una abdicación tal vez forzosa, se
repartieron sus posesiones- el Reino de Asturias.
Durante su
reinado, Alfonso III llevó a cabo una importantísima
repoblación de Portugal a través de Galicia. Y es
que en el año 868 ocupó Oporto, llegando en el año
877 hasta Coimbra. A principios del siglo X, gracias a Alfonso
III, la frontera sur del Reino de Asturias coincidía con
la línea que marca el Duero con poblaciones como Toro y
Zamora.
En el año
910 los tres hijos del Rey se reparten el territorio quedando
Asturias en manos del menor de ellos, Fruela, mientras que León
fue para García y Galicia para Ordoño.
A partir de esta repartición hablaremos de León
como el nuevo centro de la política y la Reconquista.
(Autora
del texto del artículo/colaboradora de ARTEGUIAS:
Natalia Molinos Navarro)