Introducción
a la historia del Reino Visigodo
Tras la caída del
Imperio Romano, los visigodos asentados en Hispania, al igual que
el resto de los pueblos bárbaros, resultaron ser una minoría
entre la población hispanorromana.
Por tanto, sólo se
impusieron en los cargos políticos en tanto que la administración,
religión y cultura quedó en manos hispanorromanas.
Esta es la razón
de por qué a lo largo de los siglos V y VI, en los que los
visigodos dominaron políticamente la Península Ibérica,
las manifestaciones artísticas siguieron siendo de tipo hispanorromano
paleocristiano.
También
hay que tener en cuenta que el pueblo vándalo en el sur de
España fue rápidamente expulsado por los visigodos
y que la llegada al norte de África de este pueblo supuso
la emigración a España de comunidades de monjes o
gentes de iglesia que se asentaron y formaron importantes comunidades
cenobíticas (monásticas).
Con este proceso, se incrementa
aún más el peso y la influencia del cristianismo en
la cultura hispánica de la época. A finales del siglo
VI, Leovigildo unifica bajo su poder la mayor parte de la Península
Ibérica. Elimina al pueblo suevo que se asentaba en el noroeste
y conquista la Bética a los bizantinos.
Siglo
VII: el esplendor del Reino Visigodo
El reino visigodo se va
haciendo cada vez más fuerte y se decide asentar en Toledo
la urbs regia, la capital, debido fundamentalmente a su situación
geográfica, aproximadamente en el centro de la península.
En el siglo VII se produce
un renacimiento de la cultura latina en el Reino Visigodo por la
colaboración de las autoridades eclesiásticas cristianas
con el poder político. En este contexto, destacan los hermanos
Leandro e Isidoro, que serán las figuras más importantes
de esta "renovatio cultural".
También van a adquirir
un papel importante figuras del norte de África como el abad
Donato, que instaló un monasterio de ubicación desconocida
para nosotros, pero que por los textos debió convertirse
en un centro cultural muy importante.
Recaredo abjuró del
arrianismo convirtiéndose al catolicismo, por lo que la relación
entre iglesia y estado va ser mucho más intensa.
A
través de los textos, conocemos la existencia de numerosas
iglesias e importantes monasterios situados en ciudades relevantes
del Reino Hispanovisigodo como Mérida, Tarragona, Toledo,
Córdoba, Sevilla o Zaragoza.
Sin embargo, de estos edificios
que serían notables, hoy tampoco tenemos restos conservados,
y paradójicamente se conservan pequeñas iglesias de
las que no se tiene ninguna referencia documental.
Todos estos templos se encuentran
al norte de Toledo. Cabe sospechar, por tanto, que no fueron derruidas
durante la invasión musulmana pues en la mitad septentrional
de España, los árabes tuvieron una permanencia más
bien escasa.